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“Las sociedades posacuerdo siguen siendo violentas”: experto en temas de paz

Andries Odendaal, uno de los responsables de implementar los acuerdos de paz en Sudáfrica, dice que 20 años después del fin del conflicto su país enfrenta la violencia y la desigualdad.

Daniel Salgar
25 de mayo de 2016 - 08:54 p. m.
Andries Odendaal es miembro del Centro para la Mediación en África, de la Universidad de Pretoria.  / Óscar Pérez
Andries Odendaal es miembro del Centro para la Mediación en África, de la Universidad de Pretoria. / Óscar Pérez

El sudafricano Andries Odendaal es experto en la construcción de paz a nivel local, un asunto por lo general descuidado en los procesos de paz. Odendaal jugó un papel importante en la implementación de los acuerdos de paz en su país, tuvo el reto de hacer realidad lo que había sido acordado, en un contexto violento e inestable. Odendaal es miembro del Centro para la Mediación en África de la Universidad de Pretoria y autor de referencia sobre paz.

Colombia en poco tiempo tendrá el reto de implementar los acuerdos de paz. ¿En qué consiste ese desafío?

Por lo general se asume que cuando los políticos llegan a un acuerdo, este automáticamente se adapta a la realidad, de la misma manera que los capitalistas creen que el dinero por sí solo acaba con la pobreza. Esto no es del todo correcto. Especialmente en situaciones donde la violencia fue usada por actores locales para perseguir sus intereses y su propio conflicto, se asume que ese conflicto local está conectado a la violencia nacional. Esa conexión no es tan obvia. La violencia local es muy íntima, personal, los líderes políticos no están personalmente tan expuestos a esa violencia. Es la gente en los pueblos, en las áreas rurales, la que se mata entre sí. El conflicto local es más intenso, emocional, arraigado, el hecho de que los líderes políticos digan “ok, acabémoslo”, no quiere decir que lo van a aceptar en el terreno.

 

La experiencia en sociedades posacuerdo es que siguen siendo violentas. Otra experiencia es que, por lo general, la gobernanza es débil en sociedades posacuerdo. En muchas situaciones hay nuevos gobiernos de unidad nacional muy inestables. La gobernanza débil es un recipiente para la violencia, porque siempre habrá criminales oportunistas que exploten las oportunidades. Por estas razones es importante poner atención a los procesos de construcción de paz locales y no asumir que los acuerdos van a caer del cielo.

¿La Sudáfrica posacuerdo es más violenta?

Por supuesto. Hay varias formas de violencia. Una es la criminal, relacionada a la desigualdad. Sudáfrica es una de las sociedades más desiguales del mundo. Más del 40% de la población es pobre. Hay muchas sociedades así de pobres, pero no así de desiguales. Es la combinación de la pobreza en el contexto de la gente que es demasiado rica. En Sudáfrica se ha arraigado una percepción muy popular: “Somos pobres porque ellos son ricos, porque nos roban, nos explotan…”. La violencia no es específicamente anti-blanco, sino anti-rico, es un problema cultural. Tanta gente joven está creciendo en el contexto de la violencia, que eso se está normalizando. Racismo también hay, aunque es ilegal. Está bajo de la superficie, pero sigue 20 años después del acuerdo.

Colombia también está entre los países más desiguales. ¿Cómo abordaron este problema en el proceso de paz en Sudáfrica?

El resultado del acuerdo de paz fue una nueva Constitución, una de las pocas donde están garantizados los derechos socioeconómicos de las personas. Cualquier gobierno tiene la obligación de proteger esos derechos. Pero no se ha hecho, por eso parte de la violencia de hoy se debe a la desigualdad y está dirigida contra el gobierno. Ahora hay en promedio cinco protestas violentas diarias. Movimientos de protesta salen a la calle porque dicen que los servicios del gobierno local no son suficientes, se sienten descuidados, marginalizados. La ambivalencia es que las protestas son dirigidas por la misma gente que votó por el partido gobernante.

¿Cómo se involucró en el proceso de paz?

