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La Cooperativa (Meta): coca, falsos positivos e ilusión de paz

En ese caserío han sentido el desescalamiento del conflicto armado. Sin embargo, denuncian que les arrancaron los cultivos de uso ilícito sin brindarles soluciones. Hoy acogen una zona veredal de normalización donde las Farc dejarán sus armas.    

Jhon Moreno/@JhonCaminante
15 de febrero de 2017 - 04:02 p. m.
En el corregimiento La Cooperativa de Vista Hermosa (Meta) los campesinos dicen que les arrancaron la coca si ofrecerles alternativas para su subsistencia.  / Jhon Moreno
En el corregimiento La Cooperativa de Vista Hermosa (Meta) los campesinos dicen que les arrancaron la coca si ofrecerles alternativas para su subsistencia. / Jhon Moreno

El pequeño ataúd blanco, de los que se compran para enterrar a los niños, está cerrado, tumbado en el piso. Por la tierra que lo cubre y el moho, se nota que hace ya varios meses está así. Las puertas de la casa de madera permanecen entreabiertas y no hay necesidad de ingresar porque desde las ventanas se puede ver el interior abandonado de lo que fueron las habitaciones. La escena parece el póster de una película de terror. (Vea nuestro especial sobre las zonas veredales).

Las tablas desvencijadas que alguna vez fueron estantes para los alimentos están a punto de caerse; la hierba ya ha crecido y poco a poco empieza a devorarse la vivienda. Todo aquí parece haber quedado en puntos suspensivos en algún momento.

Afuera, el sol inclemente de mediodía abrasa la piel y apenas se escucha al fondo el murmullo de unos micos que se descuelgan de las ramas de los árboles. 

Es el cruce de Santa Lucía, a media hora de La Cooperativa, una de las tres zonas veredales escogidas por Gobierno y Farc en el Meta para el proceso de desarme. A lo largo de la trocha de casi 80 kilómetros desde Vista Hermosa, los caseríos abandonados son una constante. 

La lucha contra los cultivos ilícitos en este municipio, que llegó a ser el mayor productor de hoja de coca en el departamento, y uno de los mayores en el país, dejó a los campesinos que toda la vida vivieron en estas soledades y sacó corriendo a quienes solo venían a buscar fortuna con el negocio del narcotráfico.

Entre 2004 y 2005, el departamento del Meta tenía el nivel más alto de cultivos de coca, con más de 17.305 hectáreas sembradas, según los registros satelitales de Naciones Unidas. De ellas, por lo menos 1.400 hectáreas estaban en Vista Hermosa y unas 480 en el área de La Cooperativa, donde ahora se levantarán los campamentos de las Farc.

Lea también: ¿Cómo funcionarán las zonas de concentración de las Farc?

A decir verdad siempre la guerrilla se concentró en La Cooperativa pero para negociar la coca que producían unos 3.500 campesinos que, en el punto de mayor producción,  vivían de inmensas chagras (cultivos) que le sacaban bocados enteros de selva a la Serranía de La Macarena.

Los comandantes de los frentes 27 y 43 de las Farc se paseaban por las calles polvorientas  y los asados con carne a la llanera, que ellos mismos mandaban preparar y compartían con los habitantes,  eran comunes cada vez que había pago.  

Esta era la casa de muchos de los jefes guerrilleros que dominaron el territorio, al punto que en la vereda Agualinda, a una hora de la Zona Veredal, el cementerio tiene enterrados a varios de los subversivos que combatieron en estas tierras y fueron dados de baja.

“Venía gente de Chocó, Cesar y hasta llegué a conocer uno que hablaba inglés; después me enteré que venía de San Andrés”, dice Hipólito Vega, uno de los pocos habitantes que se quedó en La Cooperativa luego de la bonanza de la coca y que relata la llegada masiva de gentes que tuvo este caserío, dispuestos a someterse bajo el imperio de las únicas leyes que se imponían: las de las Farc y las que el dinero de la droga dictaran.

“Las putas, los billares y las discotecas ya no existen aquí”, agrega.

Retorno a una nueva vida

Desde hace más de dos años los ranchos en estos caseríos permanecen abandonados y solo unas pocas familias han decidido regresar por cuenta y riesgo. Sin coca, no hay muchas posibilidades de trabajo y la plata no se ve. De tener más de 900 personas viviendo en este poblado, ahora subsisten unas 60 que viven de unas cuantas  cabezas de ganado que logran sacar hasta Vista Hermosa.

Pese a que el Ejército inició el arreglo de la vía, se necesita mucho más para empezar a comercializar otros productos diferentes a los ilegales.

De una de las casas que parece solitaria, sale una pareja de esposos con una pequeña niña. Es una de las escasas familias que decidió regresar y quedarse a la expectativa de lo que pueda pasar luego de que las Farc se desmovilicen.  

“La paz es buena. Es necesaria. Pero en esta región estamos acostumbrados a que el Gobierno promete y no cumple. Aquí dieron la palabra de la sustitución de cultivos, arrancaron las plantas y nos dejaron a nosotros sin nada”, asegura Freddy Barrera Sánchez, quien confiesa ser un líder cocalero. Dice, además, que pasó de ganarse dos millones de pesos al mes, hace cinco años, a sobrevivir con $400.000 pesos mensuales.

