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País(es) Divergente(s): Radiografía del Plebiscito

Los resultados del domingo 2 de octubre mantienen esta fábula de dos países que divergen, y romper esa historia es el principal reto de cualquier acuerdo posterior. El abstencionismo y el No le dieron la espalda a esta tarea pendiente desde hace medio siglo.

Juan Sebastián Muñoz y Juan David Herreño
13 de octubre de 2016 - 07:53 p. m.
EFE
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El pasado 2 de octubre en Estados Unidos era un día común y corriente. Para nosotros, colombianos que vemos el país a la distancia, era un día de esperanza y mucha ilusión. Luego de varias horas, Al volver a casa luego de votar y ver los resultados, el domingo seguía siendo un día cualquiera en Estados Unidos, la gente que pasaba caminando comentaba el resultado del partido de fútbol americano sin saber la sorpresa y la tristeza que teníamos por ver a nuestro país tan marcadamente dividido.

Al ver los resultados decidimos revisar los datos disponibles y escribir sobre la división que sentíamos  que había en el país. En este artículo queremos contarles lo que encontramos, y describirles quiénes fueron los que apoyaron el Sí fervorosamente; quiénes clamaron mayoritariamente por ser tenidos en cuenta en un proceso que fue decidido desde las urbes y marcado por una abstención abrumadora. 

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El primer mapa que les presentamos tiene el porcentaje del voto por el Sí, a nivel municipal. Es evidente que en las áreas de periferia -las más lejanas a los centros urbanos- los habitantes tuvieron una mayor voluntad de paz. Mientras en Bojayá y en Toribio hubo un 96% y 85% de aprobación, respectivamente, en Medellín y Bucaramanga hubo tan solo un 37% y un 45%.

Ahora bien, adentrémonos y pongamos la lupa en el grupo de municipios más pobres, más desiguales y más victimizados del país. A estos municipios les asignamos un color dependiendo del resultado en el plebiscito: verde a aquellos que votaron mayoritariamente por el Sí; y naranja para aquellos que votaron por el No. Los resultados que presentamos en los siguientes tres mapas son abrumadores: el Sí ganó en el 86% de los municipios más pobres, en el 67% de los municipios con más acciones violentas, y en el 62% de los municipios más desiguales. 

 

Si lo anterior no le resulta inquietante como a nosotros, les presentamos unas estadísticas básicas que contrastan aún más los municipios en los que ganó el Sí y en los que ganó el No. El cuadro 1 muestra el total de episodios violentos durante el 2013. La tabla está desagregada  entre los municipios donde el Sí y el No ganaron. Les presentamos también el total de hectáreas sembradas de coca en estos municipios, así como el porcentaje de municipios productores de la misma. Los municipios que votaron por el Sí han vivido muchísimo más el conflicto. Por ejemplo, en los municipios donde ganó el Sí hubo 164,134 desplazados (casi 3 veces más que donde ganó el No), 9,965 actos terroristas (más de 10 veces que donde ganó el No), y 22,220 amenazas (1.4 veces más que donde ganó el No), entre otros. Asimismo, el área cultivada de coca fue 7.3 veces mayor en los municipios donde ganó el Sí (42,391 hectáreas versus 5,798).

Adicionalmente, en el Cuadro 2 presentamos la distancia promedio a diferentes centros de acopio, así como características de ruralidad, escolaridad, y mortalidad infantil a nivel municipal. Encontramos pues que los municipios que apoyaron el Sí fueron los más lejanos a los mercados y al estado, las dos variables más importantes para explicar el desarrollo económico y la equidad. La distancia promedio a Bogotá, a la capital del departamento, y al principal centro de alimentos es mucho mayor para los municipios donde el Sí ganó.  Estos municipios también cuentan con una mayor proporción de ruralidad, una mayor mortalidad infantil, y un menor resultado promedio en el Saber 11 del ICFES.  Así pues, los lugares menos cobijados por el estado (lo más cercanos a los centros de poder) y el mercado (los que tienen acceso a comercio y actividad económica alta), así como los más rurales, y con menores indicadores de desarrollo humano decidieron apoyar en mayor medida los acuerdos.

