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El arte de Las Cleopatras de Egipto

Junto con la artista María Eugenia Trujillo, tres mujeres del céntrico barrio capitalino exponen sus creaciones contra el olvido, la violencia y la estigmatización.

Marco Cortés
05 de octubre de 2017 - 03:00 a. m.
La máquina de coser de Carmen Ibáñez es uno de los objetos que hacen parte de la exposición en la biblioteca de la Universidad Externado. / Fotos: Cortesía Juanita Eslava
La máquina de coser de Carmen Ibáñez es uno de los objetos que hacen parte de la exposición en la biblioteca de la Universidad Externado. / Fotos: Cortesía Juanita Eslava
Foto: J.E.G.

En una periférica zona del centro de Bogotá existen tres mujeres: Carmen, Nayibe y María Antonia, más conocidas como Las Cleopatras del barrio Egipto. Ellas, junto a la artista colombiana María Eugenia Trujillo, lanzaron la exposición artística Exvotos en la biblioteca de la Universidad Externado de Colombia, que estará exhibida hasta febrero de 2018.

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Una de las piezas de la exposición es Un dechado.Un dechado fue una forma de enseñar a hacer no solo ciertas costuras y puntadas a las mujeres, sino al tiempo dar una lección de moral. Las monjas enseñaban a bordar frases como ‘debo ser una niña buena’. Lo que se hace aquí es una trasgresión al bordado con intensos calificativos hacia las mujeres”, afirma la artista María Eugenia Trujillo.

El dechado mezcla palabras como: amada, bella, bruta, cerda, concubina, dama, diosa, fufurufa, muñeca, perra, princesa, reina, puta, tarada, querida. La violencia de género es también una violencia del lenguaje, más sutil, más poderosa, aceptada, cotidiana.

Esta pieza hace parte de Exvotos, una exposición que intenta dar reconocimiento y una forma de expresión y visibilización a estas mujeres de una de esas tantas realidades ocultas en Bogotá.

El barrio Egipto tiene un estrecho pasaje bordeando la última avenida del oriente capitalino, el callejón San Bruno, hogar de las Cleopatras. Un lugar estigmatizado por la violencia urbana, nodo de pobreza y todas las formas de exclusión: económica, social y política, la falta de oportunidades, la violencia intrafamiliar y hacia la mujer.

Nayibe, una de las Cleopatras, en contra de la fatalidad de las condiciones de su barrio dice: “Si usted anda entre la miel, que no se le pegue. Este barrio ha sido llamado el cagadero. Pero de este cagadero ha salido gente luchadora, madres luchadoras, como nosotras”.

Las Cleopatras representan la resistencia de personas, mujeres y comunidades que se niegan al olvido, al anonimato y a la marginación. Esta exposición hace un fuerte llamado contra el “imperio del hombre”, pero “no es hacer ver a los hombres como los malos, estamos buscando hacer valer los derechos que las mujeres también tenemos”, asegura la misma Cleopatra. Y es que esta exposición si pudiese resumirse en una noción sería “reconocimiento”.

El reconocimiento es fundamental para la construcción no sólo de comunidad, sino de cada individuo. La falta de reconocimiento es quizá el daño primordial contra la individualidad y, por lo tanto, contra la trama de lo social. Y esta exposición señala ante todo esa reivindicación. Unas formas de expresión artística sí, pero que exploran los límites de estas vidas hasta ahora relegadas.

“El arte es un potente vehículo para transformar la sociedad y luchar por los derechos humanos”, recuerda Yolanda Sierra, abogada constitucionalista, coordinadora del grupo de Derecho, Arte y Cultura de la Universidad Externado de Colombia, organizadores de la exposición.

“El exvoto es un objeto para hablar de cosas imposibles, para pedir, por ejemplo, por la sanidad de una enfermedad, por la protección de un ser querido. Por ello, no necesariamente es un objeto religioso, puede ser un objeto laico”, afirma la constitucionalista Sierra.

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El arte se presenta aquí como un milagro, un momento, un lugar, un encuentro. Las piezas expuestas “transfiguran de un lugar a otro, hacen visible algo que está oculto al ponerlo a la vista pública”, agrega finalmente la abogada Sierra.

“En mi exvoto pude plasmar cosas que sentía, cosas que cuando uno de mis hijos murió no le pude decir y las tenía escritas. Recordar y revivir el momento en el que él se fue, fue duro. Al plasmarlo en este bordado siento que saqué un poco del dolor que tenía guardado y que a nadie le he expresado”, dice Carmen, otra de las Cleopatras.

El exvoto de Carmen, una pequeña máquina de coser adornada con bordados, “representa el tiempo que estuve alejada de mis hijos, las fechas especiales, las necesidades que ellos pasaron cuando estuve en una cárcel. Pero también lo que tuve que hacer desde ese lugar para sostenerlos. Mientras estuve ocho meses encerrada pude hacer algo por ellos gracias a esa máquina”.

Exvotos es una exposición dignificante, y de alguna manera escandalosa, como todo aquello que pretende remover las formas en que se mira, se piensa, se siente la realidad, las realidades de esos otros con los que compartimos la misma ciudad; pero que a pesar de ciertas condiciones, que no escogieron, luchan, litigan, resisten al anonimato, la forma inicial de la inhumanidad.

Por Marco Cortés

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