Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En septiembre de 2016, en las sabanas del Yarí (Caquetá), durante la Décima Conferencia de las Farc, donde la guerrilla refrendó los acuerdos de La Habana a los que llegó con el Gobierno, Gentil Duarte habló, quizás por última vez ante un micrófono, de unión fariana y participación. Lo hizo en una declaración escueta al medio de comunicación de las Farc, Nueva Colombia.
Lea tambièn: En Guaviare sigue reinando la ley del monte.
Miguel Botache Santillán, conocido en la guerra como Gentil Duarte, llevaba cerca de treinta años de militancia en las Farc. Allí fue recordado por sus camaradas y por sus enemigos por su capacidad organizativa y de combate.
Sus mayores éxitos en la vida guerrillera se dieron en el Frente Séptimo de las Farc, con el que llegó a tener control político, social y económico en el sur del Meta y el Guaviare. Este frente se caracterizó por ser uno de los más grandes, con mayores recursos financieros, producto, principalmente, de los impuestos al negocio del narcotráfico y a las extorsiones, y por su influencia social y trabajo con la comunidad en un área del país con muy poca presencia estatal.
Razones por las cuales Duarte siempre ha tenido una fuerte influencia en los frentes Primero, 42 y el llamado Tabaco, que operan en Guaviare, Vaupés, Vichada y Meta. Con esa certeza, dos meses antes de la Décima Conferencia de las Farc, a comienzos de julio de 2016, Duarte fue encomendado por la Dirección Nacional de la guerrilla en una tarea temeraria: volver al Guaviare, después de hacer parte de la delegación de paz que estuvo en La Habana en 2013, a comandar y encarrilar al Frente Primero de las Farc, Armando Ríos, que unos días antes declaró públicamente su negativa a desmovilizarse e invitó a otros guerrilleros a sumarse a su decidida lucha “por la toma del poder”, al mando de Néstor Gregorio Vera o Iván Mordisco.
Este último es un reconocido explosivista y experto en inteligencia de combate con más de 20 años en las Farc, que siempre perteneció al Frente Primero. Un pesimista irremediable del proceso de paz de La Habana al que le dio miedo soltar su fusil, según dicen los que lo conocieron. Entre sus características tiene una cicatriz en el cuello que explica su apodo de guerra y la ausencia de un ojo, que perdió por una bacteria y no en un combate.
El pulso de los acercamientos de Duarte con el Frente Primero lo perdió el proceso de paz. A comienzos de diciembre de 2016, justo cuando se daba la concentración de tropas de las Farc en las zonas veredales para la dejación de armas y el inicio del proceso de reintegración, el grupo hizo pública su decisión de separar de sus filas a Gentil Duarte y a cuatro los jefes disidentes: Euclides Mora, John Cuarenta, Giovanny Chuspas y Julián Chollo.
Lea tambièn: Frente Primero de las Farc no es el ùnico disidente de procesos de paz.
Ese diciembre en el Guaviare, sobre todo en el sur del departamento, en las veredas y corregimientos empezaron a circular cartillas de la “resistencia” del Frente Primero, cargadas de propaganda y con la foto a color de Gentil Duarte, armado.
En ésta se lee una treintena de “causas para seguir en pie de lucha”. Algunas tan generales y viejas como el surgimiento del Comunismo: “Liberar a Colombia del yugo imperialista y capitalista”. Otras, más actuales: “Las multinacionales siguen avanzando y apropiándose de grandes territorios para la explotación y fabricación de biocombustibles”. Y unas más locales, en contra de la renegociación de los acuerdos de paz luego de la pérdida del plebiscito del 2 de octubre y la sustitución de cultivos de uso ilícito en la región: “no permitan la erradicación hasta que los cultivos legales que les ofrezcan estén en producción, porque el Gobierno no ha cumplido en otros lugares”, se lee en el panfleto.
De Duarte señalan que habría retomado las armas con reservas de municiones, caletas de armas, dinero y más de dos toneladas de explosivos de la organización. En las Farc lo catalogan algunos en tono bajo como un resentido, que nunca creyó en el proceso de paz porque afirmaba que el Gobierno los iba a mandar a la cárcel.
Por lo pronto, la gente en el Guaviare, en municipios como Calamar y El Retorno, tiene un código de silencio e intimidación preocupante.
Desde febrero la disidencia está moviéndose en el norte del departamento. Hubo un ataque en Argelia y otro en Calamar. Cada vez son más comunes las reuniones y los comunicados impresos de advertencia y control de la población contra el proceso de sustitución de cultivos de coca.
La confrontación ha escalado. La “resistencia” del Frente Primero se fortalece en el sur del Guaviare y en algunos lugares del oriente y occidente, donde está la mayor parte de cultivos de coca; y son zonas aisladas, con muy poca presencia institucional. El Ejército ya bombardeó un punto y sigue en marcha la erradicación forzada que, paradójicamente, le sirve al Frente Primero como combustible político con los cocaleros y campesinos en su negativa a la sustitución voluntaria.
Los días son cada vez más difíciles en el Guaviare. Allí regresó la guerra como en el período previo al cese bilateral del fuego. Allí la palabra paz para la comunidad seguirá siendo un espejismo.