Yo era profesor de la Universidad del Norte, que era negra, en 1980. A los blancos se les permitía enseñar en universidades de negros, pero a los negros no se les permitía enseñar en universidades de blancos. En 1980 en los campus había muchas protestas. Yo me involucraba en los conflictos de estudiantes, trataba de que se entendieran mejor entre sí. Iba a la administración, mediaba, aunque sobre mediación. Se podía trabajar en la superficie, pero los problemas eran estructurales. Cuando la secretaría de paz fue establecida después del acuerdo de paz, me volví responsable de la implementación de los acuerdos en una región de Sudáfrica. Teníamos que establecer comités locales de paz, apoyarlos, servirles, era muy intenso y turbulento.

Tenía que hacer los acuerdos realidad...

Y sin manual. Era puro instinto. Tuve que construir una metodología. Estaban las guías del acuerdo, pero sobre cómo prevenir la violencia, que era nuestro objetivo más grande, teníamos que experimentar. El acuerdo lo firmó el gobierno y todos los partidos políticos, y la policía estaba sujeta al mismo. A nosotros los diferentes actores nos tenían que alertar si planeaban una protesta o reunión que pudiera tornarse violenta. Nos reuníamos con las partes, los que querían protestar y contra quienes protestaban, y luego con todos los actores, la municipalidad, la policía, ellos se ponían de acuerdo para contener, juntos, la violencia. La cuestión era: ya estamos comprometidos con el acuerdo, ¿cómo lo cumplimos? La violencia seguía ocurriendo esporádicamente, había cosas que no se podían contener.

¿Cuáles son los riesgos políticos en la implementación?

El mayor riesgo es la “captura política”, es decir, que un partido pretenda capturar o tener el control del proceso. Por su naturaleza tiene que ser un proceso donde los que han pactado la paz, y preferiblemente toda la sociedad, colaboren con sus propios procesos, pero si un grupo lo captura, y normalmente ese es el partido del poder, tenemos problemas. Durante la época de Mandela se logró convencer a la gente de que el proceso de paz nos involucraba y nos servía a todos. Pero el Partido Nacional cometió un error. Había un gobierno de unidad nacional y se salieron después de dos años. Sintieron que estaban siendo usados para seguir las decisiones del partido ANC (African National Congress), se volvieron opositores, muy incómodos. Hoy la reconciliación está muerta y se está buscando empezar un nuevo diálogo.

Aquí nos hablan de posconflicto, mientras que usted prefiere la palabra “posacuerdo”. ¿Cómo prepararnos para esa etapa?

Mejor hablar de posacuerdo. Para prepararse, nunca se debe dar por hecha la paz. Y sobre la violencia, el punto es que su naturaleza es destructiva. Cuando sucede, algo se rompe, no sólo la vida humana sino la cohesión social, esa especie de confianza instintiva en el otro. En un sentido profundo, la violencia destruye las relaciones, la confianza que hace posibles, intactas y productivas esas relaciones. A veces las relaciones se rompen de manera irreparable. Hay que empezar de nuevo, no se puede asumir que porque hubo un apretón de manos ya se están restableciendo. No se cura tan fácil. Y hay un aspecto estructural: las fuerzas sistémicas que crearon el conflicto siguen funcionando, la cuestión es cómo las nuevas fuerzas son más fuertes que las viejas.

En Colombia debatimos sobre víctimas y justicia de transición. ¿Qué nos dice su experiencia?

Desde mi perspectiva como sudafricano blanco fue muy importante, pero no suficiente, lo que la Comisión de la Verdad hizo, que fue quitarle argumentos a la gente que no sabía o no quería saber sobre el conflicto. Muchos creían que todo estaba bien. Fue la Comisión la que puso un espejo: pensábamos que éramos hermosos y vimos que éramos horribles. La Comisión nos confrontó con una verdad sobre nosotros, una verdad que muchos, como mi padre, que apoyaba al gobierno, no querían ver. Para eso fue bueno, y para que las víctimas contaran sus historias. Pero el gobierno dañó el proceso porque había unos requerimientos muy específicos en la Comisión sobre reparación a las víctimas. El gobierno falló en implementar esas recomendaciones. Todavía hay muchas víctimas. Hay alrededor de 800 casos en los que la Comisión refutó las amnistías y dijo que el Gobierno debería procesar a ciertas personas, pero no lo hizo. Los perpetradores están libres en Sudáfrica.

Por Daniel Salgar

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