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Los $300 mil que enviaron las víctimas de Bojayá al campamento en la Plaza de Bolívar

El padre Antún Ramos fue a la Plaza de Bolívar en Bogotá a entregarle un dinero, que recogió en Bojayá, a las personas que están acampando en ese lugar. La historia de cómo uno de los municipios más afectados por la violencia hizo llegar hasta la capital una muestra de solidaridad.

Nicolás Sánchez A. / @ANicolasSanchez
22 de octubre de 2016 - 09:06 p. m.
Las carpas del Campamento por la paz tienen nombres de las regiones más afectadas por la violencia  / Cristian Garavito
Las carpas del Campamento por la paz tienen nombres de las regiones más afectadas por la violencia / Cristian Garavito

El pasado jueves 20 de octubre se conoció que Katherine Miranda, una líder del Campamento por la Paz que está instalado en la Plaza de Bolívar, recibió una amenaza por el chat de Facebook. Un grupo denominado Fuerzas Especiales Anticomunistas le escribió que se quedara “quieta”. Sin embargo, un hecho que ocurrió una semana antes en ese lugar, puede ayudar a entender por qué los manifestantes se mantienen acampando a pesar de mensajes como estos: desde Bojayá, el padre Antún Ramos les trajo 300 mil pesos que recogió en la comunidad.

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"Tal vez con esa plata no se compra mucho, pero para nosotros era muy significativo”, dice el padre Antún cuando habla del dinero que logró reunir, entre personas cercanas a su parroquia, para traerle a las 200 personas que duermen en 95 carpas desde el 5 de octubre en el costado oriental de la Plaza de Bolívar en Bogotá

El padre tiene todos los motivos para odiar a las guerrillas, como él mismo lo dice. En el 2002 la violencia se ensañó contra él. Su madre murió en medio de un hostigamiento de las Farc al puesto de policía de Quibdó. El 2 de mayo quedó herido cuando un cilindro bomba, lanzado por la misma guerrilla, cayó en la iglesia de Bojayá, donde él le dio refugio a la población civil que quedó en la mitad de los enfrentamientos con el bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). En la iglesia murieron 117 personas. En junio de ese mismo año un hermano suyo fue secuestrado por el ELN. 

A pesar de tanto dolor en diciembre de 2015 se reunió, junto con un grupo de víctimas de Bojayá, con las delegaciones del Gobierno y las Farc en Cuba. El padre Antún cuenta que les dijo “por mi condición cristiana y por cuestión de principios, decidí perdonar”. En ese mismo encuentro les pidieron a los líderes de la guerrilla que hicieran un acto de perdón ante toda la comunidad. La guerrilla pidió perdón dos veces públicamente: el 6 de diciembre del 2015 y el 29 de septiembre del 2016.  

“Con nuestras almas contritas pedimos nos perdonen y nos den la esperanza del alivio espiritual, permitiéndonos seguir junto a ustedes haciendo el camino que, reconciliados, nos conduzca hacia la era justa que tanto han anhelado los humildes de todos los rincones de Colombia”, dijo, con voz pausada, el comandante de las Farc Luciano Marín ante la comunidad bojaseña el 29 de septiembre. 

En el municipio nadie ha olvidado la violencia que ejercieron los frentes 57, 34 y 5 de las Farc y el Bloque Elmer Cardenas de las AUC, pero en las votaciones del plebiscito se vio reflejada la voluntad de paz y perdón de los bojaseños. Los acuerdos de la Habana fueron apoyados con contundencia: el Sí ganó con el 96% de los votos. Luego de la derrota, que sintieron como propia, los habitantes del municipio buscan la manera de expresar su agotamiento con la guerra que tanto los ha victimizado. Por eso decidieron enviar con el padre Antún su apoyo al Campamento por la Paz.

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El lunes 10 de octubre el padre tenía una cita las 8 de la mañana en el Congreso para participar de la audiencia extraordinaria que se desarrolló en la Comisión de Víctimas. Mientras hacía la fila para entrar al recinto le informaron que el evento empezaría a las 10, por lo cual decidió caminar hasta la Plaza de Bolívar para saludar a las personas del Campamento por la Paz.

Al llegar había pocas personas, la mayoría de los participantes estaban estudiando o trabajando. El padre se sentó a hablar con los pocos que estaban ahí, pero la premura por el compromiso que tenía hizo que la conversación fuera corta. En la noche, después de cumplir la cita en el Congreso, volvió con la ilusión de encontrar más personas en el campamento.

A su regreso lo recibió Katherine Miranda, la mujer que tuvo la iniciativa de quedarse a acampar luego de la Marcha del Silencio que se desarrolló en Bogotá. Ella le mostró que las carpas tienen nombres tomados de las zonas más afectadas por el conflicto armado. Por ejemplo, Atrato y Bojayá. Luego lo llevaron hasta el lugar donde almacenan los víveres, en ese momento el padre sacó los 300 mil pesos en billetes arrugados y se los ofreció.

Uno de los acuerdos del campamento es que sus integrantes no pueden recibir dinero, por lo cual lo que logró recolectar el padre Antún en Bojayá no fue recibido. Katherine le dijo al padre que con esa plata le comprara flores a los bojaseños como un regalo del Campamento. Además, le pidió que en el municipio se elevaran 300 mil oraciones por la paz de Colombia. “Para mí significó sentir que lo que estamos haciendo acá vale la pena”, dice ella.  

“Yo he contado la experiencia acá en la parroquia. Le he contado la historia a los amigos de cómo se hace una verdadera resistencia por la paz con seriedad y compromiso”, dice el padre luego de expresar su admiración por el hecho de que el campamento por la paz tenga ese tipo de reglas para impedir que el dinero afecte la iniciativa.

El padre cuenta que las víctimas de Bojayá están muy agradecidas con las personas que están acampando en Bogotá exigiendo que se llegue de manera rápida a un acuerdo que ponga fin al conflicto armado. “Admiro a todas las personas que sin conocernos, viviendo en las capitales donde las guerra no ha sido tan fuerte, se despojan de unas comodidades en sus casas para irse a una plaza”, dice Antún.

Al final los integrantes del campamento invitaron al padre a cenar, pero él ya había comido, por lo cual solamente les recibió un vaso de agua. En sus palabras, “yo ya había cenado, pero en un acto de comunión con ellos les recibí el agua.”

El padre volvió a Bojayá en donde el clamor por un acuerdo definitivo entre el gobierno y las Farc no da espera. Antún dice que desde que se conocieron los resultados del plebiscito “los helicópteros no suenan igual”. Se refiere a que el estado de incertidumbre frente a las negociaciones entre el gobierno y la guerrilla ha hecho que los habitantes de Bojayá teman que en cualquier momento los combates se reanuden.

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Por Nicolás Sánchez A. / @ANicolasSanchez

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