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Haciendo País

La paz comienza a ser propiedad de la sociedad

Columnista invitado
14 de julio de 2018 - 07:27 p. m.

Por: Aureliano Carbonell*

Algo ha cambiado en Colombia. Aunque algunos analistas tratan de ver paralelismos entre la inminente llegada de Iván Duque a la Casa de Nariño y el inicio del primer gobierno de Álvaro Uribe, este país ya no es el mismo.

Quizá nos falta aún perspectiva histórica, pero si a algo ha ayudado el incompleto y precario proceso de paz iniciado por el Gobierno del saliente Juan Manuel Santos es a producir un cambio sociológico en el país y a generar una transferencia de la agenda de la paz de una élite a unas mayorías. La paz ya no es la propiedad privada de unos grupos o de unos expertos, sino que se ha convertido en el motor de un movimiento social, político  y de opinión de importantes dimensiones.

Ese cambio sociológico fue evidente el 17 de junio, cuando algo más de ocho millones de colombianas y colombianos votaron por la opción que prometía caminar por las veredas de la paz y comenzar con las transformaciones básica que requiere el país para salir de las estructuras de  violencia, desigualdad e injusticia en las que lo ha sumido una élite corrupta y egoísta.

Esta votación es la cristalización de un anhelo colectivo que en estos meses ha dado un salto,  aunque lleva años fraguándose, y que no sería comprensible sin el sacrificio de muchos compañeros de lucha, sin el trabajo de muchos movimientos de base, de las víctimas de la violencia política, de los territorios... No es sólo algo meramente coyuntural y, si bien no esta asegurado, tiene posibilidades de mantenerse y consolidarse.

Otro indicio de este movimiento social trasversal y de las nuevas situaciones que aventura, fue la participación masiva y entusiasta en la Velatón convocada bajo el lema #NosEstánMatando, que llenó las plazas de 80 municipios de Colombia y provocó concentraciones en una veintena de capitales de otros países. Se vivió una jornada masiva en la que convivieron gentes de  diversa extracción social, cultural y política. Esa masividad y ese tipo de participación están indicando que hoy hay más respaldo y compromiso social en el rechazo a la política de exterminio y a la violencia a la que han recurrido históricamente las clases gobernantes. No fueron movilizaciones habituales porque su motivación fue protestar contra el extermino de los lideres y lideras sociales.

Los procesos de paz, entonces, comienzan a ser propiedad de la sociedad que se organiza, se expresa y reclama con madurez que quiere un país donde el odio y la exclusión dejen de dominar la vida pública. Los procesos de paz van dejando de ser propiedad de la demogógia de los de arriba y de sus gobiernos. Ese ha de ser el camino, que lo que comienza en una mesa de negociación llegue a las calles, a las universidades, a los auditorios, que la sociedad de apropie de los procesos para darles vida y para defenderlos cuando, como ahora, son amenazados.

Aunque queda todavía un amplio sector de la sociedad abonado al odio y a la sed de venganza, gracias a la constante manipulación de las emociones, la balanza cada día está más del lado de las personas que creen en la reconciliación y el trabajo conjunto. Entre otras cosas, porque todas y todos vamos a ser necesarios si nos disponemos a cambiar las sangrientas y pesadas estructuras en las que todavía se apoya Colombia.

La paz ya no es del gobierno, tampoco de las guerrillas, ni de las iglesias, ni de las ONG, ni de los organismos internacionales… La paz ya es de esta sociedad que no quiere imaginarse otras décadas de inequidad, violencia de los de arriba, exclusión política y guerra.

* Aureliano Carbonell es el segundo responsable de la Delegación de Diálogos del ELN

 

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