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Digámonos la verdad

José Antequera
23 de junio de 2017 - 01:03 a. m.

En Colombia sí se han dicho muchas verdades con respecto al conflicto armado. El problema es que se ha hecho énfasis en el interés académico investigativo con base en los principios de derechos humanos, afirmando que las verdades en los libros satisfacen por sí mismas el derecho a saber de las víctimas. Los cambios institucionales y culturales que se tienen que producir a partir de vernos ante el espejo han quedado en el último lugar. Por eso también es que exigimos una Comisión de Esclarecimiento de la Verdad cuyo decreto ya está listo y en espera de su revisión por parte de la Corte Constitucional.

Jorge Iván Laverde, quien fuera el comandante de los paramilitares en el Catatumbo conocido como “El Iguano”, lo dijo en una reunión a la que asistí hace una semana. La mencionada Comisión tendrá que decir por qué después de las 2.700 horas de grabación que esta persona dice haber aportado en confesiones, sumadas a las declaraciones de varios otros jefes paras, todavía se sigue diciendo con razón que no se sabe mayor cosa sobre el paramilitarismo en Colombia, y no se han producido suficientes conclusiones sobre los cambios que se tienen que generar para evitar la continuidad y repetición del fenómeno. 

Tenemos que preguntarnos también por el resultado del Informe Basta Ya del Centro Nacional de Memoria Histórica pasados 4 años de su publicación. Mucha más gente que antes rechaza la guerra por sus impactos dolorosos, y eso es un aporte inmenso del trabajo general del CNMH. Pero hay que decir que el reclamo por una Comisión de Esclarecimiento se debe a los vacíos que dejó ese Informe en materia de verdades y en materia de recomendaciones en términos de cambios, sobre todo. Aquí tienen que investigarse los patrones de violaciones masivas a los derechos humanos y las responsabilidades colectivas, porque no nos basta con descubrir qué pasó en estudios de casos aislados ligados por hilos de interés académico como las modalidades y repertorios de violencia.

Si la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad promete ser un espacio que anime los reconocimientos de responsabilidades sin consecuencias judiciales, tendrá que ser la sociedad la que logre que se produzcan esos reconocimientos que difícilmente se darán por mera voluntad. Para eso se necesita que miles de personas, por lo menos, hagamos una causa común por la verdad y los cambios más allá de las víctimas directas y las organizaciones. Tenemos que hacer de Colombia un laboratorio de la historia exitoso, como también lo dijo el Pepe, incluyendo el experimento que significará la realización de audiencias públicas en los territorios. Esa causa común tiene que incluir la orientación de lo que queremos que pase hacia delante. El primer punto de la agenda es que prevalezca la reconciliación y la convivencia lo que no  podremos hacer si no mandamos al carajo la manipulación y el uso político de nuestra la rabia legítima para que no se convierta en odio ni en complacencia sino en fuerza de transformación.

17 años después desde la creación del Proyecto Colombia Nunca Más, que exigió por primera vez la instalación de una Comisión de la Verdad en Colombia, tenemos otra dimensión sobre las expectativas y sobre nuestra responsabilidad para hacer del esclarecimiento una oportunidad de cambio. Lo bueno es que la tarea gran tarea de la implementación estamos cada vez menos solos.

 

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