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“Estamos a la espera del mausoleo para enterrar a nuestros muertos”: víctimas de Bojayá

A finales de octubre, Medicina Legal entregará a las víctimas de este pueblo del Chocó los primeros 32 perfiles óseos de los bojayaseños que murieron el 2 de mayo de 2002 por un cilindro bomba que lanzó las Farc. La Fiscalía recuperó los cuerpos hallados en 78 fosas.

Edinson Arley Bolaños / @eabolanos
25 de julio de 2018 - 05:00 p. m.
Líderes del Comité de Víctimas de Bojayá, exponiendo los rostros de sus familiares muertos durante la masacre del 2 de mayo de 2002./Fotos: Óscar Pérez.
Líderes del Comité de Víctimas de Bojayá, exponiendo los rostros de sus familiares muertos durante la masacre del 2 de mayo de 2002./Fotos: Óscar Pérez.

De los 86 casos documentados, un año después de que se iniciara el proceso de exhumación de los tres cementerios en donde se encontraban los restos de las víctimas de la masacre de Bojayá, el Instituto Nacional de Medicina Legal entregó el primer reporte de resultados al comité de víctimas de esta masacre: de los 78 conjuntos de tejidos óseos que recibió de la Fiscalía, 32 han sido completamente individualizados e identificados, y a finales de octubre se entregaran a sus familiares.

Así lo aseguró Carlos Valdez, director de Medicina Legal, quien, además, reiteró el compromiso de seguir buscando la verdad forense de esta masacre, para que los bojayaseños puedan cerrar un duelo que ya completó 16 años. Igualmente, durante la primera entrega de resultados al comité de víctimas de Bojayá, dijo que, otros 52 tejidos óseos presentan un gran deterioro y están en "reproceso de genética" para ser identificados. Cuatro casos más están pendientes de exhumarse del cementerio del sector de Riosucio a orillas del río Atrato.    

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Con este reporte, seis delegados del comité de víctimas de Bojayá, quienes estuvieron en Bogotá este martes, exigieron celeridad en la identificación de sus otros familiares, pues no quieren llorarlos más, si no, velarlos y enterrarlos para cerrar ese capítulo doloroso que inició el 2 de mayo de 2002. El día en que un cilindro bomba de la guerrilla de las Farc, mientras se enfrentaba con el Bloque Elmer Cárdenas de los paramilitares, estalló en la iglesia de Bellavista (Chocó) mientras celebraban la misa.

Desde entonces, las víctimas no han tenido sosiego y el dolor ha sido constante en la búsqueda de sus muertos. Así lo resaltó María Pascuala Palacios, una de las sobrevivientes de la masacre a quien la exguerrilla le pidió perdón tras firmar el acuerdo de paz con el Gobierno. “El proceso de exhumación empezó como un sentir de las víctimas. Sentíamos que de esa manera estábamos buscando una reparación completa. Al arrancar el proceso fue duro. Era el reencuentro con nuestros familiares, pero queríamos darnos cuenta dónde estaban y cerrar el proceso de duelo”, señaló Palacios, tras un minuto de silencio, en memoria de los desaparecidos, pero también, de quienes han entregado la vida en la indagación de estos cuerpos, como el antropólogo forense de la Fiscalía, Óscar Hidalgo, quien murió de un paro cardiáco mientras buscaba los cadáveres de Bojayá, en las fosas del cementerio de Riosucio (Chocó). 

Hay tres cementerios en los que los cuerpos quedaron regados desde aquel mayo de 2002, cuando sus familiares enterraron a sus víctimas cómo pudieron, porque quedaron desmembrados o hallados río abajo tras ser arrojados por los armados. “Hemos soltado mucho dolor. Cuando iniciamos el proceso estaba ahogada, no sabía cómo salir de esa incertidumbre. Hoy con los informes de Fiscalía y Medicina Legal sentimos que el proceso de sanación avanza, porque nos van diciendo cómo y dónde están los míos cosa que pensábamos estaba perdida”, destacó María Pascuala, luego de escuchar el reporte de las autoridades.

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Por su parte, las instituciones del Estado y diferentes organismos internacionales hicieron un balance de la reparación colectiva a las víctimas y acompañamiento en este proceso de exhumación. Martín Santiago, representante residente del PNUD en Colombia, esto dijo: “Este proyecto lleva un año en ejecución. Esperamos continuar garantizando los derechos, la reparación y la dignificación de las víctimas, promoviendo la participación de los sobrevivientes en los espacios de búsqueda, exhumación y, sobre todo, en la socialización de los informes técnicos forenses. El objetivo es lograr la dignificación de las víctimas y buscar la verdad. Sobre todo, estamos para aprender, perdonar y transformar a Colombia para que esa guerra no se repita”.

Un velorio, un alabao y una sepultura

De izquierda de derecha: director de medicina Legal, Carlos Valdez; Elsa María Moyano, delegada de la Fiscalía General de la Nación; Patrick Morales Thomas, coordinador de enfoque étnico del Centro de Memoria Histórica y Adyero Atym (Delis Palacios líderes del comité de víctimas de Bojayá).

Oh Cristo negro de Bojayá,

que nos recuerdas tu pasión y muerte;

junto con tus brazos y pies

te han arrancado a tus hijos

que buscaron refugio en ti.

Oh Cristo negro de Bojayá,

haz que nos comprometamos

a restaurar tu cuerpo.

Con esta oración que el papa Francisco leyó en Villavicencio y entregó a las víctimas de Bojayá, uno de los sobrevivientes, Leyner Palacios, también exigió la pronta construcción del mausoleo que el Gobierno prometió para dar cristiana sepultura a los primeros 32 restos que recibirán el próximo 31 de octubre. Según Paula Gaviria, consejera presidencial para los Derechos Humanos, la licitación para construir el panteón se realizará en los próximos días y se hará con recursos aportados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Adyero Atym, su nombre afro ancestral, y quien es otra de las víctimas de la masacre, prefirió cambiar la palabra “agradecer” por “reconocer”, para resaltar la labor de todos los que han participado en el proceso, en el entendido de que la exhumación aún no llega a su final y que es necesario, para la paz de todas las familias, que eso suceda. “Una palabra que para nosotros es dura, es la reunificación de los cuerpos por la forma como quedaron. La individualización, la identificación y el retorno de nuestros hermanos, hijos y padres ha tenido unos retos grandes, pero, sobre todo, podemos resaltar que ha habido un trabajo articulado. Y queremos llegar al final de esta lucha. Hay que seguir”, dijo Atym.

Al final del acto, en el que las instituciones estatales entregaron el reporte del proceso de exhumación, el director de Medicina Legal hizo un llamado al nuevo Gobierno frente a los retos que tendrá esa institución en el posconflicto: “Quiero dirigirme al Gobierno entrante para que colabore y no desproteja al instituto, porque todo este esfuerzo requiere financiamiento. No se trata de cooperación internacional, se trata de un compromiso de Estado que tiene millones de víctimas. Se trata de verdad científica y quiero soltarle al nuevo Gobierno que refinancie a esta institución para entregar la verdad científica de las víctimas del conflicto armado”, enfatizó Carlos Valdez.

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Por su parte, las alabadoras de Bojayá cantaron frente al público uno de esos alabaos con los que pretenden despedir por fin a sus seres queridos, perdidos hace 16 años físicamente y quienes aún, para el pueblo afrodescendiente, son almas en pena que merecen una sepultura semejante a sus tradiciones étnicas.

No llores padre ni madre que hoy se acaban mis novenas

Vengan todos mis dolientes, vengan a encender su vela.

Así, con estas canciones los van a despedir. “No lloraremos más, vamos pronto a cerrar el duelo”, dijeron las cantaoras de Bojayá.

Por Edinson Arley Bolaños / @eabolanos

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