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Los transgénero buscan la paz para sus cuerpos excluidos

Las violencias contra esta población se dan en el marco del conflicto y fuera de él. Hoy, desde las regiones, construyen iniciativas para que la política pública se diseñe pensando en acabar la discriminación contra ellos y ellas.  

Nicolás Sánchez A. / @ANicolasSanchez
19 de diciembre de 2016 - 10:00 p. m.
Los transgénero buscan la paz para sus cuerpos excluidos

Los resultados del plebiscito para refrendar los acuerdos de paz son ampliamente conocidos: el No se impuso el 2 de octubre de 2016 y lo pactado quedó en vilo. Uno de los argumentos de los sectores políticos que se opusieron a la refrendación del documento, fruto de cuatro años de negociaciones entre el Gobierno y las Farc, fue que éste incluía lo que llamaron “ideología de género”. Afirmación que publicitaron e incorporaron en sus discursos los líderes que aún se oponen al proceso de paz. Entre las personas transgénero la aseveración de la oposición cayó muy mal. Julian Suevis, vocera  de la Fundación Lili Elbe, dice que "eso fue una cortina de humo y una cantidad de mentiras horrorosas”. 

El resultado electoral obligó a las partes a renegociar el acuerdo que inicialmente tenía 297 páginas y que pasó a 310. Ese punto, el de las comunidades LGTBI, se tocó en La Habana, una vez empezaron las discusiones. A la capital de Cuba viajaron varios voceros que replicaron el argumento, por ejemplo, en las iglesias cristianas. Guerrilla y Gobierno los escucharon. Resolvieron dudas y así sucedió con la mayoría de puntos que solicitaron los líderes del NO. Finalmente se conoció el documento, se firmó en Bogotá, lo refrendó el Congreso y, al punto de género le cambiaron dos cosas importantes: se sustituyó las expresiones "género", "orientación sexual" e "identidad de genero diversa", por "pertenencencia a grupos en condiciones de vulnerabilidad". Igualmente, "equidad de genero" fue reemplazada por "igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres". 

Las minorías sexuales habían logrado que algunos de sus voceros fueran escuchados en la mesa de conversaciones de La Habana, donde expusieron sus demandas frente a la construcción de paz. Sintieron como un triunfo la instalación de la subcomisión de género el 11 de septiembre de 2014. 

“No se puede hacer paz sin nosotras”, comenta Suevis, la vocera de la de única organización que trabaja por la promoción exclusiva de los derechos de las personas transgenero en la región Caribe. Y en ese camino de aportar sus ideas a la construcción de paz, lograron algo que hace unos años se veía imposible: el Ministerio del Interior escuchó sus inquietudes en el evento "Círculo de Pobreza y Exclusión: Impactos y Desafíos para las Personas Trans en Colombia", situación que ocurrió en el marco del primer encuentro de hombres y mujeres transgénero propiciado por el Estado. Fue entre el 14 y el 16 de diciembre de 2016. 

El título del encuentro no es paisaje. Colombia Diversa, organización que promueve los derechos de las lesbianas, los gais, los bisexuales, los transexuales y los intersexuales (LGBTI), documentó que entre el 2005 y el 2013 circularon 43 panfletos amenazantes que declaraban como blancos de violencia a personas con identidades sexuales diversas. El informe "Cuerpos excluidos, rostros de impunidad" de la misma organización muestra que el panorama no es alentador: entre 2014 y 2015 las amenazas aumentaron en un 50%. En el 2015 registraron 47 amenazas contra personas LGBTI, la mayoría en zonas con fuerte presencia de grupos armados al margen de la ley y, especialmente, de bandas criminales derivadas del paramilitarismo. 

Como lo reseñó el Centro Nacional de Memoria Histórica, en el informe "Aniquilar la diferencia", la violencia contra personas con orientaciones sexuales diferente a la heterosexual se dio en casi todas las  regiones del país controladas por actores armados. Ningún grupo se salva: los paramilitares, las guerrillas y la fuerza pública los victimizaron. Los transgénero dicen estar seguros de que a ellos la violencia los tocó más que a otras minorías sexuales. “Nuestra presencia generaba, por decirlo de alguna manera, unas disputas morales en los territorios. Por eso, donde los actores armados ejercían su control preferían asesinarnos”, afirma Zunga la Perra Roja (nombre “político-identitario”, como ella lo cataloga).   

A Zunga le molesta que la cataloguen como mujer transgénero. Prefiere identificarse como persona “en tránsito político”. Ella, oriunda de Curillo (Caquetá) en donde su hermano y su tío fueron asesinados, recuerda que durante el conflicto armado “hubo una violencia dirigida específicamente hacia las personas LGBTI, pero sobretodo contra los trans. Querían invisibilizar nuestros cuerpos y nuestras apuestas políticas y sociales”.

El plebiscito por la paz fue visto por esta población como una oportunidad para empezar a cerrarle espacios a la violencia y así desenvolver sus identidades de género sin miedo. Las cuatro historias cruzadas en este artículo hicieron campaña por el Sí. Amaranta, una mujer transgénero que perdió su visión a los 2 años, se dio a la tarea de organizar, junto con la organización Cuerpos en Resistencia, un evento de lectura de los acuerdos en sistema braile y en lenguaje de señas en Teusaquillo (Bogotá).

Después de conocer los resultados, salieron a marchar en defensa de los acuerdos y siguieron reclamando espacios protagónicos en la construcción de un país sin conflicto. En Caquetá, por ejemplo, hacen parte de diferentes escenarios de participación que ofrecen instituciones estatales y organizaciones no gubernamentales. “Estamos tratando de visibilizar nuestras luchas”, dice Zunga. 

En Atlántico, con el acompañamiento de la Secretaría la Mujer de la Gobernacion departamental, la Fundación Lili Elbe creó la iniciativa “Trans-formando paz”. Sus objetivos son capacitar a la población trans en temas de belleza y de identidad personal, articular su trabajo con otras organizaciones sociales e impulsar procesos de incidencia en las instituciones públicas que tienen poder de decisión. Amaranta siente que construye paz dictando clases en los colegios públicos, pero asegura que los sectores más conservadores de la sociedad leen este tipo de acciones como una amenaza de que los menores de edad se "perviertan".

Todas ellas saben que la paz, a pesar de la firma de los acuerdos en el Teatro Colón entre el Gobierno y las Farc, está por construirse. En ese marco dicen estar asustadas porque creen que la matanza de líderes sociales que se está dando en varias regiones del país (y que esté año ha dejado un saldo de 77 asesinatos) puede llegar a ellas. “Yo he contabilizado dos líderes LGBTI asesinados este año en Caquetá. Estoy asustada”, dice Zunga. En países como Sudáfrica y El Salvador la violencia contra las minorías sexuales se acrecentó luego de la firma de acuerdos de paz, refuerza el argumento Amaranta.   

La implementación de los acuerdos, esperan las personas transgénero, permitirá hablar de todas las violencias que han padecido. Jonatan Cárdenas, un hombre trans oriundo del municipio Carmen de Bolívar, cuenta que luchó ocho años para empezar su proceso de hormonización (tomar hormonas del sexo al que quiere hacer tránsito). A la edad de 15 le dijo a un médico del pueblo que quería empezar esa etapa. "Me dijo que me levantara de la silla y saliera del consultorio", recuerda. Debido a ese episodio frenó su proceso durante dos años. Una médica lo acogió y le dio la remisión al endocrino. Todo el 2014 asistió a citas médicas en Cartagena, pero la frustración volvió: el especialista le dijo que no lo iba a asesorar porque su religión se lo impedía. Después de exponer su caso en la EPS lo remitieron a un nuevo endocrino en Sincelejo, quien desde agosto del 2016 empezó a asesorar a Jonatan.       

La gama de violencias contra las personas transgénero tiene más rostros. La "Encuesta de Clima Escolar LGBT en Colombia", publicada por Colombia Diversa en 2016, demostró que el 67% de las personas que dicen pertenecer a una minoría sexual se sienten inseguras en los colegios. Las personas transgénero afirman que el matoneo contra ellas en espacios escolares es aún peor que contra las lesbianas, los gais y los bisexuales. Esas condiciones generan una alta deserción escolar, con cifras aún no determinadas, que empuja a este sector hacia actividades económicas como la prostitución. 

Las personas transgénero tienen la esperanza de que la paz les abra espacios en los cuales sus demandas sean escuchadas. Tienen sus ojos puestos en un objetivo: que en Colombia se empiece a construir política pública con enfoque diferencial para las mujeres y los hombres transgénero. En palabras de Zunga, quien desde su mismo modo de vestir desafía el conservadurismo: “la paz debe ser un proceso de construcción colectiva, diversa y de colores”.

Por Nicolás Sánchez A. / @ANicolasSanchez

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