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¿Tienen futuro las negociaciones con el ELN?

Columnista invitado
17 de julio de 2018 - 04:51 p. m.

Por Kyle Johnson*

La reciente elección de Iván Duque con el 54 por ciento del voto total significará varios cambios a la implementación del acuerdo de paz con las Farc, lo cual ha generado preocupaciones no solamente dentro de “la resistencia” opositora sino también en la comunidad internacional. Pero la paz con las Farc no es el  único proceso que enfrenta riesgos, pues la probabilidad de que sigan los diálogos con el ELN después del 7 de agosto se ha reducido abruptamente, como argumentamos en un nuevo informe del International Crisis Group.

Durante su campaña, Duque propuso varias condiciones para continuar con el proceso de negociación con el ELN: la concentración inmediata con verificación internacional de los miembros de esta guerrilla; el cese de toda actividad criminal por parte de la guerrilla; una negociación con el grupo abocada solamente al desarme, desmovilización y reintegración; y un cronograma con fecha final establecida. Como parte de esta propuesta de dialogo, planteó, una reducción de penas para los miembros de la guerrilla, pero no la eliminación total de cárcel. Cada una de estas condiciones por sí sola podría conllevar el final de los diálogos.

Sin embargo, después de su victoria electoral, Duque dijo que estaría de acuerdo en continuar con las negociaciones con base únicamente del cese de toda actividad criminal por parte del ELN, acompañado por la concentración de fuerzas guerrilleras bajo “supervisión internacional”. Aunque esa nueva posición es menos radical que la versión desplegada durante su campaña, dada la postura del ELN, sigue siendo suficiente para acabar con las negociaciones.

Duque por lo tanto ya ha suavizado parcialmente su posición frente a la negociación. Falta ver lo que hará el ELN: Duque no puede justificar dentro de las filas del Centro Democrático tomar otro paso hacia la continuidad de las negociaciones sin recibir nada a cambio. Por lo tanto, el ELN debería ofrecer un cese unilateral, semejante a los que ha llevado a cabo alrededor de las elecciones legislativas y presidenciales de este año, pero por un tiempo un poco más extendido – quizás hasta un mes – empezando el 7 de agosto, el día de la posesión de Duque. Este cese serviría para mostrar su voluntad de seguir negociando, incluso con un gobierno uribista.

Dado que hoy en día existe en terreno, con pocas excepciones, un cese de facto entre la guerrilla y la Fuerza Publica, otro cese unilateral no sería un gran paso para el ELN. Sin embargo, la guerrilla no necesariamente debería esperar un gesto recíproco del gobierno, lo cual podrá generar resistencia dentro del ELN y una renuencia de proceder de esta manera. Por lo tanto, la presión de la sociedad civil puede terminar siendo clave para que la guerrilla adopte esta medida, como lo fue anteriormente, con los cese unilaterales previos.

Presión desde la sociedad civil (o “la resistencia”, como algunos se llaman) exclusivamente destinada a salvar  el proceso de paz con el ELN es poco probable. Por lo tanto es importante que los avances en la mesa de negociación en La Habana generen tanto costos como incentivos para que Duque (y también Uribe) cambien de opinión hacia el proceso de paz. Reducir la violencia y el impacto humanitario del conflicto es esencial. Es poco probable que un nuevo cese bilateral se implemente en las pocas semanas que quedan antes de la llegada de Duque al poder, pero dado que las partes están muy cerca de conseguir un acuerdo en este sentido, es importante que lleguen a los términos de un nuevo cese para entregárselo al gobierno de Duque. Medidas para construir confianza – como la liberación de los secuestrados que tiene el ELN y una posible amnistía para personas detenidas durante protestas, quienes no necesariamente forman parte de la guerrilla – también pueden ayudar.

Avanzar en la agenda más amplia es esencial también para promover la voluntad de la guerrilla para continuar los diálogos. Por lo tanto, la participación social es clave: se necesita aumentar el compromiso con el proceso de muchas organizaciones sociales y la sociedad civil colombiana en general. Pero la participación de la sociedad civil regional todavía no ha empezado, y sus perspectivas parecen muy precarias. Por lo tanto, se debería anunciar la creación de espacios de participación especial, semejantes a los de Tocancipá, para las mujeres y poblaciones étnicas, donde pueden discutir sus propuestas no solamente con base de sus propios derechos sino también para sus regiones y el país en general. Un tercer espacio debería permitir a las organizaciones sociales locales y regionales discutir su protección frente a la ola nefasta de asesinatos de líderes sociales.

Pero los avances en  la mesa de negociación pueden ser insuficientes. Es clave entonces que la comunidad internacional, especialmente los países garantes y los acompañantes, diga en público y en privado en sus reuniones con el presidente electo que apoyan el proceso de negociación con el ELN y están dispuestos a seguir jugando su respectivo papel, incluso en la financiación de varias partes del proceso. Es importante que la embajada de Estado Unidos también enfatice que siguen apoyando los esfuerzos del gobierno colombiano para buscar la paz negociada.

Duque, Uribe y el Centro Democrático debería entender que volver a la guerra con el ELN podría debilitar sus ambiciones de hacer llegar el Estado a varias partes periféricas de Colombia pues se daría una recrudescencia del conflicto armado. El Centro Democrático podría insistir en que su política de seguridad le propinará golpes fuertes al ELN. Pero la realidad es más compleja. El ELN está en expansión y derrotarlo militarmente por completo simplemente no es posible, pues siempre puede esconderse en Venezuela y los territorios donde tiene control son en general bastante difíciles para el Estado de ocupar y retener, como es el caso del Chocó, Catatumbo o la costa pacífica nariñense.

Además, la política propuesta por el uribismo de desplegar la fuerza militar para “limpiar” (clear) un territorio de presencia de grupos armados, “mantener” (hold) el control militar y “construir” (build) una presencia estatal no es una política nueva. Es la misma política de consolidación territorial introducida bajo el gobierno de Uribe, que fracasó en lograr sus objetivos. En parte falló por no poder quitarle a la guerrilla – en ese entonces de las Farc - varios territorios a pesar de un esfuerzo militar importante. La probabilidad de que ocurra lo mismo es alta.

Adicionalmente, la intensificación del conflicto con el ELN y la inestabilidad de varias regiones del país expuestas a la continuación de la guerra minarán la confianza inversionista y la creación  de la “economía naranja” y moderna que propone Duque. Es posible que las empresas petroleras se conviertan en una voz fuerte a favor de las negociaciones con esta guerrilla dados los constantes ataques a los oleoductos, infraestructura y personal que comete.

En el corto plazo el mandato y los beneficios políticos de acabar los diálogos con el ELN pueden tentarle a Duque a seguir exigiendo condiciones que es probable que sepa que acabarán con las negociaciones. Sin embargo, a pesar de ser una guerrilla “pequeña”, negociar con el ELN sigue siendo la mejor opción. Puede que no le gusten al uribismo, pero son las condiciones actuales del diálogo que lograron llevar por primera vez en su historia al ELN a una mesa de negociación, una hazaña mayor que no se debería desconocer.

@KyleEnColombia

 

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