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'Romaña' ahora es agricultor y pide que lo dejen trabajar

Entre cultivos de maíz y girasol, el excomandante guerrillero lanza críticas a su partido, hace un llamado a la unidad y pide ayuda para que le compren cosechas de silo que está por recoger.

Gloria Castrillón / @glocastri
27 de mayo de 2018 - 11:00 a. m.
Henry Castellanos en el cultivo de girasol que tienen los excombatientes en la vereda Muribá de La Uribe. / Fotos: Cristian Garavito
Henry Castellanos en el cultivo de girasol que tienen los excombatientes en la vereda Muribá de La Uribe. / Fotos: Cristian Garavito
Foto: Cristian Garavito / El Espectado

Desde que salió de Tumaco, en noviembre del año pasado, Henry Castellanos Garzón, quien se hizo famoso en las Farc con el alias de Romaña, no había dado la cara. Apenas se conoció un video grabado con celular, que él mismo difundió por redes sociales, donde daba cuenta de que había construido un puente sobre el río Guape que sirve de frontera entre los municipios de La Uribe y Mesetas, en el Meta.

Lo encontramos un sábado, al caer la tarde, en una finca ubicada en la vereda El Diamante, en el municipio de La Uribe. El paisaje es de una belleza abrumadora. El lecho del río Duda, testigo vivo de 50 años de luchas históricas de los campesinos que colonizaron estas montañas tras el bombardeo a Marquetalia y las llamadas repúblicas independientes de El Pato y Riochiquito, da paso a una vista envidiable: por el oriente la ya deforestada Serranía de La Macarena, al sur el parque Natural Tinigüa, al occidente el Parque Natural Los Picachos y el Sumapaz se adivina apenas al norte.

Galería: La vida en un asentamiento de excombatientes en Meta

Ya no usa boina, sus botas de caucho no son las tradicionales ecuatorianas que se enfudaba en la guerra. Nos recibe con tinto endulzado con panela y apuramos la charla en cámara, porque un monumental aguacero nos acecha.

 

Se muestra cordial y dispuesto a desmentir dichos de todo el mundo. El primero: no salió de Tumaco por amenazas de muerte; dice se fue de allí, decepcionado, con cerca de 60 excombatientes que como él habían operado por estas montañas, y llegaron a esas tierras a finales de diciembre pasado, buscando a sus amigos y familiares, y un mejor futuro para sus proyectos productivos. Según él, las matas de piña, sábila, plátano y maíz se están pudriendo allá en el espacio territorial de Nariño, por falta de comercialización.

Segundo desmentido: nunca llamó al fiscal general Néstor Humberto Martínez -como éste aseguró en el Congreso hace unas semanas- y jamás recibió ayuda de él para los cultivos de maíz que muestra con orgullo. Los 120 millones se los dio el gobierno sueco (este diario lo confirmó) en especie: semillas y abonos. Y no son 30.000 hectáreas como dijo el jefe del ente acusador. Son apenas 30. Se ríe.

La finca en la que nos recibe tiene 120 hectáreas, pero apenas 20 están sembradas. Además del maíz, tiene sembrados de vegetales, plátano y fríjol; cuatro piscinas con cultivos de cachama; una marranera que empezó con 12 hembras que llegaron en una travesía macondiana desde Tumaco y que hoy ya tiene 80 cerdos; un corral con gallinas (las primeras, se las regaló una hermana) pavos y patos; 350 cabezas de ganado que los excombatientes han comprado con su renta mensual; un taller de ebanistería, y un cristalino caño en el que piensa montar un proyecto turístico.

Parte de la conversación transcurrió en un recorrido dominical por las otras fincas que arrendaron para sembrar maíz y girasol. Tiene 12 escoltas (excombatientes) y se mueven en camionetas con placas de Bogotá (suministradas por la UNP) por estas carreteras que las Farc construyeron con las comunidades en tiempos del despeje de Pastrana. Se pasea con tranquilidad por la trocha llena de cráteres que conoce como la palma de su mano, mientras saluda con el pito a un par de soldados que hacen un retén impensable hace unos años.

¿Cómo logra mantener la unidad y la disciplina entre 350 excombatientes?

No es fácil, porque apenas recibieron los primeros $700.000 algunos excombatientes pensaron en comprar un celular o una moto. Uno les explica que eso se termina y que, si el Gobierno no cumple con la reincorporación, pues quedan a la deriva. Les aconsejamos ahorrar para tener algo para el futuro. Aquí la norma es comprar novillos cuando van a cobrar cada mes. Ya lo han entendido, aunque no falta el que compra el celular o les mande plata a las novias o se va a tomar trago.

Lea: Trabajando por quedarse: la reincorporación de las Farc en el Cauca

¿Cómo consiguió que Suecia lo apoyara con el cultivo de maíz?

Lo primero que hicimos al llegar fue buscar unas tierras en arriendo, luego toqué puertas de diferentes oficinas del Gobierno, la ARN, la oficina del Alto Comisionado para la Paz, la Agencia Nacional de Tierras, varias embajadas. Les hablaba de la incoherencia del Estado: duraron años pidiendo que nos desmovilizáramos y cuando llegamos al proceso de paz, ya no nos quieren ver. Uno se pregunta por qué no han llegado las inversiones a estos territorios tan afectados durante la guerra. Por qué si no se invirtió en la guerra, tampoco se hace durante la paz. Aprovecho para agradecer a los suecos y hacemos la invitación a otras embajadas y empresarios como Colanta y Alquería. Si nos va bien tendremos 5.000 toneladas de silo de girasol y 5.000 más de maíz. No pedimos que nos regalen nada, sólo cómprennos a precio justo.

¿Cómo los recibió la comunidad?

 

Bien, sólo estuve 18 meses por fuera, así que todos me distinguen.

¿Lo recibieron con miedo?

Sin miedo, ellos tienen confianza en uno, fueron 40 años en los que estuvimos con ellos y ellos con nosotros.

Pero ustedes hicieron daño también en estas zonas.

Eso es lo más bonito del proceso de paz, que nos da la oportunidad para que nos digan qué errores cometimos, para pedir perdón.

¿Lo ha hecho?

Sí, ya lo he hecho, así no lo haya hecho yo directamente. Si fueron las Farc, somos un colectivo, y hay que pedir disculpas. No he encontrado la primera persona que me haya dicho algo que yo hubiera hecho. Durante estos años, la gente nos buscaba a nosotros para solucionar sus problemas de linderos, de matrimonios, de cultivos. Y ahora siguen viniendo a buscarnos para que les solucionemos esos problemas, los mando donde la junta de acción comunal. Nos acogieron con cariño.

Las víctimas de secuestro no pensarán lo mismo. Usted siempre será recordado por las pescas milagrosas.

Ya hicimos actos de perdón en Bojayá, en La Chinita, con los diputados de Cali, las víctimas de El Nogal. Y seguiremos haciendo esos actos.

¿Y sus víctimas?

Aprovecho para decirles a todos los que se sientan afectados que vengan para que hablemos de los temas, si hay que pedir perdón y hacer aclaraciones, pues lo hacemos. Para eso hemos creado el Sistema Integral de Justicia Verdad Reparación y No Repetición y la Comisión de la Verdad, para que vayamos y digamos qué nos pasó en estos años, por qué nos matamos de esa manera.

¿Qué valoración hace hoy del secuestro?

Que es un método absurdo. Desde cuando se planteó, el camarada Jacobo (Arenas) dijo que debíamos hacerlo por un tiempo porque eso se degradaba, pero no encontramos otras formas de financiarnos. Era una guerra muy dura, impuesta por Estados Unidos. Es muy doloroso tener que retener a una persona para sacarle dinero. Lo importante es que hicimos un compromiso de respetar la vida.

En fotos: La vida cotidiana en el espacio de reincorporación de las Farc en Putumayo

En muchos casos eso no pasó.

Eso pasó por la misma presión militar, porque era una guerra muy dura. Es que una cosa es contarla ahora y otra es vivirla. Aprovecho para decirles a las personas que quieren volver a la guerra, que quieren descuartizar los acuerdos, que en la guerra se pierden vidas, valores, sentimientos, que no es lo mismo azuzar desde un escritorio o un micrófono.

Si fue tan doloroso, ¿por qué insistir en hacerlo?

Era una cuestión de vida o muerto, si no lo hacíamos nos moríamos de hambre, no podíamos conseguir la dotación para nuestro ejército o las municiones o los pertrechos. Un combate valía mucho (hace cuentas del valor de cada granada, de los cartuchos de munición). Si toda esa plata que se gastó en la guerra se invirtiera en obras sociales todos viviéramos bien. Claro, si no hubiera corrupción.

Con todos esos costos económicos y humanos, ¿valió la pena embarcarse en esa guerra?

Si no lo hubiéramos hecho, no estaríamos vivos. Es que nos declararon una guerra a muerte. Pregúnteles a los campesinos cómo eran los bombardeos, los ametrallamientos. Fue una guerra inútil, matarnos entre colombianos por capricho de las potencias. Eso fue lo que logramos entender en este momento. Y solucionamos ese problema, pero ahora no nos cumplen. Hay 188 países del mundo que saben que las Farc cumplieron y el Gobierno no. Y estamos aquí defendiendo el acuerdo, salvando vidas y comprobando que sí podemos resolver este problema entre colombianos.

¿Qué le dice a la base del partido que hoy puede estar con temor e incertidumbre?

Que sigan creyendo en el proceso de paz, hay que luchar para sacarlo adelante, así el Gobierno no cumpla, porque una de las banderas por la que nos alzamos en armas fue la paz. Les digo: sigan unidos. Nosotros llevamos 32 años negociando (desde el acuerdo de La Uribe, que se firmó a pocos kilómetros de aquí en 1984).

¿Y a la dirigencia de su partido?

Me da nostalgia lo que está pasando, esas no fueron las enseñanzas de Marulanda y Jacobo. Nosotros siempre luchamos por la unidad, por la fraternidad y la armonía, teníamos valores, y cuando se pierden y se lucha por el poder personal o se abandona a la base, que fue la que entregó su vida por nosotros, los que nos acompañaron en la guerra, se desfigura todo. Cuando algunos se quedan encerrados en una ciudad y no ven lo que ocurre en la base, pues es fácil sentarse a escribir; si se les da autoridad a otras personas para que escriban representando al partido, pues es peor. Por eso ha habido contradicciones con el caso de Santrich y con el camarada Iván (Márquez) y otros dirigentes.

¿Y usted por qué estaba marginado de estas discusiones?

Por eso me vine para esta finca a quedarme con mis antiguas tropas; ellos un día me dieron su vida y no puedo dejarlos abandonados, sería la muerte. Es lamentable que muchos excombatientes estén en descontento con los dirigentes. Sé que mis compañeros se van a sentir mal por lo que estoy diciendo, pero esa es la verdad: hay descontento con la dirigencia. Hay que visitar a los muchachos, orientarlos como hacíamos en la guerra, orientarlos en el proceso de paz para buscar un futuro mejor.

¿Está desconectada la dirigencia de la base?

Sí. No es un secreto. Usted va a los espacios territoriales y escucha eso, es el tema del día a día entre los muchachos y muchachas. Ojalá el partido salga adelante. Hago un llamamiento a la unidad, que miremos cómo lo sacamos adelante, como nos conectamos con la sociedad colombiana que tiene necesidades y espera una orientación de parte nuestra.

Lea: La paz en Putumayo tiene rostro de mujer

¿El Gobierno o su partido lo ayudaron en este proyecto?

Los alcaldes de La Uribe y Mesetas, y las comunidades se aterran porque no vine aquí a dar charlas políticas. Vine aquí a trabajar, no a predicar. Nos levantamos a las 4 de la mañana, estudiamos hasta las seis, todos nos embarramos, todos nos untamos. Les di curso para manejar tractor, curso de veterinaria para aplicar medicamentos a los cerdos, al ganado. Porque así como tuvimos la capacidad y la valentía de enseñarles cómo hacer la guerra, debemos tener la capacidad y la valentía para educarlos para un futuro mejor.

¿Usted sabía todo eso?

Sí, porque manejaba los recursos del bloque Oriental, tuve que aprender de agronomía, de veterinaria, de maquinaria, tuve relaciones con ganaderos, palmeros. Me quedó fácil aprender. En la guerra también sembrábamos y teníamos ganado y tractores, sembrábamos maíz, yuca, fríjol y arveja y mandábamos a Corabastos. Les vendimos muchos productos y cerdos y gallinas a los bogotanos que tanto nos odiaban. Era para autosostenernos y para sobrevivir al bloqueo que nos imponía la guerra.

¿Y ahora qué les falta?

Le hemos dicho a la Gobernación, a la Alcaldía de La Uribe, de Mesetas, póngannos a trabajar, dennos empleo, tenemos dos cooperativas y podemos contratar. Hemos dicho a todo grito que nosotros queremos la paz, sabemos construir. Ya hicimos un puente sobre el río Guape, con una rifa de un carro y 12 novillas. Recolectamos 150 millones de pesos, y nos juntamos para construirlo con los campesinos de la Esperanza, La Unión, La Floresta y El Vergel.

¿Usted está jugado con el proceso?

Sí, a pesar de las dificultades. Hay que sacarlo adelante. Eso sí le digo, si el camarada Santrich no sale en libertad, el proceso seguirá en crisis, porque sentimos miedo de que a cualquiera de nosotros nos hagan un montaje como el que le hicieron a él. Pero el daño ya lo hicieron, rompieron la confianza con el partido y en nosotros. Le recordamos al Gobierno que primero nos deben garantizar la seguridad física y la jurídica. Sin eso el proceso fracasa.

¿Qué necesita para realizar los planes a corto plazo?

Necesitamos la cosechadora para coger el maíz y el girasol, una cortadora para cortar cuatro surcos, una silo pack que es una empacadora, y las chuspas donde se empaca el silo. Y luego viene la otra etapa, que es arreglar las carreteras: son como 50 kilómetros, se necesitan 7.000 viajes de balastro y 30 alcantarillas.

¿Cómo está la atención en salud?

Están afiliados a la Nueva Eps, pero nadie cree en eso, menos mal no hay enfermos, solo dos que tienen cáncer, a uno lo atiende un extranjero que nos ayuda y para la otra muchacha hacemos colectas para las quimioterapias porque no la han atendido todavía. Conmigo andan 20 enfermeros y 10 odontólogos, tenemos cirujanos, traumatólogos, terapeutas, que saben más que los profesionales, porque en la guerra salvaron muchas vidas, pero no les han validado sus saberes y no pueden atender. Si nos pusieran cuidado, ellos podrían hacer brigadas de salud para la comunidad.

Nuevos puntos de reagrupamiento de las Farc en el Meta

Como lo reveló Colombia 2020 el pasado 19 de abril, en el país existen 33 nuevos puntos de reagrupamiento donde excombatientes de las Farc están buscando mejores oportunidades para su reincorporación exitosa, fuera de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación. El asentamiento que lidera Henry Castellanos en La Uribe es uno de los tres que hay en el Meta y se llama El Diamante, y a él pertenecen 350 personas. En jurisdicción de La Julia, también en La Uribe, hay otro en el que están cerca de 60 personas, mientras que en el campamento que se acondicionó en Mesetas, para la llegada de excombatientes que debían seguir en restricción de libertad, hay otro grupo de unas 80 personas. El Gobierno apenas empieza a reconocer estos asentamientos y sólo en algunos casos ofrece abastecimiento de alimentos. Siguen pendientes otros tipos de servicios como la seguridad. El Diamante ya pasó a la ARN su proyecto productivo para recibir financiación, están a la espera de la respuesta estatal y del apoyo de embajadas y empresarios.

Por Gloria Castrillón / @glocastri

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