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En tiempos de paz: Alejandro Gómez Dugand

Alejandro Gómez Dugand
12 de junio de 2016 - 12:34 a. m.

La constitución de 1886, regente por más de un siglo, sentenció al periodismo colombiano con un sino trágico: “La prensa solo es libre en tiempos de paz”. Dentro de la frase de la Constitución del 86 se encierra una sentencia peligrosa: en tiempos de guerra el periodismo no puede andar por ahí campante diciendo lo que se le dé la gana. En tiempos de guerra, los intereses de la nación están por encima de la información. En tiempos de guerra: obediencia. Todas ideas ya revertidas: hoy es claro que el periodismo libre es esencial dentro de un conflicto, que, dentro de la obediencia que le pedía la Constitución del 86, asuntos como la parapolítica y los falsos positivos habrían sido sepultados bajo el silencio. Hoy creemos la frase de Albert Camus: “La prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”.

Y sin embargo, la frase del 86 sigue teniendo una vigencia tenebrosa. En estos tiempos de guerra, al periodismo colombiano nadie lo deja hablar. Los armados retienen periodistasla justicia los condena, quienes deberían velar por su seguridad los persigue, los violentos los asesinan. El periodismo colombiano, víctima de la guerra que debe narrar, habla –cuando le es posible– desde el terror.

Pero además, la guerra ha arrinconado al periodismo. El miedo y la violencia han viciado sus prácticas y lo han convertido en víctima y victimario.

Hacemos un periodismo tan polarizado como el país. Un periodismo maniqueísta y acusador que reduce algo tan complejo como nuestro conflicto a una guerra de buenos y malos. Hoy señalamos con demasiadas certezas asuntos sobre los que deberíamos hacer preguntas.

La polarización nos ha hecho dogmáticos. Los periodistas estamos obligados a abandonar nuestros prejuicios para acercarnos a la realidad o –al menos– a trabajar en contra de ellos. Sin embargo, hemos aceptado ideas como actos de fe: la política es monolíticamente corrupta, las víctimas son monolíticamente buenas, Petro es necesariamente un populista, Peñalosa no es más que un gomelo. Contamos una realidad binaria en la que sólo existen terroristas y heroes y nada en el medio.

El dogma nos ha hecho despojar a las historias de su contexto. Cuando trabaja desde ideas preconcebidas, el periodismo no necesita investigar y se dedica a enunciar. Un periodismo que olvida que detrás del proceso de paz, por ejemplo, se mueven fuerzas políticas corre el peligro de no contar la historia completa.

Al abandonar el contexto, nos hemos obsesionado con las declaraciones. Cuando se narra sin contexto, el discurso es entrecomillado. El periodismo le ha entregado sus páginas a las alocuciones presidenciales y a los discursos de la guerrilla y los presenta sin contrastarlos. El escritor colombiano Juan Gabriel Vázquez lo resumió bien cuando, en su discurso como presidente del jurado del premio Simón Bolívar de periodismo, aseguró: “Una sociedad sin buen periodismo está a merced de los trinos mentirosos que nos lanzan todos los días los mercaderes de la crispación, los rentistas del miedo. Una sociedad sin buen periodismo es incapaz de enfrentarse a las falacias populares que pululan impunes en las redes sociales, y se vuelve por lo tanto servil”. Hoy el gobierno aprovecha cualquier oportunidad para asegurarnos que los tiempos de la guerra llegan a su fin. El discurso de Santos es efectivo: cada obra nueva es un nuevo ladrillo en su obra pacificadora, cada futura carretera 4G, una ruta para recorrer un país sin conflicto, cada nueva escuela, un lugar en el que se educará al nuevo colombiano de paz.

En la misma entrega de los Premios Simón Bolívar de periodismo en la que Vázquez fue presidente del jurado, Santos le dijo a un teatro lleno de reporteros algo que ha repetido en varias ocasiones: “Los periodistas deben prepararse para contar la paz”. La afirmación de Santos parece sufrir de un optimismo imprudente. Es claro que que al país le quedan aún años en los que la guerra irá mutando lentamente en posconflicto y que luego quedarán años en los que la palabra paz no podrá describir a nuestro país. Entonces, hasta el más pacifista de los reporteros, tendrá que narrar la manera en la que esa paz (que parece ya más un eslogan político que un anhelo) será por fin una realidad.

 

*Director de Cerosetenta, medio digital del Centro de Estudios en Periodismo de la Universidad de los Andes (Ceper).

 

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