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En Quibdó hay convivencia y paz en las aulas de clase

La rectora de la Institución Pedro Grao y Arola, Nidia Asprilla, ha logrado que los mismos alumnos aprendan a disolver sus diferencias a través de talleres de convivencia y con el apoyo de “padrinos”. Así, está sacando a estos jóvenes del vicio y las bandas delincuenciales.

Colombia2020/ @EEColombia2020
14 de enero de 2018 - 08:31 p. m.
La Institución Pedro Grau y Arola se llevó el segundo puesto en el Premio Colombia2020, Constructores de País, en la categoría Iniciativas de instituciones educativas públicas. / Óscar Pérez - El Espectador.
La Institución Pedro Grau y Arola se llevó el segundo puesto en el Premio Colombia2020, Constructores de País, en la categoría Iniciativas de instituciones educativas públicas. / Óscar Pérez - El Espectador.

En el 2015, cuando Nidia Asprilla llegó a la Institución Pedro Grao y Arola en Quidbó (Chocó) le sorprendió que la mayoría de los 5.100 alumnos que hacen parte de la institución eran maltratados en sus hogares. Tenían baja autoestima, estaban metidos en la drogadicción y las riñas, y tenían dificultades en el aprendizaje. Llegó a contar hasta 20 pleitos entre los alumnos al día. Muchos eran jóvenes que pertenecían a bandas delincuenciales, por el abandono de sus padres y porque el tiempo libre y la falta de oportunidades les mostraba ese camino como la mejor opción.

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Entonces decidió que, como rectora de la institución, estaba en sus manos respaldar a estos niños y jóvenes para que se alejaran de los problemas y se animaran a estudiar, a entender a sus compañeros y apoyarse mutuamente en un municipio marcado por la violencia. Fue así que promovió comités de convivencia en cada curso y uno central para toda la institución. De esta forma, cuando se dan conflictos entre los compañeros, son ellos mismos los que arreglan sus diferencias a través del diálogo. “El uno le pedía perdón al otro, hacíamos que ellos se disculparan ante toda la comunidad, llevaban carteleras alusivas a ese antivalor que tenían y delante de todo el mundo hacían un pacto de convivencia”, cuenta Nidia.

Gracias a una iniciativa que comenzó en las aulas de clases, en menos de dos años ha logrado que pasen meses sin que haya pleitos en el colegio. Aunque la tarea ha sido todo un reto. En la institución, afirma la docente, prácticamente todos los estudiantes son desplazados por el conflicto armado y como Quibdó es foco de violencia, hay jóvenes que pertenecen a grupos delincuenciales. Recuerda que un día de septiembre un joven que estaba abandonando el grupo armado al que pertenecía por la banda de paz que crearon en el colegio fue asesinado en frente de la institución. Desde entonces, ve que cada joven de la Institución es una vida que puede rescatar a través de sus iniciativas. .

“Nosotros no podemos esperar que de la noche a la mañana vayamos a resocializar a los niños que tienen una gran cantidad de dificultades. Hay que buscar todos los mecanismos que podamos hacer. Ellos replican que es como si fuera un reformatorio y yo les digo que no, que la misión nuestra es formar niños para la vida, para que aprendan a sobrevivir en su ambiente y sepan construir su medio de una forma positiva”, agrega.

Además de los comités de convivencia, con el apoyo de los profesores, las mamás, administrativos y personas de otras organizaciones, están apadrinando a estos chicos para que vayan adquiriendo confianza y amor en lo que hacen. También han logrado llevar especialistas que escuchen a los muchachos que consumen drogas para que vayan dejando la adicción. Incluso, se les permite el consumo de la dosis personal, pero con el único objetivo de que progresivamente dejen la ansiedad.

Con las mamás de los estudiantes y con algunas miembros de algunas bandas delincuenciales han avanzado en la creación de microempresas. Actualmente tienen cuatro. Una es de modistería, con las madres cabezas de hogar y mujeres jóvenes que van saliendo del colegio, a través de la cual hacen los uniformes para todo el colegio. Hay otra empresa que tiene por objetivo hacer todos los pupitres de Chocó, en el que trabajan los muchachos de las bandas. Además de mantener su mente ocupada, alejándolos de la violencia, les proporcionan alimentación y algunas de las ganancias para su resocialización. Trabajan actualente con cerca de 20 mamás y 10 jóvenes.

Una vida hecha para la docencia

Nidia y su familia provienen de Tadó (Chocó). A ella le gusta hablar de sus padres como dos docentes que le enseñaron desde muy pequeña a ayudar a los otros. Por eso decidió seguir ese mismo camino. Estudió en la Universidad Tecnológica del Chocó e hizo el posgrado en educación ambiental en la Universidad Santiago de Cali.

Y está hecha para la educación con jóvenes. Así lo demuestra ahora y en una ocasión anterior cuando cogió un grupo de 6° hasta 11° del Colegio José del Carmen Cuesta, en Quibdó, y ninguna adolescente resultó embarazada. “Desde sexto les hice entender que ellas iban pasando por etapas: de la niñez a la pubertad y que iban a tener un cambio orgánico, físico, psicológico, que determinaba un cambio total en su vida y que tenían que saber afrontar para que la vida no se les hiciera más difícil”, relata.

Nidia y la Institución Pedro Grau y Arola se llevaron el segundo puesto en el Premio Colombia2020, Constructores de País, en la categoría Iniciativas de instituciones educativas públicas. “Lo que yo quiero que la gente entienda es que adonde uno vaya y desde el espacio donde se esté se puede contribuir al bienestar de las comunidades”, resalta esta rectora.

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Con esta labor, ha conseguido que cerca de 20 jóvenes abandonen la delincuencia y que el colegio haya pasado del puesto 58 a nivel nacional, al 17. Actualmente, están gestionando programas con las Diócesis para que los chicos que estén en la jornada de la mañana puedan estar en la tarde entretenidos en algún taller, y viceversa.

Lo que viene ahora, según nos cuenta, es que el gobierno departamental y nacional los apoye con más pupitres para poder abrirle la puerta a más jóvenes. Asimismo, espera que se construya el megacolegio para poder reunir a los 5100 en una sola jornada. “La idea es tenerlos en la mañana dándoles las áreas básicas y en la tarde fortalecerles la parte deportiva porque a ellos les gusta mucho el fútbol. La parte cultural también les gusta mucho, la chirimía, la danza, el teatro, la pintura”, dice.

Para Nidia, cada uno de estos jóvenes tiene grandes potenciales que la misma violencia del país y de sus casas ha opacado. Por eso, a través de las clases, los talleres, el acompañiemiento de ella y los profesores, quiere garantizarles que puedan conocer y explotar todas sus cualidades y aptitudes.

Por Colombia2020/ @EEColombia2020

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