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Haciendo País

Populismo y paz

José Antequera
03 de febrero de 2017 - 04:11 p. m.

Se dice que implica convertir esos discursos en religión y remover los sentimientos para que determinen decisiones. Pero nadie llega muy bien a un diagnóstico definitivo. Hay populismo del que apela al miedo, al racismo y la xenofobia, o en cambio, del que aglutina a la gente con toda su diversidad a favor de los derechos humanos, la participación y la justicia social.

Existe también la expresión “momento populista” para decir que el populismo le llega a todos los países como una fiebre, pero que se les pasa. Pero lo que viene pasando en nuestros días cuestiona y llama mucho la atención. Este modo de construir lo político está extendiéndose y pasando a un siguiente nivel patológico gracias al recurso de nuevas tecnologías en desarrollo acelerado. Martin Hilbert, asesor tecnológico de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, cuenta en una entrevista en The Clinic On Line (https://goo.gl/7BGgHp) que Trump habría utilizado la información de internet de cerca de 250 millones de personas para clasificarlas y así enviarles  propaganda de campaña ajustada a sus perfiles, alcanzando el grado del populismo puro; diciéndoles exactamente lo que querían escuchar como estrategia ganadora. Lo peor, dice Hilbert, es que Obama también hizo algo muy similar en su momento.

No estamos hablando de teorías conspirativas, sino del modo como están funcionando las cosas. Basta volver a ver la confesión de Juan Carlos Vélez, quien fuera director de la campaña del NO en el plebiscito e integrante del Partido Centro Democrático. Vélez contó como un gran logro que su campaña había ganado al lograr “que la gente saliera a votar verraca” gracias a los recursos tecnológicos disponibles en nuestro contexto criollo:

“Descubrimos el poder viral de las redes sociales”. (…) “Unos estrategas de Panamá y Brasil nos dijeron que la estrategia era dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación. En emisoras de estratos medios y altos nos basamos en la no impunidad, la elegibilidad y la reforma tributaria, mientras en las emisoras de estratos bajos nos enfocamos en subsidios. En cuanto al segmento en cada región utilizamos sus respectivos acentos (...)”

Estas revelaciones nos obligan a trascender los análisis obvios sobre el populismo que se vienen reproduciendo. No estamos hablando sólo de un modo de hacer campañas exitosas apelando al pueblo, ni de la predecible derrota de las figuras desgastadas y con bajos índices de popularidad como Hillari Clinton o Juan Manuel Santos. Se trata de la reconfiguración de la democracia representativa, del cuestionamiento sobre la posibilidad de que realmente funcione y tenga sentido su defensa. En Colombia, nada más y nada menos, estamos hablando de las condiciones reales que viabilizan la promesa de paz que ya marcó a una generación entera. 

Si la base de populismos como el de Trump es el manejo de los datos que entregamos voluntariamente empresas de redes sociales de internet habrá que asumir en serio el debate sobre el uso y las limitaciones que se le pueden dar a esos datos. Llevar eso a un punto claro de agenda política es ya, sin duda, un reto maravilloso para quienes deben liderar el futuro.

Que no nos pase lo que nos pasó en los 80, cuando las balas, la muerte y el odio ahogaron reflexiones urgentes sobre la ola de las democracias neoliberales que recorrió el mundo desde Chile hasta Europa del Este. Ahora hay muchas urgencias, pero no perdamos de vista que los guerrilleros están dejando las armas, y también están abriendo Facebook.

 

 

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