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La limpieza social no debería tener el visto bueno de ninguna persona: René Pineda

El líder comunitario del barrio popular Granjas de San Pablo, ubicado en la localidad de Rafael Uribe Uribe (Bogotá), cuenta cómo vivió ese fenómeno y habla sobre la aprobación que este fenómeno tiene en la sociedad y su lucha para prevenirla.

Nicolás Sánchez A. / @ANicolasSanchez
28 de abril de 2018 - 02:40 p. m.
René Pineda, presidente del Centro Infantil y Juvenil para el Desarrollo Comunitario, creció en el barrio Granjas de San Pablo en Bogotá y vio cómo el aniquilamiento de jóvenes operaba en ese sector de la ciudad/ Gustavo Torrijos.
René Pineda, presidente del Centro Infantil y Juvenil para el Desarrollo Comunitario, creció en el barrio Granjas de San Pablo en Bogotá y vio cómo el aniquilamiento de jóvenes operaba en ese sector de la ciudad/ Gustavo Torrijos.

Es común ver comentarios en las redes sociales que legitiman el asesinato de personas que han cometido delitos o se visten de determinada manera. Los estigmas y los odios han tenido repercusiones mortales en los barrios populares del país. El aniquilamiento de jóvenes (una violencia conocida como “limpieza social”) le costó la vida por lo menos a 4.928 personas en Colombia, entre 1988 y 2013. Así lo documentó el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep).

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El barrio Granjas de San Pablo, está ubicado en la localidad de Rafael Uribe Uribe, al nororiente de Bogotá. Fue fundado en 1945 por personas que huían de la violencia. Como barrio popular, sus habitantes tuvieron problemas para el acceso a servicios básicos y la garantía de derechos como la educación. También vieron cómo muchos de sus jóvenes se sumían en el consumo de drogas e integraban bandas.

En ese barrio recuerdan que hubo personas, todavía no identificadas, que decidieron que el destino de los jóvenes debía ser la muerte. Cuentan cómo llegaban camionetas polarizadas a las esquinas en las que los jóvenes se paraban. Desde los vehículos disparaban indiscriminadamente.

En Bogotá 346 personas fueron asesinadas en medio de prácticas de aniquilamiento social, según registros del Cinep. René Pineda creció viendo morir a amigos y conocidos en Granjas de San Pablo. Los responsables de los asesinatos nunca fueron judicializados y en el barrio se hablaba de la colaboración de la Fuerza Pública con los escuadrones de muerte.

Pineda se propuso evitar esos asesinatos y empezó su labor comunitaria. Este líder barrial habla con orgullo desde el estudio de grabación del Centro Infantil y Juvenil para el Desarrollo Comunitario (Cinjudesco). La casa donde funciona Cinjudesco tiene tres pisos en los cuales hay salones de baile, una biblioteca comunitaria y el estudio de grabación.

Pineda habla de la gran aceptación por parte de la sociedad que tiene el aniquilamiento de los jóvenes, de su trabajo para prevenir ese fenómeno y de lo que pierde una sociedad que entiende el asesinato como una forma de hacer justicia. Este líder comunitario estará el sábado 28 de abril en el conversatorio Limpieza social: jóvenes luchando contra el estigma en la Feria del Libro de Bogotá.

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¿Cómo les tocó la limpieza social en Las Granjas de San Pablo?

En muchos barrios de Bogotá y de Colombia se dio ese fenómeno y este barrio no fue ajeno a eso. A mediados de los 90 hubo una oleada muy grande de desapariciones y de la mal llamada limpieza social en estos barrios. A eso se sumaba la rivalidad entre parches y bandas. Los jóvenes que en ese entonces se parchaban en la esquina del jardín, pasaban las camionetas, se los llevaban, hacían tiroteos en el barrio y aparecían muertos en otros lugares. Ese tipo de cosas fueron generando procesos juveniles y de resistencia en el territorio. El ejercico que se viene adelantando de los procesos sociales se hace para prevenir y para hacer que esas acciones no se sigan dando en los territorios.

¿Cómo se siente anímicamente un barrio que vive con limpieza social?

Se anda en la incertidumbre y en el temor. Uno crece viendo que familiares, parceros que jugaban con uno de niño, se meten a parchar en la esquina con manes que uno sabe que lastimosamente están en el ojo de grupos o de otros parches que pueden pasar en cualquier momento a darles bala. Algunos naturalizan eso, que aparezca un muerto o dos, que desaparezcan a uno y aparezca en otro lado. La gente anda metida en su casa porque hacer una actividad nocturna, unas tomas, es complicado.

