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La "Génesis" del conflicto según la Fuerza Pública

José Obdulio Espejo Muñoz
12 de septiembre de 2018 - 05:00 p. m.

El 17 de marzo de 1965 se registró la primera acción armada de las Farc de la que los colombianos tengamos noticia. Un día después, El Espectador abrió su primera página con un titular a cuatro columnas: ‘16 Muertos en Asalto de “Tirofijo” a Inzá’. La nota decía que 120 “forajidos” sometieron la población caucana al robo y el saqueo y asesinaron al alcalde y el personero, dos monjas y dos policías, entre otras víctimas. En esa época no se le decía terrorismo al terrorismo.

Un año y medio después −19 de agosto de 1966, para ser más preciso−, otro comando armado de las Farc atacaba por primera vez a una unidad del Ejército. Tropas del batallón Tenerife fueron emboscadas en el cañón de San Miguel, entre San Antonio y Vegalarga (Huila). En el hecho perecieron el capitán Farid Londoño Calle, dos suboficiales y 12 soldados.

El primero de estos hechos luctuosos aparece perfectamente documentado en las 18.330 páginas del informe Génesis que la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, CEV, recibió recién de manos del Ejército. As bajo la manga que el departamento jurídico de esa institución tenía reservado y guardaba con recelo para sorpresa de propios y extraños.

En grado superlativo, Génesis es la respuesta al clamor que desde el adentro y el exterior de las Fuerzas Militares venían expresando los uniformados activos y retirados, absortos los unos e impasibles los otros ante la andana de documentos entregados por diferentes instancias a los dos componentes más poderosos del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición −es decir, la Jurisdicción Especial para la Paz y la CEV−. En el noventa por ciento de estos trabajos académicos e investigativos claramente se hace referencia al cariz victimario del soldado.

Realizado con la Fiscalía desde 2013, Génesis equilibra el fiel de la balanza, pues, como lo he dicho en otras columnas, la desproporción entre los informes que achacan a los militares la responsabilidad de lo ocurrido en el conflicto es mayúscula al compararlo con aquellos en los que se señala a las Farc. En este ejercicio de la incongruencia de la verdad paradójicamente han tomado parte instituciones financiadas con recursos del Estado como el Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, y colectivos y organizaciones de la sociedad civil contrarias a las Fuerzas Militares.

Si bien tengo claridad meridiana acerca de que el espíritu del sistema es encontrar la verdad, teniendo como eje central a las víctimas y sin hacer distinción entre vencedores y vencidos, preocupa tal desbalance documental. Este contribuye a afincar el cinismo del que hacen gala los dirigentes del naciente partido político Farc, quienes, ante el asombro de muchos, aún se muestran renuentes a admitir su culpa. Fallos insólitos como el proferido por el Consejo de Estado sobre el atentado terrorista al club El Nogal no ayudan mucho.

En 50 tomos, Génesis detalla una serie de crímenes cometidos por las Farc en el contexto del conflicto armado interno hasta 2014. Los clasifica en siete tipologías: homicidio (3.384 casos desde 1982); desaparición forzada (6.766 casos desde 1969); secuestro (13.958 hechos desde 1971); desplazamiento forzado (20.754 casos entre 1967 y 2014); uso de medios de guerra ilícitos (16.042 casos a partir de 1975); violaciones basadas en género (559 hechos ocurridos desde 1969) y reclutamiento forzado (9.632 casos registrados desde 1971).

Bien por el informe, pero este apenas es el prólogo de ese gran libro que develará una faceta ausente en la narrativa del conflicto: la de las víctimas de las Farc. A esta cruzada deberían sumarse la academia, los centros de pensamiento, los observatorios del conflicto, los comités de víctimas y las diferentes asociaciones de retirados de las Fuerzas Militares y la Policía, pues los 71.095 casos documentados en Génesis se quedan cortos ante tanta maldad y daño.

Siendo consecuente con mi forma de pensar, reitero que soy de aquellos colombianos que prefiere tragarse los sapos y ver a los integrantes de las Farc en el ejercicio de la política y no echando bala en el monte, pero confieso que me aterra su cinismo para con las víctimas que dejaron sus acciones en 60 años de lucha armada. No es gratuito que tengan una imagen tan desfavorable y que sus primeras incursiones en la plaza pública hayan resultado tan desteñidas como la rosa a la que hace referencia Joaquín Gómez en su carta.

 

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