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La historia detrás del vestido de Ana María Romero, la esposa de Sergio Jaramillo

Durante la ceremonia de la firma del acuerdo final en Cartagena, el vestido de Ana María Romero llamó la atención porque llevaba impreso un texto escrito por ella. Esta es la historia detrás del emotivo mensaje de amor y reconciliación.

Gloria Castrillón / @glocastri
02 de octubre de 2016 - 01:01 a. m.
Ana María Romero es la esposa de Sergio Jaramillo, el Alto Comisionado para la Paz. / Óscar Pérez
Ana María Romero es la esposa de Sergio Jaramillo, el Alto Comisionado para la Paz. / Óscar Pérez

"El sábado anterior a la firma del acuerdo acompañé a Sergio a un encuentro de pedagogía en Suba. Me quedé a un lado, observando cómo respondía las preguntas de la gente con Humberto de la Calle. Al margen, vi a un muchacho de la campaña de pedagogía que llevaba como 20 minutos tratando de convencer a una señora sobre las bondades del acuerdo. Me acerqué y pregunté si podía entrar a la conversación. Le di a la señora mis argumentos, pero apenas le derrumbaba los suyos, ella me salía con otros cargados de pesimismo. Le dije que era muy incrédula y que así era muy difícil conversar. Me dio mucho dolor ver ese pesimismo. 

Terminó la actividad y nos montamos al carro. Mientras Sergio hablaba con su jefe de prensa, Marcela Durán, no sé cómo ni por qué, pero de repente me llegó la idea de escribir esto en el celular. Me salió de aquí de adentro, del corazón. Y me dije: 'esto lo voy a estampar en el vestido'. 

Cuando llegamos a la calle 98 ya había terminado y decidí guardar el secreto. Sergio se bajó a hacer algo y yo me fui a averiguar si podían estamparlo. Al final una amiga me contactó con Grecia Charry, que tiene su taller en el centro. Me vi con ella el martes, le llevé el vestido y me dijo que sí se podía. Me mostró las opciones, la variedad de colores, el tipo de letra, me explicó que se hacía con una técnica llamada serigrafía, que permite que la tinta pase a través de la seda tensada en un marco. Lo recogí el jueves, y el viernes me fui para Cartagena. Lo llevé en una bolsa para que nadie lo viera, no se lo dejé ver a Sergio. Cuando llegué al hotel Santa Clara, donde nos quedamos de encontrar con los demás plenipotenciarios, le dije a él: 'mira mi espalda'. Leyó y me dijo que le parecía muy bonito, ese día estábamos todos muy abrumados, así que fue en la noche que pudo verlo bien.

SI quiero trabajar los años que sean necesarios para que Colombia sea un país al que todos quieran venir y en el que los que nacemos acá nos queramos quedar

SI quiero ser más tolerante e incluyente para que este conflicto no se vuelva a repetir nunca jamás

SI quiero que ahora todos los recursos se destinen a educar personas tolerantes y civilizadas

SI quiero vivir en un país donde haya real diversidad de pensamiento 

SI quiero voltear la página y abrirle mi corazón a los miembros que se desmovilicen y entreguen sus armas

SI quiero dejar de sentir miedo y dolor

SI quiero que las víctimas de este flagelo sean reparadas de una vez y para siempre

SI quiero que todos los habitantes en este país tengan oportunidades de desarrollo y puedan salir de la pobreza

SI quiero que los campesinos y habitantes de los territorios sean partícipes de su futuro

SI quiero vivir en una democracia en la que las elecciones se ganen a mano limpia y respetar las ideas de los elegidos

SI quiero que mi esposo vuelva a dormir en la casa conmigo.

Cuando empecé a escribir esto quería ponerlo en positivo. No quería poner la palabra paz, porque esta es la paz con un grupo armado y porque hace décadas hay gente que está construyendo paz en este país. Está inspirado en una ocasión, hace como ocho meses, que estábamos en Cartagena con Sergio y él me preguntó qué creía que era lo más importante que dejaría este proceso. Le dije 'yo creo que lo más importante es que este proceso es incluyente porque permitirá que otras voces se oigan, sobre todo por el trabajo del punto uno, que se hizo pensando en el campesinado de Colombia, porque la violencia se genera cuando no te oyen, cuando no te dejan participar. Eso da dolor'. El texto corresponde a esas razones.

Me duele mucho que a algunas personas les de miedo que llegue el comunismo o que alguien de ideología diferente a la de ellos llegue a ser presidente. Si aquí siempre ha sido azul o rojo, por qué no puede ser amarillo o verde. A los del Sí y a los del NO nos falta ser tolerantes. Todos tenemos responsabilidad en el conflicto, por lo que hicimos o por lo que dejamos de hacer. No me puedo sentar de brazos cruzados y decir que me vengan a pedir perdón. Es que yo también tengo responsabilidad en esto.

A mí al principio me daba dolor las críticas que le hacían a mi esposo. Me daba muy duro. Después dije: 'que piensen lo que quieran, la historia dirá quiénes son Sergio Jaramillo, Humberto de la Calle, el general Mora, el general Naranjo, Frankl Pearl'. Sería bonito que dijeran la verdad, que no especularan, que no hicieran daño. Un micrófono puede ser igual de dañino como un arma de verdad. No tengo twitter ni Facebook, eso me ha tenido salvo de ese mundo que no me gusta.

El otro día hablé con las esposas del general Naranjo y del general Mora, ellas llevan toda su vida de matrimonio sin sus esposos, viviendo la zozobra, de saber que están en la selva combatiendo, sin saber si volverían. Al final yo perdí a mi esposo solo cuatro años, por eso me les quito el sombrero, son mujeres muy valientes.

Estos cuatro años fueron una montaña rusa de emociones, pero el momento más difícil para Sergio fue la enfermedad y la muerte de su hermano. Fue muy duro. Después de ver el dolor de la familia de Santiago, no puedo decir nada. Si pienso en dolor de las víctimas, de los soldados, lo mío no es nada. 

Uno de los momentos más felices fue el 23 de septiembre del año pasado. Por pura casualidad estuve allá en La Habana (en la firma del punto de víctimas) porque yo trabajo en el Departamento Nacional de Planeación y hacía parte de la comitiva del presidente que iba para Nueva York y el avión paró en la isla. Yo estaba muy feliz, porque era la primera vez que podía estar cerca de los protagonistas del proceso y sentí un buen ambiente. La sensación fue increíble. Me dio tranquilidad ver a Rodrigo Londoño, le vi su ánimo de paz, no vi el guerrero en su cara.

Pude estar en Bojayá cuando fue Pastor Alape a pedir perdón a la comunidad. Fue un momento muy íntimo, en un ambiente de respeto. Los habitantes dijeron lo que tenían que decir, pero no hubo gritos ni insultos. Fue lindo pero triste al ver la iglesia. Se presentó una obra de teatro de los jóvenes replicando al masacre y estaban las cantaoras, las mismas que fueron a Cartagena. Ese día las conoció Sergio. Se le quedaron en el corazón.

Yo trato de ponerme en los zapatos de las víctimas, son muchas las que han podido perdonar, tienen un corazón grande. Siento que las víctimas tienen una necesidad de que se les oiga, que puedan preguntar por qué, quién les hizo daño. Estos días he sentido como si tuviera el corazón abierto a la víctimas, a esta guerrilla que se va a desmovilizar. Estoy convencida de que si te quedas con el corazón cerrado, te quedas paralizado. 

Sé que habrá problemas, pero si apagamos el ruido de la guerra con estas personas, podemos utilizar los recursos para otras cosas. Trabajo hace tres años en Planeación y hace dos años coordino la oficina de asuntos internacionales, he visto el interés de la comunidad internacional en apoyar el posconflicto.

Una de las frases que escribí es SÍ quiero dejar de sentir miedo y dolor. Y lo escribí porque desde chiquita tuve pesadillas en las soñaba que llegaba la guerrilla y me secuestraba. Sé que mucha gente las ha tenido. Me ha dado dolor, he sentido rabia y miedo con actos como los del Nogal o la muerte de los 11 diputados, pero he visto la disposición de todos de generar un acuerdo de paz. 

El día de la firma fue muy emocionante. Para mí hubo dos momentos emotivos: cuando el presidente dijo que no quería más soldados muertos, más campesinos muertos ni más guerrilleros muertos. El segundo fue cuando Rodrigo Londoño ofreció perdón. Eso me emocionó mucho.

No sé cómo ha hecho Sergio estos años. Nunca lo vi quejarse, nunca lo vi desfallecer. Supongo que la procesión va por dentro. Apenas esta semana pasada me dijo que le dolía la cabeza. ¡Primera vez en cuatro años! 

Ya casi lo recupero, después de esta semana de plebiscito espero tenerlo más presente y que se cumpla la última frase. Además de tener mi corazón lleno de amor, estoy tremendamente orgullosa de él".

Por Gloria Castrillón / @glocastri

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