Colombia + 20
Haciendo País

“Mocho Man”, el soldado amputado que va a la Copa Mundo

A Juan José Florián un explosivo lo alcanzó en la puerta de su casa. Perdió las dos manos, su pierna derecha y la visión de un ojo. Reconstruyó su cuerpo y ahora tiene una nueva pasión: el deporte. Correrá en la Copa Mundo de Paraciclismo este fin de semana, en Holanda.

Juliana Gil Gutiérrez - @juliigil
29 de junio de 2017 - 12:14 a. m.
Juan José Florián tiene seis hermanos. El mayor fue un motivo de inspiración para unirse al Ejército. /  Mauricio Alvarado - El Espectador
Juan José Florián tiene seis hermanos. El mayor fue un motivo de inspiración para unirse al Ejército. / Mauricio Alvarado - El Espectador

Nadie se atrevía a construirle una bicicleta. Ingenieros, fisioterapeutas o diseñadores, todos pensaban que era una locura. “¿Cómo va a montar?”, le decían, si perdió los brazos, la pierna y la vista en el ojo derecho por un explosivo de las Farc. Buscó, tocó puertas y, cuando estaba a punto de perder la esperanza, se le apareció, como lo llama él, “una lucecita en la oscuridad”. Pedro Fonseca, técnico en ortopedia, estaba dispuesto a intentar convertirle su bicicleta en una que pudiera montar. Entre pruebas y ensayos, quedó lista. (Lea: "Una esperanza que se abre para Mesetas")

“Es una cicla común y corriente”, dice Juan José Florián, pero tiene accesorios en socket de fibra de carbono para apoyar los brazos y el muslo, un juego de cambios mecánicos a control remoto que ajusta con la boca mientras pedalea y una adaptación para frenar con la misma pierna con la que se impulsa. Él quería que en la cicla escribieran “Mocho Man”, pero Pedro no se atrevió a ponerle ese nombre y eligió un diseño de Iron Man, el superhéroe. “Si hay un Nairo Man y un Iron Man, ¿por qué no un Mocho Man? Yo quiero que me conozcan así”.

Con la bicicleta se encarretó después de ser nadador de alto rendimiento por cuatro años. Quería hacer algo diferente, algo que ninguna persona con su condición física hubiera hecho en el país. Empezó a buscar las clasificaciones funcionales de los deportistas paralímpicos en ciclismo –C1 la suya, que indicaba una lesión grave– y encontró que no había ningún C1 en Colombia. Solamente un argentino en Suramérica y cinco en todo el mundo. “Fui el único soldado que tuvo todas estas amputaciones desde 2010 y hoy el único ciclista colombiano con esta condición”.

El deporte le dio una nueva vida

Nació en Puerto Berrío, Antioquia, pero creció en Lejanías (Meta), un municipio que tuvo presencia guerrillera y paramilitar. Vivió combates constantes entre grupos insurgentes y el Ejército. Allá, en las planicies del Meta, en la finca de su mamá, Magnolia Valencia, se enamoró del uniforme. Sabía que era zona de presencia guerrillera y era feliz cuando llegaba el Ejército porque podía salir, hacer bulla o jugar en los potreros con sus hermanos, y la mamá podía ir a mercar al pueblo. “Los juegos pirotécnicos que vi de niño fueron los disparos”, cuenta Juan José. Un día le preguntó a un soldado por qué solo los veía al amanecer y él le explicó que esa era su labor, lo que para Florián fue un “trabajo social de ciudad a las personas”. Mientras el soldado le contaba la historia, empezó a soñar: “Cuando sea grande, quiero ser soldado”, pensó. Tenía 7 años y desde ese momento quiso cumplir los 18 para prestar servicio militar. “Me entregaron la contraseña y corrí al Distrito Militar para enlistarme”. (Le puede interesar: "La historia detrás de la pala que Santos le regaló a Timochenko")

No tiene problema en contar cómo fueron los hechos, pero prefiere hablar de las cosas felices porque “los colombianos tienen mucho odio y cuando uno dice eso se generan más rencores. Es mejor contar las cosas bonitas, lo que he logrado”. En resumen, era 2011, estaba de vacaciones en la finca de la mamá y en la puerta de la casa dejaron un paquete… Explotó. Desaparecieron sus manos, perdió la visión, se le reventaron sus tímpanos y perdió una pierna. “Las Farc estaban inconformes porque mi mamá había vendido la finca y querían un porcentaje del dinero”, explica Juan José.

Se siente afortunado de haber sido él quien movió el paquete y no ella, aunque no sólo tuvo que reconstruir su vida, sino también su cuerpo.

Empezó nadando en las terapias. Sentía miedo, no sabía cómo hacerlo sin manos. Era el único militar entre los civiles que lo acompañaban en la piscina y las personas pensaban que él sería el más fuerte. “El soldado se dejó ganar”, gritaban, cuando se detenía. ¿Qué había pasado con las historias del campo, la selva y los combates?, le preguntaban en su casa. ¿Por qué el hombre que no le tenía miedo a nada ahora esperaba sentado al borde de la piscina?

Se rieron. Lo cuestionaron. Tomó aire.

Se lanzó a la piscina: ahí empezó la carrera del nadador y medallista. “Tragué agua, pero esa agua se convirtió en pasión, sueños y saber que era capaz. Mis venas se llenaron de agua, agua con cloro que sabía a satisfacción”.

Estaba en un tratamiento psiquiátrico, pero el deporte lo sanó. Dejó los medicamentos para dormir y para la ansiedad. Así encontró su salida. Pasó de ser el último nadador en llegar a tener 12 medallas de oro y unas cuantas decenas de plata y bronce.

Pero se detuvo para estudiar psicología.

Lo dejó todo para dedicarse a la bicicleta

Tres semestres, una beca y buenas calificaciones: aplazado. Tres adaptaciones para la cicla, un sueño y la confianza de poder lograrlo: rodando.

Entrena todos los días con Pacho Rodríguez — exciclista boyacense, quien alcanzó el tercer lugar en la Vuelta a España de 1985— nada y hace gimnasio en el Centro de Rehabilitación Inclusiva (CRI). Allá también duerme, come y recibe el acompañamiento de fisioterapeutas, médicos y metodólogos, quienes lo apoyan en su preparación para la competencia. “Tengo mis ganas, a mi familia, a mi hija Laura y el apoyo de las personas que se sumaron al proceso”.

Con el deporte aprendió a ganar y perder; en la cicla, volvió a soñar. Va por la Copa Mundo, por un cupo al Mundial de Ruta de Sudáfrica y la preparación para los Parapanamericanos. Correrá entre mañana y el domingo en las modalidades de contrarreloj (17 km) y fondo (71 km y 56 km).

Cuenta que es difícil ver su cuerpo incompleto, pero la meta está clara. Él, Juan José Florián, Mocho Man, soldado, hijo, padre enamorado y ahora ciclista, tiene la certeza de triunfar en su bicicleta.

Por Juliana Gil Gutiérrez - @juliigil

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar