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Haciendo País

La Gata de ‘Mancuso’

24 de noviembre de 2017 - 08:51 p. m.

Mauricio señaló a la flaca desgarbada con vestigios de belleza, que según él, le decían “la gata”.  Ahora estaba sucia y lagañosa con espíritu de barrio mañanero.  La gata conversaba desprevenida con una vecina, mientras pasábamos en la cabina amarilla de cuatro ruedas. Iba introspectivo  para el trabajo pero la gata me devolvió la atención.

¡Es la gata!,- dijo 

¿Cuál gata?-, respondí

¡La gata de Mancuso, toche!-, recriminó

No entendí, pero la miré.  Estaba en una esquina como recién levantada. Atrás iba quedando “la gata” que también señalaba mi mirada.

Era la gata de Mancuso-, Mauricio repetía mirándome por el retrovisor

 ¿Cómo así?-, respondí sorprendido

La prepago de los paracos, esa era la preferida de Mancuso-, decía como recordando

¿usted cómo sabe eso?-, pregunté

Mauricio era el taxista de los paracos, su tarea principal consistía en llevar mujeres a las fauces de los criminales.  Dice que le correspondió las distintas “olas de prepagos”, como las llama él. Según le comprendo, esto hace referencia a la cantidad de mujeres de distintas regiones del país que se vinieron a prostituir en Cúcuta a principios de la década del dos mil.

Primero llegaron las paisas, después algunas bogotanas y muchas costeñas, ufff, ¡estaban más buenas!-

Me imagino-, respondí e inmediatamente proseguí

¿Y a donde las llevaban?

 A una finca en Puerto Santander, ahí pegaita de Venezuela, ¡una chimba de finca, oyó!-, mientras me hacía muecas con la boca por el retrovisor

Mancuso venia de cuando en vez a Cúcuta para recibir informes del “iguano”, antiguo comandante del bloque fronteras de las auto defensas unidas de Colombia que operaba en esta zona.

Esos manes si eran bravos, jumm- decía Mauricio

¿y usted conoció a Mancuso?- le pregunté

Claro toche, era malo pero buena gente-, me dijo

¿Cómo así?-, respondí con un poco de gracia 

¡Ah!, esos manes sea lo que sea ponían el orden en la ciudad, solamente mataban vagos, desechables, marihuaneritos y eso si, pa las hembras estaban solos-, decía con nostalgia

¿Cómo que para las hembras estaban solos?-, respondí

Claro toche, la que se comían la despachaban de una, no repetían-, decía con orgullo

¿no?-, dije con impresión

¡No papi, yo puedo dar fe de eso, ese era mi trabajo, llevarles hembras!-, replicó

Ah entiendo, y una de esas era “la gata”, ¿no?-, le dije

Exactamente-, y movía la cabeza diciendo si por el retrovisor

Eran las diez de la mañana y sonaban las noticias en una emisora que decía que todavía no se tenía comunicación con el submarino perdido en las aguas del sur de Argentina, que habían venido muchos países para ayudar y que los ruidos detectados por los potentes radares norteamericanos eran falsos. Que entraban en la fase crítica de la búsqueda. Un chorro de luz caía por el vidrio delantero del carro.

¿Qué pesar de esa gente, no?-, me decía mirándome por el retrovisor

Así es, pero oiga y “la gata”, ¿qué pasó con ella y Mancuso?-, traté de recuperar el diálogo

Pues dicen que el man le dio para una casita ahí en el barrio-, me dijo pensativo

¿pero no se quedó con ella, ni nada?-,  respondí incisivo

No, nada, esas mujeres no son de nadie, saben a lo que van y el man también, muchas se hicieron a la casita así-, me decía

Pero yo la vi flaca y como acabada…-, insistí

Si, ahora se dedica a vender chance, vendió lo que tenía que vender para hacerse a sus cositas y ya-,  decía mientras doblaba en la esquina a la derecha

Hice silencio mientras me preparaba para bajar, habíamos llegado. Y añadió: 

Pero vea, ahí donde usted la ve tan flaca, ya tiene casa y todo, solamente por estar un ratico con Mancuso, en cambio yo, toda la vida manejando un carro y nada-, se reía.

Me bajé pensando en “la gata”.

 

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