Es más que evidente que los municipios que apoyaron el Sí son muy diferentes a los que apoyaron el No. Pero, ¿por qué son importantes estás diferencias? Una característica natural de un acuerdo de paz es su carácter compensatorio. El acuerdo entrega unos beneficios (infraestructura, apoyo productivo, sustitución de cultivos ilícitos, entre otros) concentrados en zonas tradicionalmente olvidadas, y los financia con costos que recaen mayoritariamente en las zonas que tienen mayores ingresos y contribuyen con más impuestos. Esto es cierto incluso para los intangibles del acuerdo (verdad, justicia, participación electoral, cambios legislativos). Igualmente, el acuerdo beneficia más directamente a las zonas con más víctimas, con menos presencia estatal y con acceso más difícil a los mercados. Así las cosas, es natural pensar que las personas que más se benefician del acuerdo tengan más incentivos para votar Sí, mientras que aquellos que asumían la carga impositiva se decidieran por el No. El gran problema recae en que aquellos a favor del Sí fueran las personas que desafortunadamente han cargado con el mayor peso de la guerra, y han vivido (¿y vivirán?) las mayores consecuencias de la misma.

Los resultados del domingo 2 de octubre mantienen pues esta fábula de dos países que divergen, y romper esa historia es el principal reto de cualquier acuerdo posterior. El abstencionismo y el No le dieron la espalda a esta tarea pendiente desde hace medio siglo. Es hora que Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cali, Manizales, Armenia, Ibagué, etc, se solidaricen con Bojayá, Toribío, Nuquí, El Tarra y otros. Compartir algunos datos que ilustran estas diferencias es nuestro aporte -con los que esperamos convencerlos que la otra Colombia merece una oportunidad. Pero familiarizarnos con historias cotidianas de la vida en los lugares más remotos del país, hacer parte de la pedagogía de la moralidad de la paz, entender el beneficio del impulso al campo, y obligarnos a cerrar las brechas al interior de un país desigual son los pilares de la paz que todos merecemos. Impulsar acuerdos que ignoren las tareas pendientes en las zonas olvidadas no nos permitirá salir de esta divergencia entre campo y ciudad, que tristemente ha sido estable y duradera en nuestro país.

Ahora es el momento de apoyar más fuertemente la consecución de un acuerdo para el país. De generar empatía hacia la soledad de aquellos que perdonaron a sus victimarios pero viven en un país ajeno a sus necesidades y deseos de paz. Ya es hora que los más vulnerables no sean extranjeros en su propio país.

*Juan Sebastián Muñoz es estudiante de economía de la universidad de Illinois en EEUU y  Juan David Herreño es estudiante del doctorado en Economía de la Universidad de Columbia. 

Notas: No somos  los únicos en usar datos disponibles para caracterizar el resultado del plebiscito en Colombia. Recomendamos los análisis que de manera independiente ha hecho la Rama Ciudadana (laramaciudadana.com) y Leopoldo Fergusson y Carlos Molina. Nuestros datos provienen del Censo del DANE en 2005, datos electorales de la Registraduría, e información al nivel de municipios compilada en el Panel Municipal del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE). Definimos los municipios más pobres, más desiguales y más victimizados como el 25% de municipios con mayor población en condición de pobreza según el índice de pobreza multidimensional, con mayor desigualdad de acuerdo al índice de Gini, y con mayores tasas de victimización (desplazamiento, delitos contra la libertad, desaparición, homicidio, minas antipersonas, pérdidas de inmuebles, secuestro, tortura y vinculación de menores en el conflicto) relativo al tamaño de la población.

 

 

Por Juan Sebastián Muñoz y Juan David Herreño

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