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El Cauca sin trincheras

Tres municipios estratégicos para la guerra experimentan hoy otra vida tras el silencio de los fusiles entre las Farc y el Gobierno. En Caloto, Caldono y Argelia ya se quitaron las trincheras, pero han aumentado los asesinatos. Nuevas violencias acechan a sus habitantes.

Edinson Bolaños / @eabolanos
23 de septiembre de 2017 - 08:33 p. m.
A mediados de julio de 2017, los pobladores y los uniformados desmontaron las trincheras de Argelia. / Archivo particular
A mediados de julio de 2017, los pobladores y los uniformados desmontaron las trincheras de Argelia. / Archivo particular

Trinchera era una palabra que significaba vida en medio de tanta guerra. El escondite perfecto de los armados. El único hueco en donde se sentían valientes para disparar y desde donde apuntaban al blanco, muchas veces equivocándose. En la Segunda Guerra Mundial se vieron de todo tipo. Túneles y acequias extensas en campos abiertos. Las de Argelia, un municipio ubicado al sur del Cauca, eran costales de lona verde llenos de arena y arrumados en la mitad del pueblo donde funciona la estación de Policía. Las de las Farc estaban en las entrañas de la cordillera Occidental y se extendían hasta el Pacífico colombiano.

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Esas trincheras desaparecieron a mediados de julio de 2017, gracias a que los pobladores, la Alcaldía, la Policía y el Ejército, tras 25 años de enfrentamientos crueles, decidieron demolerlas. “Después de tanto tiempo, la calle cuarta quedó libre y ahora podremos disfrutar de este espacio. Transitaremos libremente por sus calles y sin temor alguno, porque Argelia es territorio de paz”, dijo un locutor de la emisora local el sábado 15 de julio, celebrando la hazaña que rompió ese muro entre la Fuerza Pública y la comunidad. “Antes, ni un vaso con agua podíamos brindarles ante la amenaza de los francotiradores de la insurgencia”, contó un comerciante de la zona urbana.

Eso mismo sucedió en Caldono en junio de 2017. La comunidad pintó las fachadas de las casas y durante el primer festival de muralismo Caldono de Colores, coordinado por el Colectivo Juvenil Tullpa, se desmontaron las trincheras que rodeaban los caminos de herradura o los sitios de recreo.

“Trincheras en donde presenciábamos el tableteo de fusiles y ametralladoras, finalmente pasan a ser un memorial y triste recuerdo de lo que nuestra sociedad no puede volver a repetir”, pronunció entonces el líder indígena de esa población, Nixon Yatacué.

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En todo caso, refirió la secretaria de Gobierno del Cauca, Alejandra Miller, el Acuerdo de Paz firmado en Cartagena ha logrado que la gente ya no proteste por el derecho a la vida, sino “por otros que estaban ocultos con ocasión de la guerra. Desde 2001 hasta la firma del Acuerdo de Paz, la gente se movilizó en las carreteras para exigir una salida negociada al conflicto, lo cual se logró”, afirmó Miller.

Ahora, los pobladores no le temen a la Policía y los uniformados ya pueden comprar en las tiendas tranquilamente. “Antes, en varios corregimientos del municipio estaba prohibido venderle remesa al Ejército”, dijo Juan Manuel Erazo, un argeliano que realizó el documental El Mango, en medio del cañón.

De la “justicia” de las Farc a la justicia ordinaria

Junto con esa paz, que para Miller es confianza entre la comunidad y la Fuerza Pública, llegó la Fiscalía por primera vez a Caldono y a Argelia. Antes era la insurgencia la que dictaba la ley en esos territorios.

El 30 de noviembre de 2016 se instaló en Caldono una Fiscalía local y otra especializada. “Había muchos casos que se tenían que solucionar en la Fiscalía de Santander de Quilichao”, dijo Paulo Andrés Pizza, alcalde municipal. “Ahora la gente está empezando a adaptarse a la cultura de denunciar”, sentenció.

En julio de 2017, el ente investigador hizo lo propio y llegó, junto con la vicefiscal general, María Paulina Riveros, a la cabecera de Argelia. La vicefiscal, emocionada de conocer por primera vez este municipio, dijo que esa era la paz territorial e inauguró la sede de la entidad, que quedó ubicada en la biblioteca del pueblo. De esta manera, el ente investigador pasó de tener 69 fiscales a 88 en todo el departamento del Cauca.

En Caloto, por el contrario, las trincheras siguen siendo un arma de las Fuerzas Armadas para controlar el antiguo corredor de las Farc entre las cordilleras Central y Occidental, y que tiene como base estratégica el corregimiento de El Palo. Ahí se bifurcan varias vías terciarias que comunican con Santander de Quilichao, Miranda, Corinto, Toribío, Jambaló, Caldono, Villa Rica y casi todo el norte del Cauca.

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Un territorio disputado, principalmente, por el grupo que se autodenomina PG, Patria Grande Ejército del Pueblo, “el cual pretende dominar el negocio de la marihuana y la coca en ese nudo geográfico”, dijo Gerardo Barona, un líder campesino de El Palo. “Vemos que el Ejército no está combatiendo las bandas criminales como está en el Acuerdo”, puntualizó.

Nuevos conflictos

Por eso, Miller habló de los nuevos conflictos en el posconflicto. Este sin duda es el más crítico para consolidar esa paz estable y duradera en los territorios. Basta analizar las cifras de homicidios en estos tres municipios para comprender que la violencia también ha mutado y que está soportada en el negocio del narcotráfico.

Según datos de la Fiscalía, en Argelia se registraron 25 homicidios en 2016, mientras que en 2017 se reportaron 27. En Caloto se pasó de seis a 18. Y en Caldono, finalmente, el año pasado se presentaron dos homicidios, frente a uno en lo que va corrido del año.

El corregimiento de El Plateado, en Argelia, es el caso más particular y está en los ojos de las autoridades. Según un líder de la región que pidió no ser identificado, “con la salida de las Farc, a esos territorios llegaron múltiples actores a tomarse el espacio de las economías ilegales. Antes, los civiles que trabajaban con las Farc no negociaban con los narcos, era la guerrilla la que hacía la intermediación. Por eso, hoy, muchas de esas personas (algunos líderes sociales) son vulnerables, porque la economía de la ilegalidad es difícil superarla de la noche a la mañana. En Argelia se ha instalado una cultura que no es fácil transformar tan rápido”, enfatizó la fuente.

Es tan preocupante el caso de este municipio que los homicidios incluso se igualan a los que lleva la capital del Cauca en el transcurso de 2017, esto es: 35 frente a 27, aun cuando Popayán tiene más de 300.000 habitantes, mientras Argelia tiene 30.000.

Aun con este panorama, las cifras de las muertes violentas en Cauca disminuyeron. Así, mientras en 2016 se registraron 408 homicidios, en 2017 la cifra fue de 366.

La promesa es la vida

“En el fondo, el proceso de paz nos trajo esperanza, pero nada más. No existe nada concreto, sólo la amenaza de la erradicación y la militarización”, dijo con incredulidad Juan Manuel Erazo. De hecho, la semana pasada arribó a Argelia, su municipio, el Esmad, para proteger a los erradicadores de las protestas que lideran los cultivadores en la zona.

Muchos habitantes no están de acuerdo con que continúe el narcotráfico, pero es un secreto a voces que algunos milicianos de las Farc no se desmovilizaron y siguen administrando el negocio. Esas son las paradojas de la paz en un territorio tan complejo.

Por Edinson Bolaños / @eabolanos

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