¿Por qué decidió estudiar la limpieza social?

No es un tema de estarlo estudiando, sino de vivirlo y generar oportunidades para que no ocurra. Se trata de quitarle el estigma a los jóvenes, de generar alternativas para que los jóvenes estén en espacios protectores y no estén exponiendo el cuero en la esquina. También se trata de convertir la calle y la esquina en un escenario protector porque tenemos derecho a la calle y a la esquina. Eso se genera tomándose el espacio. Hay que tomar acciones concretas desde la prevención. Es importante generar conciencia en las familias, en el Estado y en los jóvenes. Hay que decirle que no den la pata, hay que estar en la jugada, lastimosamente es así.

¿Cómo se sigue desarrollando el aniquilamiento de jóvenes en la actualidad?

Se ha ido transformando. Ahora no se habla tanto de la limpieza, sino de ajustes de cuentas. En este sector se vive más las bandas organizadas, los inter (personas que van a otros países a hacer fechorías y vuelven con plata, con carros, compran casas). El tema acá no está tan público, la gente no siente que haya un ejercicio de limpieza, siente más que hay rivalidades entre bandas. Antes se hablaba de los rayas, de los tiras (agentes estatales que asesinaban jóvenes) y el tema era más abierto y más descarado. Uno sabía que llegaba la camioneta con los vidrios polarizados y tocaba andar en la jugada, ahora no se sabe en qué carro andan, ni quiénes son. Antes se decía que era el F2 (del Das), ahora no se sabe. Hay una enseñanza en el ejercicio y es blindar los procesos, saber con quiénes estamos, conocer a los vecinos, mirar cómo está la vuelta, qué es lo que está pasando en el barrio. Hay que caminarse el barrio para saber qué es lo que está pasando. Una cosa es lo que se vive de día y otra cosa es lo que se vive de noche. 

Hay personas que definen la limpieza social como limpiar la sociedad de algo indeseable ¿Cómo la define usted? 

Eso es negligencia del Estado por no atender las necesidades que tienen las comunidades. Es la salida fácil a unas políticas que no han dado resultados, es la falta de conciencia sobre el otro y sobre el respeto a la vida. Es algo que no debería tener el visto bueno de ninguna persona, todos somos seres humanos y lo que tiene que haber son políticas efectivas que prevengan el consumo, la delincuencia, que generen unas condiciones sociales adecuadas para que la gente pueda vivir bien y tranquila. Hay gente que naturaliza la "limpieza social" y la aplaude porque no tiene la capacidad de ver que hay otras oportunidades y otras formas de atender las necesidades de las comunidades. 

Se estigmatiza a los jóvenes porque "no están siendo productivos". La limpieza social es un ejercicio del sistema, como hay jóvenes que no son "productivos" para el sistema, como no está acorde a eso, no sirve y hay que quitarlo.  

¿Qué tanto se denuncian los homicidios relacionados con la limpieza social?

Una cosa son los estudios y otra lo que pasa en la realidad y no se denuncia. Hay familias que no denuncian esos casos porque sienten que estuvo bien que mataron a la persona porque estaba cometiendo un acto que no estaba acorde a las normatividades del Estado.

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¿Qué tanta impunidad hay?

De los casos que yo conozco no hay una sola judicialización. Creería que la impunidad ronda el 95%. Nunca he conocido una condena por limpieza social. Muy pocos han hecho el seguimiento. Inclusive uno ve que hay movimientos contra la desaparición forzada, contra los falsos positivos, pero contra la "limpieza social" que ha sido tan recurrente en nuestro país no hay un movimiento. 

¿Qué pierde una sociedad que opta por asesinar a los jóvenes?

Pierde el futuro porque pierde las capacidades que tiene ese ser humano. Pierde las posibilidades de transformación, la esperanza. En cambio, se le debe apostar a los jóvenes que están en unas condiciones diferentes y que optaron, por ejemplo, por el consumo de sustancias. Nuestro proceso le apuntó a eso. De un grupo de treinta, uno logró hacer un proyecto de vida que ahora transforma la vida de cientos de jóvenes que hemos pasado por estos procesos. Era uno de los que estaba en la esquina consumiendo pegante y marihuana. Todo estaba dado para que hiciera parte de esos listados de muertos. Hoy es psicólogo, está terminando la maestría y es líder comunitario. 

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Por Nicolás Sánchez A. / @ANicolasSanchez

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