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¿Qué hacer con las negociaciones con el Eln?

Kyle Johnson
16 de enero de 2018 - 08:28 p. m.

La terminación del cese bilateral entre el gobierno y Eln, por la insistencia del grupo guerrillero de renegociarlo a partir del 9 enero - en vez de prorrogarlo mientras se renegociaba, como lo pidieron las Naciones Unidas y la Iglesia católica – ha llevado al regreso a Bogotá del jefe negociador, Gustavo Bell, para evaluar la continuación de los diálogos. La negociación está en crisis, aunque no ha sido el primer obstáculo que ha enfrentado. La pregunta es, entonces, ¿qué hacer?

Primero, es esencial que sigan las negociaciones. A pesar de los tropiezos y ataques recientes del Eln, la vuelta a la guerra es la peor de las opciones. Aunque muchos creen que se puede vencer al grupo guerrillero por la vía militar, hay poca evidencia que afirma la posibilidad de una victoria bélica sino muchas pruebas de los costos humanitarios que conllevaría el reinicio del conflicto: continuidad de muertes de militares y civiles, uso de minas antipersonales, ataques contra la infraestructura petrolera, desplazamiento forzado, y más.

Además, los colombianos y su élite política tendrán que decidir si quiere un conflicto de baja intensidad por un tiempo indefinido, con los daños correspondientes a la economía, al pueblo y al esfuerzo de redefinir su imagen a nivel internacional de un país narcotraficante y en guerra a un destino turístico en paz. Un conflicto de tiempo prolongado con el Eln minaría todos estos propósitos.

El intento de seguir negociando, sin embargo, no puede desconocer los enormes obstáculos que complican la mesa de negociación. Por el lado del Eln, su rechazo a la prórroga del cese bilateral muestra que  se ha dividido en su postura hacia la negociación, y ha decidido, por su historia trágica de fracciones internas, poner la unidad por encima de cualquier otra cosa. El resultado es que las unidades más beligerantes e intransigentes del Eln han ganado poder actualmente, tirando toda la organización hacia su posición extremista.

A la vez, la histórica estrategia del Eln de construir poder popular en el terreno ha hecho que haya prevalecido la búsqueda de poder político local a menudo a pesar de los costos políticos a nivel nacional. Para algunas unidades de esta guerrilla, no seguir con el cese bilateral era mejor en términos de poder local, en su escenario de operación, a pesar del evidente costo político nacional e internacional. Finalmente, el hecho de que el frente de guerra oriental haya hecho la mayoría de los atentados después de la terminación del cese refuerza el argumento de que alias Pablito, exjefe de ese frente, sigue opuesto a la negociación. Designarlo miembro del Comando Central (Coce) en el quinto congreso a finales de 2014 se ha vuelto un bumerán para los demás miembros del Coce: en vez de tener más poder sobre él, pareciera que él ahora tuviera influencia sobre ellos.

Pero la crisis en la negociación no es la responsabilidad exclusiva del Eln. El gobierno acaba de nombrar un equipo negociador robusto y experimentado, pero fueron introducidos en un escenario difícil. A la vez, no hubo una clara voluntad para asegurar que la mesa transitoria, la cual funcionó entre el 5 y 12 de diciembre, lograra su objetivo de resolver los problemas del cese. Igualmente, no hubo una reacción contundente y oportuna del gobierno frente al retiro de los miembros del Eln del mecanismo de verificación – compuesto por miembros del Eln, del Gobierno, de la ONU y de la iglesia – el 25 de diciembre de 2017. Con este nuevo equipo, el Gobierno buscaba acelerar las negociaciones, pero antes tenía que haber mostrado que más urgencia y voluntad en el proceso.

Finalmente, debido a  la terminación del cese bilateral y el reinicio de acciones violentas por parte del Eln, las voces en contra de las negociaciones con el grupo guerrillero han fortalecido. En un año electoral, será difícil para el gobierno no tomar una posición más recalcitrante frente a su contraparte en la mesa, limitando drásticamente los temas sobre los cuales está dispuesto a discutir como resultado de la participación social, por ejemplo.

A pesar de este contexto turbulento y amenazante, se puede todavía avanzar en la negociación. En primer lugar, hay que renegociar el cese bilateral, teniendo en cuenta qué era el objetivo del cese en su inicio: aumentar la confianza entre las dos partes, y entre la sociedad y el proceso de negociación. Hay que buscar un nuevo cese bilateral que pueda cumplir con estos dos objetivos pero que a la vez es políticamente atractivo. ¿Cómo se vería entonces?

En primer lugar, el nuevo cese bilateral tiene que ser medible, verificable y cumplible, con un lenguaje claro para que ambas partes entiendan su alcance. Por lo tanto, el núcleo del nuevo cese debería enfocarse principalmente en las acciones militares entre las dos partes. Poniéndole el énfasis en lo estrictamente militar le da más control directo a las partes sobre lo que ocurre, lo cual hace que sea más fácil de cumplir. Por lo tanto, puede generar más confianza. Debería incluir todavía las exigencias al Eln de no atacar la infraestructura petrolera; no secuestrar (o tomar rehenes, en su lenguaje); el no uso de minas antipersonales; y el no reclutamiento.

Se podría también considerar unos protocolos específicamente para los territorios o contextos en los cuales el Eln tiene conflictos abiertos con otros grupos armados, los cuales deberían preservar la autodefensa de la guerrilla en caso de ser atacada. Podría incluir un compromiso de no atacar a ningún otro grupo armado sino avisarle a un sistema de alerta temprana que hace parte del mecanismo de verificación en caso de saber de la presencia de un actor armado ilegal en el territorio, lo cual activa una reacción del Estado. En fin, es el Estado y la Fuerza Pública quienes tienen el deber de actuar contra los grupos armados, incluso los “paramilitares”, por ejemplo.

Del lado del Gobierno, los compromisos deberían reemplazarse por unos que puedan cumplirse y que sean visibles en el corto plazo. Uno de los defectos del primer cese bilateral era que los compromisos del gobierno fueron muy ambiguos, y sus efectos difíciles de percibir: por ejemplo, “(fortalecer) el llamado de sistema de alertas tempranas para que la protección a los líderes sociales se fortalezca…”. El lenguaje era opaco, y con un Estado tan lento como el colombiano, poco realista.

La importancia de la violencia contra líderes sociales sigue intacta. El Gobierno y el Eln podrían pedirle a una organización de su confianza que haga un diagnóstico sobre lo que ocurre con los líderes y lo entregue a la mesa para que sirva de insumo para el punto 1 o el punto 5. En su metodología, se podría llevar a cabo con miembros de ambas delegaciones, audiencias públicas con organizaciones sociales, locales, regionales y nacionales sobre qué hacer para mejorar la protección a los líderes sociales. El Estado tiene el deber de protegerlos con o sin cese bilateral. Alentar la democracia directa en este asunto tendría dos fines: convencer al grupo guerrillero de un nuevo cese con un asunto importante para él, y aumentar la confianza de la sociedad colombiana en el proceso de negociación después del golpe que acaba de recibir. Además, es cumplible dentro de seis meses, por ejemplo.

Una vez acordado el nuevo cese, se debería avanzar con la agenda propia y su primer punto,  la participación social. Este tema es fundamental para el Eln, pero la guerrilla tiene que tener claro un hecho esencial: es imposible llevar a cabo el mecanismo de participación sin cese bilateral. La mesa, por lo tanto, debería reflejar ese hecho como incentivo para buscar rápidamente un nuevo cese y empezar con la participación de las sociedades de las regiones. Finalmente, en un mundo ideal, el Eln rectificará su decisión de dejar terminar el cese al declarar una tregua unilateral hasta que se acuerde un nuevo cese bilateral, el claro reclamo del pueblo que está cansado de la guerra.

*Analista Senior para Colombia de International Crisis Group

 

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