Colombia + 20
Haciendo País

¿Y si pensamos como niños?

Universidad de La Sabana
01 de noviembre de 2016 - 07:16 p. m.

Los datos no mienten, pueden cambiar un poco según la fuente consultada pero la realidad es que un costo real del conflicto bélico se refleja en la población infantil.

Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar – ICBF desde 1999 hasta 2015 se han atendido 5.730 menores. El Ministerio de Defensa Nacional, por su parte, menciona que se han recuperado 5.474 niños de las filas de los grupos al margen de la Ley. Se presume que alrededor de 15.000 a 18.000 niños pertenecen de alguna manera al conflicto.

Es evidente que la población infantil sufre con creces las consecuencias de la guerra, como también es evidente que la sociedad actual no se planea ni toma decisiones pensando ni escuchando la voz de los menores, que dentro de su ingenuidad pueden dar a los adultos verdaderas lecciones de perdón y esperanza.

Los últimos días han sido difíciles y no precisamente por las noticias que se registran en los diarios, ha sido arduo porque veo a mi hija de 10 años y a sus compañeros, con los cuales comparte aventura, con preguntas que difícilmente podré dar respuesta, por lo menos no en el corto plazo. ¿Papá por qué la gente votó no?, ¿Por qué la gente no les da una oportunidad a esos señores, ellos pueden ser buenos?

Además de ser papá, soy profesor. Dentro de mis enseñanzas siempre he puesto especial interés en que tanto mi hija como mis estudiantes comprendan la urgente necesidad de pensar en el bien común; de entender que la humanidad toma decisiones centradas en el amor, la bondad y el respeto.

Considero que a las nuevas generaciones es fundamental hablarles desde la esperanza y no desde la tragedia, es necesario mostrar que una oportunidad de paz prevalece sobre cualquier interés personal. Y por supuesto mostrar el valor de la naturaleza y no el precio de los minerales. Desafortunadamente, la sociedad se ha empecinado en demostrarle a mi hija y a los aproximadamente siete millones de niños colombianos que las decisiones transcendentales de las comunidades se toman bajo criterios de precio y no de valor, que el interés individual prevalece sobre el comunitario. 

Regresemos a las preguntas de mi hija. Ella dentro de sus reflexiones va armando sus propias conclusiones y empieza. “Papá yo creo que la gente vota no porque todavía les duele y no pueden olvidar, como yo no olvido a miel” (una mascota que tenía cuando era más pequeña).  Pregunte: “¿A ti ya no te duele que Miel no este contigo? ella muy amable contesta: “No papá, porque sé que está mejor y ella necesita estar con su familia. Es un sacrificio que yo hago por Miel”. Y continua, “Papá si yo pudiera votar, diría que sí”. Ingenuamente, volví a preguntar “¿por qué? Ella sin pausa y muy segura de sus palabras dice: “Papá es fácil, uno perdona, ellos necesitan una oportunidad, así como cuando mi mamá me da otra oportunidad cuando hago algo mal. De manera irresponsable indago en el pensamiento de ella preguntando: “¿No importa que hayan hecho cosas muy malas? Ella reitera, un poco molesta por mi terrible pregunta: “Papá, siempre me has dicho, hay que dar una oportunidad”; y replica, “Si se vuelven a portar mal, mirar que se hace con ellos, tomar medidas. Ellos deben aprender a portarse bien”.

Esta pequeña conversación demuestra el nivel social y moral que tiene un niño. Su capacidad intelectual para generar procesos de perdón y aprendizaje supera cualquier expectativa. Para dar cuenta de este fenómeno, solo es necesario observar los conflictos de los niños, agudizan cuando los adultos intervienen. Seguramente después de la discusión regresaran a jugar como si nada.

Considero fundamental empezar a fortalecer los espacios en los cuales los menores pueden potencializar sus habilidades y competencias, solo de esta manera se garantizará que cuando llegue a su edad adulta conservará gran parte de sus principios que orientan sus decisiones infantiles. La familia como célula de protección, amor y cariño. La comunidad como ambiente de desarrollo social, la escuela como espacio de fortalecimiento intelectual y el entorno natural como espacio de interacción y expresión.

Por su parte, los adultos estamos obligados a orientar las decisiones en coherencia con la formación intelectual y espiritual del niño. Es necesario tener la capacitación necesaria para enfrentar discusiones tan complejas como las que nos proponen. Por ejemplo, abordar temas de paz en el aula de clase en la actual coyuntura es todo un reto para el profesor. Debe integrar a su discusión la percepción del padre de familia, del vecino, del conductor, de los medios de comunicación. El docente debe acudir a su ingenio pedagógico para lograr conservar la fe que tiene los niños en las comunidades. De lo contrario puede ocurrir, espero que no, que el niño saque como excusa que no perdona a su compañero porque Colombia no perdonó a esos señores.

La premisa que la paz se construye con tiempo, es real. Los niños de hoy seguramente son los que tomarán decisiones dentro de 20 años. No nos tendría que sorprender el resultado del plebiscito, somos una generación que crecimos en un marco de guerra y conflicto. Hagan memoria si me equivoco.

Jefferson Galeano, profesor de la Universidad de La Sabana.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar