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“Encontramos casos de masacres que no estaban documentadas”: Francisco de Roux

El  presidente de la Comisión de la Verdad asegura que el relato que empezará a construir esta entidad, a partir del jueves y durante tres años, busca ser colectivo e incluyente. Uno de sus mayores desafíos es atraer a los sectores que ven con resistencia su misión. Su mandato tendrá un despliegue territorial con Casas de Verdad y grupos móviles.

Gloria Castrillón /Juan David Moreno Barreto
27 de noviembre de 2018 - 11:00 a. m.
 Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad. /Cristian Garavito
Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad. /Cristian Garavito

Este jueves 29 de noviembre, la Comisión de la Verdad comienza en forma su tarea para esclarecer lo ocurrido durante el conflicto armado interno, en los próximos tres años. Con los lineamientos metodológicos listos, esta entidad que hace parte del sistema de justicia transicional -creado en el Acuerdo de Paz, entre el Estado y las Farc- hará presencia en los territorios, a través de nueve Casas de la Verdad y grupos móviles, que le permitirán recolectar testimonios que podrán ser incorporados en el informe final que presentará una vez cumplido su mandato.

Su presidente, el padre Francisco de Roux, asegura que la Comisión -al ser un mecanismo extrajudicial- no impondrá castigos ni establecerá responsabilidades individuales. Asegura que en esa misión tendrán el desafío de construir un informe colectivo e incluyente que deje a un lado los odios y los deseos de venganza y, además, que incentive la participación de los sectores que ven con escepticismo su trabajo.

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¿Qué va a pasar a partir del 29 de noviembre?

Esperamos que a partir de ese día podamos contribuir a que Colombia se ponga en un camino sincero, transparente, de buscar la verdad, que es un bien público y es la responsabilidad de todos nosotros en Colombia. Esperamos contribuir a eso a fondo con nuestro esfuerzo de comunicación y pedagogía, con las Casas de la Verdad que estamos empezando a abrir en distintas regiones en forma de equipo móvil con las comunidades. Estamos también avanzando en Europa, EE.UU., Canadá y América Latina. Esperamos que el país empiece a encontrar que hacemos los “encuentros de la verdad” (los llamamos así para no darles una connotación de “audiencias”, que son de tipo judicial) y nosotros somos absolutamente extrajudiciales.

¿Qué expectativas tiene?

Que el país encuentre la verdad, que es una responsabilidad difícil, tanto para las personas como para los grupos. Sin embargo, la podemos narrar, por más fuerte que sea, en lugar de profundizar entre nosotros los señalamientos, las divisiones, los odios, las venganzas; que invite a asumirnos con respeto, a reconocernos en la fragilidad humana, incluso a tener compasión de nosotros mismosen el doble sentido del dolor por el otro y en la pasión por sacar este país adelante juntos. Esperamos que podamos contribuir, desde las diversas partes, y a partir de lo que nos pasó, caminos de no repetición, porque todavía se está repitiendo. Si lográsemos plantearle al país -no solo los comisionados- unas pocas propuestas logradas durante estos tres años y que en este periodo los colombianos nos apropiáramos de ellas, como el resultado de haber mirado la verdad con determinación y serenidad, ahí sí podríamos cambiar las cosas.

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¿Por qué ha dicho que no quiere que se repitan experiencias de otras comisiones de la verdad?

No queremos repetir las experiencias de las que terminaron dejando unas recomendaciones y, como las recomendaciones no son vinculantes, las cosas nunca se convirtieron en realidad. Ojalá lo lográramos, todo este tiempo, y detrás de eso vamos. Eso es lo que esperamos que comience a partir del 29.

Usted habla de una amplia gama de sectores, ¿cómo incentivar la participación?

Hemos conversado con sectores empresariales muy importantes, académicos y centros de pensamiento de primera línea. Estamos muy avanzados en algo que es único en las comisiones: la primera consulta en el sentido constitucional que se hace con grupos étnicos dentro de las reglas de la consulta que son características internacionales de la ONU. Hemos conversado con los trabajadores de la cultura muy a fondo, con víctimas en todo el país, con las organizaciones de mujeres y LGBTI.

¿Ese diálogo ya está claro?

Por lo menos ya está arrancado. Y vamos a profundizar lo más adentro que se pueda. Ha sido paradójico, porque cuando uno menos espera, hay quienes reconocen hechos que nadie sabía. Comienzan a acercarse a la Comisión y nos dicen: nosotros queremos hablar. Personas que hicieron barbaridades de todos los sectores. Yo siento que hay o un deseo de contribuir a la verdad o posiblemente una preocupación: si otros van a contar las cosas que yo conozco, desde su punto de vista, yo también quiero que se sepa mi punto de vista, para que el día que se presente la interpretación, también el mío haya sido tenido en consideración. Hay que advertir que llegar a la Comisión tiene una ventaja: nosotros no somos jueces, no vamos a castigar a nadie. Vamos a proteger los testimonios que recibimos. Los tenemos que utilizar para hacer interpretación de lo que nos aconteció, a menos de que la persona que lo traiga diga: ‘yo quiero dar este testimonio en público, porque quiero contribuir en una incidencia pública a la transformación del país’.

