Los cultivos de maracuyá, las cartas y la memoria que se va perdiendo del abuelo Gerardo son los tres elementos a través de los cuales la escritora Marcela Velásquez pinta el entorno y la vida de Juan Esteban, un joven que sueña con ser cantante de rap, pero que también quiere seguir trabajando en el campo, con su familia.
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Fue en Dabeida (Antioquia) donde Marcela encontró la historia de Juan Esteban. Llamó su atención de golpe porque leía ‘El Hobbit’ en la biblioteca móvil que llegó a este lugar y porque su ropa y su cabello eran distintos a los de los chicos del pueblo. Tenía la pinta de un cantante de rap.
“Quiero volver al campo, pero también quiero ser cantante. Mamá dice que canto muy bien. Me gustaría en la madrugada, estar allá en Dabeiba, para saludarte a ti y al sol con alguna tonada. Una canción inventada por mí. Me gusta escribir historias y volverlas música”, es una parte de la colección epistolar de este joven para su abuelo, en la que le cuenta del transcurso de su vida y la de su familia después de que fueron desplazados por la violencia, y de cómo viven ahora sin la amenaza de guerrilleros y paramilitares.
Aprendió a escribir gracias a la biblioteca que llegó a la que fue la zona veredal de Llano Grande en este departamento. Allí pudo encontrar la posibilidad de comunicarse con su abuelo a la distancia, pero también la inspiración para las letras de sus canciones. “Leo para que las letras que compongo para mis canciones sean bonitas, no violentas. Quiero que estén llenas de ilusiones”, dice él en el relato.
“Me pareció importante rescatar el hecho de la memoria, de quién era el abuelo con problemas de alzhéimer. Él fue víctima de la violencia porque le mataron a su esposa y a su hermano y este muchacho, su nieto, víctima de desplazamiento forzado empieza a contarle todo lo que les ha tocado a través de cartas. El relato mezcla incluso el tema del perdón, el tema de la reconciliación, de volver a su pueblo y que tuvieran cerquita a todos estos guerrilleros concentrados”, aseguró Marcela.
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La ilustradora, en esta ocasión fue María Carolina Ramírez, quien decidió aprovechar la imagen de esta fruta para sus ilustraciones. “Me parece que estas historias son una forma bonita de abordar la paz para que los demás las conozcan, sobre todo los más pequeños. Además, es muy incluyente, porque están tanto las personas que hicieron parte del conflcito como las personas que jamás en su vida han tenido que ver con violencia, pero a través de los relatos podrán entender su realidad”, agregó Carolina.