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Sin maletas: resistiendo al despojo y al olvido

“Sin maletas, historias de refugiados desde el exilio” es el resultado de un arduo compromiso del periodismo latinoamericano con una problemática que nos habla pero no escuchamos: el exilio a causa de la violencia, el odio y el poder déspota.

Andrés Osorio Guillott
21 de enero de 2018 - 02:30 a. m.
Margarita Solano Abadía, periodista colombiana, quien reside en México y es colaboradora de El Espectador. / Cortesía
Margarita Solano Abadía, periodista colombiana, quien reside en México y es colaboradora de El Espectador. / Cortesía

Con prólogo de la periodista y politóloga colombiana Olga Behar, el texto Sin maletas: historias de refugiados desde el exilio (Ícono), da inicio a varios testimonios que dan cuenta de todo lo que hay detrás de la condición de refugiado en el mundo: escondites, castigos, escabullidos, olvido y resistencia son elementos que constituyen la necesidad de salvar su vida pese a tener que acomodarse a una cultura casi impuesta y a unas situaciones que pueden llegar a ser infrahumanas cuando las instituciones y toda la burocracia impiden la realización de vivir por una serie de trámites y papeles que demuestren que aquellos que fueron expulsados por el riesgo de morir son ahora refugiados y exiliados en países donde pueden ser estigmatizados y también olvidados. Margarita Solano Abadía, periodista colombiana que reside en Ciudad de México, decidió despojar sus maletas y ponerse en los zapatos de varios colegas que, como ella, se embarcaron hacia distintos lugares del mundo que acogen a miles de refugiados provenientes de diversas culturas pero con un aspecto en común: el valor de construir una nueva vida. Diez relatos que son presentados a manera de crónicas, reúnen el trabajo de periodistas mexicanos, venezolanos y colombianos. Todos se encargan de seguir el rastro de hombres y mujeres que sufrieron la dura experiencia de salir obligados de sus tierras y del calor de sus hogares para buscar en una tierra ajena aquello que llevaban construido con amor y convicción durante años. Casos de Colombia, Afganistán, Irán, República del Congo y Siria se aglomeran en relatos que rompen fronteras y, de paso, esperanzas que yacen en los corazones que aún con romanticismo piensan en la posibilidad de un mundo en paz.

El lanzamiento de este texto no sería nada sencillo. A pesar de que la violencia y el conflicto son temas transversales y de gran interés para las editoriales y los lectores en Latinoamérica, el tema de los refugiados específicamente fue rechazado en diversos lugares donde las puertas cerradas eran una muestra más de que la cifra en millones de los refugiados era un dato superfluo. La necesidad de poner este tema en medio de la competencia rapaz de las editoriales por vender y no por denunciar vislumbraba la mirada de aquellos que también pasan por alto el sufrimiento del otro y evitan a toda costa realizar una panorámica de lo que sucede alrededor.

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La violencia crea ausencias de todo tipo: desde la infalible muerte hasta la salida inminente de personas que defendieron sus ideales o que simplemente edificaron sus sueños en medio de tierras llenas de odio y deshumanización. Un libro, un pasado y la ropa que llevan puesta son las únicas pertenencias que se llevan la mayoría. Algunos tuvieron que pasar por prisión; otros tuvieron que olvidar su identidad. En el caso de Oriente Medio, los refugiados exponen su vida en el escape. Hay quienes pueden contar la odisea y hay quienes se quedan en medio del fuego cruzado o mueren intentando cruzar el mar Egeo hacia el Viejo Continente, que es visto como la nueva tierra prometida.

México, Argentina, Grecia, Italia y España son los países a donde llegaron los protagonistas de este libro. Muchos buscaron llegar a Reino Unido o Alemania, países que en los últimos años han acogido a miles de refugiados. El caso de Reino Unido es, quizá, uno de los más relevantes, pues allí se ofrecían visas de cinco años con protección humanitaria, es decir, avalaban su presencia y aceptaban su entrada a una de las economías más estables y poderosas del mundo. Si bien la situación se ha ido agudizando precisamente por el interés de la mayoría de exiliados de llegar al Reino Unido, aún son muchos los casos aceptados que terminan adaptándose a la cultura inglesa, a pesar de los referentes históricos que pueden llegar a generar diferencias, sobre todo entre aquellos que han sobrevivido al conflicto territorial y de ocupación en Palestina e Israel. Margarita, quien estuvo a finales de noviembre del 2017 en Bogotá en el lanzamiento de su libro, considera que los 65 millones de refugiados que hay hasta el sol de hoy son producto de una serie de consecuencias que van desde la indiferencia en un voto que erradique las crisis hasta la desaparición de valores primordiales de una sociedad a causa de la violencia, como lo son la tolerancia y el respeto por la alteridad.

Markos, Dymitro, Pascal, Martina, Essa y demás protagonistas de este texto, símbolos de millones de personas que han vivido situaciones similares de exilio forzoso, nos recuerdan que la resiliencia se ha adherido a nuestra esencia. Hemos resistido nuestra propia crueldad; hemos soportado gobiernos autoritarios, ráfagas que se mueven por el aire, hiriendo o asesinando aleatoriamente a personas que son vistas no como seres humanos sino como consecuencias colaterales de una disputa por el poder, por el territorio o por ismos que han sobrepasado la mente del ser humano y han opacado el amor y las virtudes.

Por Andrés Osorio Guillott

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