¿Cómo será la participacion de esos sectores (militares, empresarios, exguerrilleros, entre otros)?

Van a hablar desde su racionalidad y desde su punto de vista y nosotros iremos a buscarlos.

¿Ustedes irían donde las personas para que aporten a la Comisión?

Sí. Lo siento como un deber decirles: ‘mire, no los puedo obligar, pero qué bueno que hicieran esta contribución’.

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¿Y el sector político?

Es donde estamos más atrasados. El expresidente Ernesto Samper ya envió una carta pidiendo que se le escuchara, que quería contribuir a la verdad y a la aceptación de responsabilidades. Y cuando nos hemos reunido en estos momentos en el Congreso para proteger el derecho que tenemos a acceder a la información reservada o para proteger a la JEP, ya hemos entrado en conversación con los políticos de todos los partidos.

¿Qué otras personas quieren acudir?

El partido FARC ya envió las cartas formales, personales, de cada uno de ellos (incluido Iván Márquez), que quieren contribuir a la verdad y a la aceptación de responsabilidades. También tenemos de paramilitares significativos y de miembros del Ejército activos y retirados.

¿La voluntad es manifiesta?

Yo sí he sentido mucho respeto por la Comisión y tengo que decirlo también del presidente, Iván Duque, que ha manifestado su respeto a la Comisión.

Desde las Fuerzas Militares han pedido que en la Comisión haya un relato polifónico. ¿Cómo darles esa confianza?

Esa es nuestra tarea. Hemos tenido reuniones con miembros de los altos mandos y tenemos listo el protocolo de común acuerdo para poder acceder a la información que ellos tienen.

¿Por otro lado, en qué consisten los grupos móviles en los territorios?

Va a hacer lo que hacen las Casas de la Verdad. Cuando una persona llega a la casa (una víctima, un trabajador de la escuela ), lo que se va a hacer es escucharla. Será escuchada como sistema: si lo que tiene es una denuncia, entonces debe ir a la JEP; o la búsqueda de un desaparecido, lo vamos a contactar con la Unidad de Búsqueda, pero escucharemos su relato. Esto es muy interesante para que los colombianos conozcamos sobre la verdad de este pueblo, la de las organizaciones, la verdad social y la verdad cultural. Los invitamos a hablar con la Comisión.

¿Con quién se van a encontrar las personas que acudan a la Comisión en los territorios?

Va a haber una persona encargada de la dimensión psicosocial para que quienes van a hablar no se quiebren. Va a haber quien se preocupe para que haya comunicación en el territorio, sobre las cosas que están pasando. Hay un esfuerzo pedagógico y, entre ellos, hay una preparación para mirar con particular cuidado las cosas del mandato, las víctimas más frágiles, los sectores étnicos, las dimensiones de género, las preguntas básicas que nos pone el mandato: la relación del narcotráfico con el conflicto; relación de paramilitares con el conflicto; efectos de conflicto en el territorio; la verdad de cosas bellas, de mujeres periodistas que luchaban por la paz sin descanso.

¿Cómo serán el esclarecimiento y los reconocimientos?

Son dos cosas distintas, pero que se complementan. El campo del esclarecimiento, que es epistemológico (de la teoría del conocimiento), de llegar a establecer patrones interpretativos que expliquen lo que pasó y que sean muy visibilizados por las ciencias sociales, pero que satisfagan las preguntas de fondo de las víctimas: ¿por qué lo hicieron en esta vereda? ¿qué los trajo aquí? ¿quiénes eran ellos? ¿quién los mandó? ¿qué intereses los movían? ¿cómo se explica eso en la totalidad de cosas que pasaban en Colombia? ¿por qué duró tanto tiempo? Ese es el campo del esclarecimiento.

¿Y el reconocimiento?

Ese es el campo de la ética, de la dignidad de las víctimas, de la grandeza del ser humano cuando reconoce sus responsabilidades. Las dos cosas están muy vinculadas.

¿Cómo llegar a las personas que nunca han dado su testimonio?

Estamos en eso. Hemos encontrado casos de masacres no documentadas. Pero tampoco pretendemos llegar a todo, porque tres años son muy cortos. La magnitud de la victimización es inmensa. Quisiéramos contribuir a esa explicación comprensiva, que le dé sentido a lo que nos pasó. Pero, repito, no para llegar a un punto final, ni para tener una verdad institucional (sería horroroso).

Por Gloria Castrillón /Juan David Moreno Barreto

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