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“Los murales son la verdad de las víctimas”: Bill Rolston

Las iniciativas de reparación simbólica, como los murales que recuerdan los horrores de la guerra, son estudiados por el profesor emérito de la Universidad de Ulster (Irlanda del Norte), que estará hoy en el conversatorio “Las víctimas en el centro. Los retos de la política pública”. Estos son los hallazgos de su trabajo en Colombia.

Juan David Moreno Barreto / @judamoba
26 de noviembre de 2018 - 11:00 a. m.
Bill Rolston, profesor emérito de Sociología de la Universidad de Ulster, Irlanda del Norte. / Cristian Garavito
Bill Rolston, profesor emérito de Sociología de la Universidad de Ulster, Irlanda del Norte. / Cristian Garavito

Bill Rolston es profesor emérito de Sociología de la Universidad de Ulster, en Irlanda del Norte, y fue director del Instituto de Justicia Transicional de ese centro docente. Visitó Colombia, por primera vez, en 2014 cuando quiso indagar sobre los murales políticos que se han hecho en el país como medidas de reparación simbólica por crímenes cometidos durante el conflicto armado y, desde entonces, ha estado en el país en tres oportunidades. Para el investigador, estudiar este tipo de iniciativas es un hobby que se toma muy en serio. De hecho, desde 1981 ha escrito cuatro libros al respecto y decenas de artículos académicos sobre murales de su país, así como de los que se han hecho en Chile, Irán, País Vasco y Gaza, entre otros.

Rolston está de regreso en Colombia como conferencista en el conversatorio “Las víctimas en el centro. Los retos de la política pública”, convocado por Colombia 2020 junto a OIM y USAID, en alianza con la Universidad del Rosario, que se realizará hoy de 8:00 a.m. a 11:00 a.m., en el AR Centro de Convenciones de Bogotá. En el evento también estarán Ramón Alberto Rodríguez, director (e) de la Unidad de Víctimas; Odorico Guerra, coordinador de la Mesa Nacional de Víctimas; Sorrel Aroca, gobernadora de Putumayo, y María Victoria Uribe, profesora de la Universidad El Rosario.

Conversatorio: ¿Qué pasará con la Ley de Víctimas después de 2021?

En diálogo con este diario, el investigador asegura que los murales son espacios de reparación simbólica que buscan las víctimas para hacerse escuchar y destaca que el Acuerdo de Paz entre el Estado y las Farc haya incorporado estas medidas de manera prioritaria.

¿Qué particularidades encontró en los murales de Colombia?

Lo más interesante es que encontré algunos paralelos con los murales políticos de Irlanda del Norte. La mayor similitud es que hacen pensar en la memoria. Se producen desde la base hacia arriba. Eso significa que la gente es la que hace los murales y tiene algo para decir en la pared. Ellos tienen una memoria legítima de alguna injusticia.

¿Por qué deciden pintar murales?

Porque no tienen otras formas de decirle al mundo que fueron víctimas de injusticias. Ellas no controlan los periódicos ni los canales de televisión. Pero lo que sí pueden decir por medio de una pared es: esto fue lo que pasó, eso estuvo mal y quiero verdad y justicia.

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¿Qué similitudes hay con aquellos de Irlanda del Norte?

En Irlanda del Norte encuentras dos tipos de murales. Por un lado, la memoria del conflicto reciente. Por el otro, murales de tipo histórico sobre incidentes que sucedieron hace cien años. Pinturas históricas en la pared. En Colombia es muy difícil tener murales que hablen de su historia. El de la Pola en Guaduas es la única excepción.

¿Qué casos de Colombia le llamaron la atención?

Estuve en Toribío (Cauca) y una indígena me llevó a ver un pequeño mural que conmemora la masacre de Gargantillas, perpetrada en 2011, en la que fueron asesinados 16 jóvenes indígenas, entre ellos dos menores de edad, dentro de lo que se conoce como falsos positivos. Es un mural sencillo, básico si se quiere. Pero también ha sido muy irrespetado: hay grafitis sobre él, afiches de conciertos. Pero es muy poderoso, porque lo que trata de decir es: esto fue lo que pasó, esta es la verdad.

