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Cartago: Encontrándonos en las miradas de otros

En una de las ciduades más antiguas en Colombia y que solía ser un bosque sagrado, funciona la Escuela de Pensamiento Ambiental que hace tertulias y otras actividades para promover el respeto a la naturaleza y el derecho a la vida.

Celia Guerrero
22 de noviembre de 2016 - 05:13 p. m.
Cortesía.
Cortesía.

En nuestro recorrido por Colombia como parte de la Caravana por la Paz, la Vida y la Justicia, pasamos de las calles empinadas en las periferias de Medellín, hasta la ciudad de Cartago, en el Valle del Cauca

El paisaje nos recibió, como si quisiera decirnos: "bienvenidos a otra Colombia". Como mexicana, siempre digo que nuestro país no es uno, sino al menos tres o cuatro o tantos como nos permitamos imaginar. Lo mismo, al parecer, sucede con Colombia. 

En el camino a Cartago nos detuvimos a mirar la arteria principal de esta región: el río Cauca. Fue sorprendente conocer (gracias a nuestros guías colombianos) que allí, no solo el paisaje es semejante al que México posee en los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero: montañas esplendorosas, vegetación exuberante, geopolítica privilegiada. Esta región, como en el caso del sur mexicano, carga con el estigma, aparentemente irrevocable, de la violencia endémica. La imagen del pasado, de cientos de cuerpos flotando por las aguas del río Cauca, me pareció inconcebible en medio de tanta vida.

Por la tarde, un buen número de cartagüeños nos recibieron festivamente en una plaza pública, a pesar que al momento se desarrollaba el partido de fútbol: Colombia-Argentina. Más tarde nos enteraríamos que esta ciudad es una de las más antiguas en Colombia y que, antes de la llegada de los españoles, solía ser un bosque sagrado. Quizás por ello es que algunos de sus habitantes defienden tan fervientemente su ecosistema, como es el caso de los miembros de la Escuela de Pensamiento Ambiental [http://escuelambientalcartago.blogspot.com.co]. 

Esta iniciativa civil organiza desde el 2001 tertulias y otras actividades para promover el respeto a la naturaleza y el derecho a la vida. Victor Cardona, uno de sus miembros, también participa en el Tribunal Permanente de los Pueblos (TTP). Este mismo juzgado simbólico ha señalado en el sur de México -que por su riqueza de recursos naturales es una de las regiones más depredada por proyectos extractivistas- la responsabilidad de las transnacionales en violaciones a los derechos de las comunidades. Este aspecto parece ser uno de los grandes desafíos para Colombia, transitar a la paz esquivando la voracidad de las industrias extractivistas, situación que han advertido varias organizaciones durante nuestro viaje.

Siguiendo con nuestro encuentro, fue especialmente emotivo el canto ancestral de las mujeres afrodescendientes desplazadas del Chocó, quienes nos dieron la bienvenida a la caravana y deleitaron al público entonando alabados (cantos de duelo llenos de giros de la voz y que hacen pensar en la obligada herencia africana):

"Allá arriba viene un barco, no se sabe quién será 

Y viene rompiendo el agua solo por traer la paz 

La paz para Colombia, Colombia quiere la paz 

Nosotros los colombianos 

Queremos reconciliar

Porque esta maldita guerra se tiene que acabar..."

En una gran similitud del Valle del Cauca con los estados costeros del océano Pacífico en México: son los que poseen mayor número de población afrodescendiente, históricamente relegada e invisibilizada.

La energía y esperanza se acrecentó al conocer a los jóvenes organizados de Cartago. Como los integrantes de la autodenominada  "Aún no corporación gato con botas", que hicieron reír al público con un show de clown. O los coordinadores regionales de la organización Juventud Rebelde [https://www.facebook.com/JuventudRebelJR/], quienes bajo el lema "Por el derecho a ser joven", aglutinan a colectivos juveniles de todo Colombia (32 tan solo en el Valle del Cauca). 

De árbol a árbol Alexandra Tamayo, una joven de 22 años, colgó una pancarta con la frase "Mambrú se fue a la guerra y nunca más volvió", una campaña que creó junto con dos amigos para impulsar la desmilitarización de la juventud, no sólo promoviendo la objeción de conciencia, sino también exigiendo la modificación del sistema educativo y laboral que perpetúa mediante medidas arbitrarias y normas el belicismo dentro de las sociedades.

Otra similitud con la sociedad mexicana en general, pero principalmente con la juventud. Por ejemplo, en Guerrero, donde los jóvenes se ven constantemente amenazados por las fuerzas coercitivas del Estado; situación que evidenció la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, inscribiéndose a la fatídica historia de opresión estudiantil en México.

En nuestro visita a Cartago, mirar al otro resultó mirarse en él. Las dignas resistencias para proteger nuestros territorios; las víctimas de la violencia que ante todo apelan a la paz por sobre todas las cosas, y la generación de colombianos que se niega a servir a la guerra; para los mexicanos que acompañamos la caravana fue un ejercicio de reconocimiento, de descubrimiento y, más importante aún, de confrontación y guía para el trazo de nuevas veredas que nos conduzcan a la paz.

Por Celia Guerrero

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