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Es tiempo de un pacto por la igualdad de género: ONU Mujeres

Ana Güezmes García, representante de ONU Mujeres en Colombia, da algunas claves para entender la importancia social, política, ética y económica de que el país apueste por superar las brechas que siguen existiendo entre hombres y mujeres. El cambio es profundo, posible e inspirador.

Natalia Herrera Durán - @Natal1aH
08 de marzo de 2018 - 10:00 a. m.
Ana Güezmes García, representante de ONU Mujeres en Colombia desde octubre de 2017. / Gustavo Torrijos
Ana Güezmes García, representante de ONU Mujeres en Colombia desde octubre de 2017. / Gustavo Torrijos

Ana Güezmes García es española. Fue la primera mujer de su familia en convertirse en profesional. De hecho, hizo parte de la primera generación de mujeres que fueron a una universidad en su país. Estudió medicina y abandonó la práctica cuando le tocó atender a una niña destrozada físicamente por una violación sexual. Se volcó desde entonces a trabajar por políticas públicas que transformaran esta realidad. En Colombia, cada 33 minutos una niña es abusada sexualmente; cada 30 horas, una mujer es asesinada por razones de su género, y cada día, 140 mujeres son agredidas por su pareja o su expareja, según las cifras de Medicina Legal.

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Ana es defensora de los derechos humanos de las mujeres desde hace más de 25 años y es la representante de ONU Mujeres en Colombia desde octubre de 2017. Hoy, Día Internacional de la Mujer, hace un llamado al Estado, a la ciudadanía y a quienes buscan ser elegidos en política, para que hagan un nuevo pacto social que entienda que la igualdad de género es necesaria para el avance social, ético, económico y político de una sociedad. No se trata de una imposición “feminazi”. “El cambio se está dando –asegura– y es posible, profundo e inspirador”.

¿Cómo hacer realidad esas promesas de igualdad de género que hizo Naciones Unidas en su Agenda de Desarrollo Sostenible para el 2030?

Esa es la pregunta que como ONU Mujeres queremos hacerle a la sociedad este 8 de marzo. ¿Cómo hacemos para que estos derechos que tenemos en la ley sean una realidad? La respuesta, creo, debe insistir en los “cómos”. Y esos cómos son los presupuestos públicos que se designan para estos temas, y las alianzas que encontremos como sociedad. Por ejemplo, este miércoles hicimos una iniciativa en la bolsa de valores con el sector privado que se llama “Ring the bell” (Toca la campana) por la igualdad de género. Una acción colectiva en más de 70 bolsas de valores del mundo para sumar al sector privado, porque sabemos que el Estado o la sociedad civil no lo van a lograr solos. Yo digo que apostar por la igualdad entre hombres y mujeres es un cambio civilizatorio. Difícil, pero necesario.

Pero también requiere de un cambio cultural, porque en América Latina la violencia de género no solo discrimina, también mata...

Sí, esa es una gran preocupación. No solo es que te llamen “feminazi” en las redes sociales, sino que a muchas mujeres las están matando. En ese sentido, hay mecanismos de participación que deben fortalecerse en Colombia, por ejemplo, hacia la protección de las defensoras de derechos humanos o las líderes comunitarias.

¿Cómo pensar un concepto de seguridad con enfoque de género, teniendo en cuenta que los hogares siguen siendo los lugares más peligrosos para las mujeres?

No olvidemos que la violencia es la parte extrema de la desigualdad y la discriminación. Por eso los cambios deben ser estructurales. Todos los pasos que demos para eliminar esas brechas de desigualdad contribuyen a la seguridad de las mujeres. Empoderar económicamente a las mujeres es clave, por ejemplo, contra la violencia, porque todavía, lamentablemente, es muy común que mujeres permanezcan en relaciones violentas porque no tienen una alternativa económica distinta.

Pero, ¿hay avances?

Claro. El cambio se está dando, es profundo, posible e inspirador. La entrada masiva de mujeres en el ámbito educativo es uno de esos. De hecho, en Colombia el 55 % de egresadas universitarias son mujeres. Y segundo, y esto me da mucha esperanza, por primera vez estamos viendo movimientos de mujeres, como el de Ni Una Menos, en América Latina, o el Me Too, con una fuerza y aceptación que pueden mover estructuras. Los hombres se están sumando a esta visión de un futuro donde nos podamos desarrollar todos y todas.

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Y, ¿en términos de política mundial?

Por primera vez en una agenda de desarrollo de Naciones Unidas, que es la agenda de desarrollo sostenible que se adopta en 2015 y va a regir a los países hasta el año 2030, hay un objetivo de desarrollo (el número cinco) que habla de igualdad de género y empoderamiento de todas las mujeres y las niñas. Esta agenda, por primera vez, está enfocada a disminuir estas brechas de desigualdad. No se trata de disminuir un promedio de pobreza, sino de no dejar a nadie atrás. Y esto para Colombia es fundamental.

En ese sentido, ¿qué significa medir el tiempo como indicador de desarrollo?

La medición del uso del tiempo es clave para el avance de las mujeres y así quedó consignado en la Agenda 2030. América Latina es pionera en este sentido. Hay 19 países que han hecho encuestas de uso del tiempo. En Colombia, el DANE ha dicho, por ejemplo, que las mujeres dedican el triple del tiempo que los hombres a tareas no pagadas, como son las tareas domésticas y de cuidados de niños o personas mayores. Hoy la ONU reconoce estas tareas como un trabajo que debe ser reconocido.

En épocas electorales como estas el tema parece muy ajeno a las campañas...

Sí, pero no puede serlo más. Todos los candidatos tienen que poner un piso básico y eso es que la violencia por razones de género sea inaceptable. Esta es la violación de derechos humanos más extendida en el mundo. Y para eso hay que dar mejores presupuestos para combatirla, porque en este momento no se compadece la inversión pública con la dimensión del problema.

¿Qué políticas cambiarían la vida de las mujeres con menos recursos?

Por un lado, una oferta de servicios en un lugar donde las mujeres pueden encontrar asesorías médicas, legales y psicológicas. Segundo, un sistema de justicia que realmente actúe con claridad, y tercero, un buen servicio público, porque está documentado que las mujeres, al ser las que tienen menos ingresos, son las que más usan este tipo de transporte.

Para terminar, ¿cuál es el llamado para quien está leyendo esta entrevista?

El llamado es a pensar qué acciones se pueden hacer desde lo colectivo, desde lo laboral, desde lo político, pero también desde lo individual, para que este cambio sea mucho más rápido. No es posible que en 2030, cuando nos volvamos a sentar a discutir este tema, digamos: oiga, es importante que las mujeres y niñas no sean las más pobres y las que están expuestas a mayor violencia y discriminación. Yo creo que hay cosas que deben ser inadmisibles.

¿Por ejemplo?

Que haya matrimonio de niñas debería ser inadmisible, que haya brecha salarial por el mismo trabajo debería ser inadmisible, que haya violencia y acoso sexual hacia las mujeres por el hecho de ser mujeres debería ser inadmisible.

¿Cómo explicar que avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres va más allá de una “pelea de mujeres radicales”, como algunos quieren encasillarlo?

Yo diría que los datos son muy concretos. La participación laboral de los hombres es de 75 %, mientras que las mujeres están en 55 %. Hay una brecha de 20 puntos, aunque las mujeres cuentan con mayor formación académica. En tema salariales la brecha es de 19 %. La ONU calcula que el producto interno mundial podría aumentar un 26%, que equivale a 12 billones de dólares para 2025, si las mujeres pudieran participar en la economía en igualdad de condiciones. Si Colombia quiere avanzar en su desarrollo y quiere avanzar en la construcción de paz, tiene que superar estas brechas de desigualdad. Punto.

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Por Natalia Herrera Durán - @Natal1aH

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