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Nombrar la memoria

Juliana Bustamante Reyes
21 de octubre de 2018 - 04:29 p. m.

En Colombia el tema de la memoria histórica sigue siendo un espacio contencioso, conflictivo y ambiguo. Con frecuencia se confunde memoria con verdad y por eso muchas veces se subestiman los esfuerzos que pretenden hacerse para recuperarla. Mientras la verdad se concentra en lo fáctico y lo demostrable, la memoria viene cargada de emoción y de experiencias subjetivas que se recrean y transforman con la cabeza y el corazón.

Contar la historia de Colombia desde la óptica de la memoria tiene el propósito de servir de mecanismo de sanación y de catarsis que, a partir de una mirada compleja, multifacética y polifónica, recoja la mayor cantidad de relatos posibles y dé cabida a las miradas diversas que existen sobre la experiencia del conflicto. Necesitamos una memoria incluyente que nos permita movernos hacia adelante reconociendo lo que hemos vivido, lo que hemos sufrido y lo que hemos sentido al ser parte de una larga historia de violencia y guerra difícil de comprender.

El surgimiento reciente de la justicia transicional ha llevado a que las normas hoy reconozcan el tema de la memoria como fundamental en el tránsito hacia la paz. Este asunto en Colombia lo empezó a tratar la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) creada por la Ley de Justicia y Paz, luego sucedida por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) que hoy existe a partir de la Ley de Víctimas.

En los últimos diez años, ambas entidades han hecho un trabajo exhaustivo de recopilación y procesamiento de información sobre el conflicto presentada desde varias perspectivas y criterios en el entendido de que el relato del conflicto colombiano no es unívoco, se compone de muchas voces y es el resultado de muchas causas. En particular, el informe “Basta Ya – Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad” que presentó en 2013 el Centro, en cumplimiento de lo establecido por la Ley de Justicia y Paz, es el resultado del trabajo del Grupo de Memoria Histórica de estas entidades que significó una apuesta importante a construir un relato vivo, que no busca dar una versión oficial ni final de los hechos, sino presentar elementos que promuevan el debate y la reflexión necesarios sobre lo que hemos sido, lo que somos y lo que podemos ser. Y ha habido muchos más.

Este trabajo se ha logrado con el concurso de personas de las más altas calidades y con trayectorias incuestionables. Tanto el gobierno de Uribe como el de Santos privilegiaron el perfil técnico de ambas entidades y, hasta ahora, los directores, asesores e investigadores de la Comisión y del Centro no han producido suspicacias ni generado mayor resistencia entre las víctimas -para quienes la memoria es una forma de reparación-, ni entre la sociedad en general, cuyo relato histórico están construyendo estos expertos.

Por eso, el debate reciente sobre el nombramiento de la persona que dirigirá el Centro Nacional de Memoria Histórica es una oportunidad para reflexionar sobre sus objetivos y sobre la calidad de la narrativa de país que queremos elaborar en el entendido de que la memoria es patrimonio público, y que, por eso mismo, no puede someterse a los vaivenes políticos de las agendas gubernamentales de turno. Basta revisar los nombres de las personas que han trabajado en la elaboración de los estudios acá referidos para encontrar una baraja de candidatos plenamente calificados que el Presidente tiene para escoger la persona que liderará el CNMH.  Ellos, además de miembros de organizaciones de víctimas, académicos e investigadores con el rigor y la imparcialidad necesarios para continuar el trabajo de esta entidad respetada en los ámbitos académicos más exigentes de Colombia y el mundo.

El trabajo en curso sobre la memoria del conflicto, con miras al informe de la Comisión de la Verdad y a la apertura del Museo Nacional de Memoria, debe quedar en manos de quienes más conocen el tema en el país; es un deber del Gobierno con Colombia y sería una muestra contundente de su talante frente al tema de la paz. La verdad judicial no será suficiente si no está acompañada de un trabajo serio en torno a la memoria que reivindique los relatos de comunidades, regiones y organizaciones del país, en un marco de diversidad y multiculturalidad. Todos estos saberes reconocidos y expuestos bajo la lupa experta de personas independientes nos podrán servir para mirarnos, proyectarnos como sociedad y caminar realmente hacia la reconciliación.

 

 

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