¿Cómo describe ese mural?

Se ve una adolescente con uniforme de colegio, pero con sangre en la camisa. Tiene pintados unos helicópteros en la parte superior y algo muy particular: una aeronave con una bandera norteamericana. Yo dije que los estadounidenses no bombardearon este lugar. Y me dijo que no, pero que creía que ellos estaban detrás de todo. El mensaje que quieren enviar no es literal. Es más bien simbólico.

Esas son iniciativas de las víctimas. ¿Cuál debe ser el aporte del Estado en estos ejercicios?

Los documentos de Naciones Unidas, relacionados con estos procesos de justicia transicional, indican que las víctimas tienen el derecho a recordar, de hacer memoria, y el Estado tiene el deber de apoyarlas. Precisamente uno de los casos de éxito está en Colombia, en el corregimiento Mampuján, del municipio de María la Baja (Bolívar).

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¿Por qué? ¿Qué encontró allí?

Como se recordará, el 10 de marzo de 2000 un grupo de paramilitares desplazó a 620 personas y, posteriormente, asesinó a once. Una década después, dentro del proceso de Justicia y Paz, se ordenó que las víctimas regresaran a su tierra. Allá estuvimos. Es una zona donde no hay electricidad, hay muy poca agua y las condiciones de vida son muy precarias. Allí hay un mural hecho por el artista Guache que cuenta la historia de ese corregimiento: los tiempos precolombinos, la conquista, las guerras de mediados del siglo XX, la llegada de los paramilitares, hasta la sentencia de Justicia y Paz. Ellos se sienten muy orgullosos de su historia.

¿Porqué es exitoso?

Si una persona perdió su casa, le asesinaron a su esposa, lo desplazaron de su tierra, perdió su tierra, regresa después de una década y tiene un muro. Cualquiera diría que no es un buen acuerdo. Pero de ninguna manera va a recuperar a su esposa, es posible que pueda volver a su tierra y, si recibe una indemnización, no va a recuperar la totalidad de su dinero. Hay límites en la reparación. En ese caso, aún la reparación simbólica puede convertirse en un tipo de justicia. No como solemos entenderla, pero podría ser un tipo de justicia, que dice: mira, ahí en la pared está la verdad y no puedes negarla.

¿Cómo se explica que haya sectores que quieran negarla?

La memoria es lucha, es guerra. Si haces parte de un grupo marginado, puede no tener mucha autoridad y, entonces, es proclive de ser negada. Para que tu memoria sea reconocida debes dar una lucha constante. Nadie te va a decir: yo reconozco lo que te pasó, estuvo mal y estoy de acuerdo contigo. No. En estos casos, te enfrentas a que nieguen tu caso o lo reconocen, pero, por ejemplo, dicen que las víctimas eran terroristas y si tú sigues hablando así seguramente también eres un terrorista. La memoria siempre está siendo negada. La memoria es muy inequitativa, es un diálogo muy desbalanceado.

¿Qué otras estrategias se emplean para recuperar la memoria?

Los murales no son necesariamente las más comunes. La más común, de hecho, es la historia oral, pero también la escrita. El mes pasado estuve en una reunión en Bruselas en donde recibí una colección de memorias de mujeres que fueron abusadas sexualmente en Montenegro durante la guerra. Entonces, como en este caso, las víctimas buscarán estos espacios para dar a conocer lo que les pasó. Una de las ventajas que tiene el Acuerdo de Paz colombiano es que incluye medidas de reparación simbólica que el Estado debe incentivar. Eso no es común en otros procesos de paz.

¿Qué lecciones podríamos tener en cuenta de Irlanda del Norte para implementar en nuestro proceso?

Diría dos cosas. Trabajar duro para que salga adelante la Comisión de la Verdad, porque la oportunidad que tienen es única. Protéjanla lo más que puedan. La segunda: hagan una mejor tarea con las víctimas de lo que nosotros hicimos. Nosotros no hicimos un buen trabajo.

Por Juan David Moreno Barreto / @judamoba

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