Pero Barrera ve un poco más allá y su capacidad para dialogar y fijar sus posturas lo tienen con la idea de aspirar nuevamente a un cargo por elección, ahora que se abren espacios para la política.

“A mí la política no me disgusta. Hace unos años quería ser concejal pero apenas bajaba al pueblo a pedir el aval del partido, los dirigentes municipales nos rechazaban por decir que veníamos de La Cooperativa. Era igual que ser guerrillero. Ahora que hay un diálogo democrático tal vez tenga oportunidad”, sostiene.

Sembrar confianza

Freddy y su familia se pierden a la distancia por la única calle que atraviesa el pueblo y a lo lejos se encuentra con el comandante de la Policía. Le estrecha la mano y sigue.

Hasta en eso ha cambiado este pueblo. Antes, a los miembros de la Fuerza Pública los campesinos ni siquiera los saludaban porque la desconfianza reinaba entre unos y otros.  

Sus habitantes aún recuerdan que en las zonas rurales de Vista Hermosa sucedieron varios casos de falsos positivos. Cerca de La Cooperativa, en Santo Domingo, en noviembre de 2006, un teniente que días antes había robado una vaca de una finca para comer con su tropa, ordenó matar a tres campesinos que fueron a reclamarle. El oficial los hizo pasar como guerrilleros caídos en combate y sus cuerpos trasladados al cementerio de Granada para enterrarlos como N.N.

Un mes después, en diciembre de ese mismo año, Jhon Bernal Díaz, que viajaba en un campero, antes de llegar a La Cooperativa fue bajado por tropas militares y lo llevaron a un lugar selvático cercano y lo mataron.  Para febrero del 2007 la víctima fue Daniel Estaban Garzón, quien salió a la carretera a esperar a su esposa que regresaba de Villavicencio y también fue asesinado. Y así, la lista de casos sigue…

Era la época en que la Brigada Móvil 12 hacía presencia y dominaba el territorio luego de que los campesinos se habían sometido a la Zona de Distensión. Años después, a esa unidad le adjudicaron varios falsos positivos. Solo por el caso de Santo Domingo hay 10 militares a la espera de ser condenados.

Por eso la labor para retomar la confianza con el Ejército y la Policía no será fácil, sin embargo, la Unidad Policial para la Edificación de la Paz (Upep) realiza labores de acercamiento con la comunidad y ya se respira un clima más agradable.

“Ganarse la confianza va más allá de saludar a los policías o los soldados, se gana con obras. El compromiso del Gobierno es que se arreglen las vías de este sector porque no solo se beneficia La Cooperativa sino 12 veredas más. Aquí queremos la paz porque ninguna otra parte ha estado tan golpeada por la guerra como nosotros y al final es pobreza lo que no ha traído”, dice Franky Munevar, presidente de la Junta de Acción Comunal de La Cooperativa.

Llegó hace 37 años, cuando todo lo que rodeaba al caserío “era selva pura” y dice que ni siquiera en esa época se pasaba una situación tan dura económicamente.

“La cara de la moneda es la que ustedes informan sobre sustitución de cultivos, pero otra distinta es la realidad. Aquí han erradicado las pocas matas de coca que las personas tienen y los han dejado sin con qué alimentarse. Todavía no hay frutales, no hay cacao y ya dejaron a los campesinos sin la posibilidad de un mínimo sustento”, explica.

Al retirarse de los cultivos de coca, las Farc han dejado un espacio territorial para que la Fuerza Pública entre y erradique manualmente las matas. Sin embargo, el líder cívico dice que son 27 las familias que pasan hambre, desde hace casi un mes, debido a esta situación que ocurre especialmente en la vereda El Encanto a 50 minutos del caserío.

La coca se sigue sembrando en La Cooperativa y zonas aledañas, es una realidad. Como también lo es que hay compradores de hoja de coca. ¿Quién la sigue comercializando?

El Espectador consultó a Julián Suárez, uno de los comandantes  guerrilleros en la región, y negó que las Farc sean las que estén comprando esa hoja que se cultiva allí.

“Las Farc se comprometieron a abandonar toda actividad ilegal y lo ha cumplido. Si eventualmente hay algún guerrillero que lo esté haciendo, tendrá que someterse las consecuencias”, asegura.

Y Franky Munevar añade: “Mire, la coca nos ha sostenido por años. En estas tierras es una necesidad. En los acuerdos de sustitución de cultivos, se pasaron por alto la opinión de los campesinos y ahora tenemos consecuencias como estas”, puntualizó.

Por ahora, las casas abandonadas dicen algo del pasado de La Cooperativa, pero no dicen mucho sobre su futuro. Las preguntas continúan sin respuestas, al igual que tantas historias de violencia y muerte que se tejieron alrededor de la guerra y no lograron terminarse.

Quedaron en puntos suspensivos, como el ataúd de un niño, botado en el piso de un viejo rancho olvidado.

Por Jhon Moreno/@JhonCaminante

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