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“Apoyaremos la implementación de los acuerdos”: Ana Paula Zacarias

La diplomática de origen portugués asegura que una de las condiciones para que las Farc salgan de la lista de organizaciones terroristas de la UE es que abandonen las acciones delictivas que llevaron a su inclusión en 2002.

Redacción Colombia2020
25 de mayo de 2016 - 09:45 p. m.
Ana Paula Zacarias, licenciada en antropología cultural y abogada, en la Embajada de la Unión Europea en Colombia. / Luis Ángel
Ana Paula Zacarias, licenciada en antropología cultural y abogada, en la Embajada de la Unión Europea en Colombia. / Luis Ángel

Como nueva embajadora de la Unión Europea en Colombia, ¿cuáles serán sus principales intereses?

Potenciar y optimizar las relaciones de orden político, económico y social entre Colombia y la Unión Europea (UE). Compartimos valores fundamentales de democracia, Estado de derecho y respeto por los DD. HH. También centenares de empresas e intereses económicos importantes, además de que somos los mayores inversores extranjeros y tenemos miles de ciudadanos viviendo en Colombia. Además, los 28 países de la UE apostamos por la paz, una paz duradera que traiga desarrollo, prosperidad y equidad. Este es un momento histórico en el que todos buscaremos la mejor forma de mostrar nuestro apoyo.

En cuanto al proceso de paz, ¿cuál va a ser el papel de la UE en el posconflicto?

 

El de participante, acompañante y leal colaborador. La UE lleva décadas colaborando, no sólo con recursos económicos, para ayudar a superar los conflictos colombianos. Hoy en día, acompañamos con mucho empeño el camino hacia la paz y hemos designado un representante especial, el señor Eamon Gilmore, para acompañar el proceso. En cuanto al posconflicto, nuestros esfuerzos de cooperación se redoblarán como lo merece esta ocasión histórica. Apoyaremos la implementación de los acuerdos con un enfoque, entre otros, de desarrollo rural integral.

¿En cuánto tiempo podrían salir las Farc de la lista de organizaciones terroristas de la UE?

La decisión necesita de la unanimidad de los estados miembros de la UE, que la tomarán cuando vean que se reúnen las condiciones necesarias. De momento no hay un cronograma.

¿Qué condiciones deben cumplir para eso?

Pues, y no es un juego de palabras, en el momento que decidan abandonar y alejarse definitivamente de las acciones que las llevaron a figurar en la lista. En el momento en que, de acuerdo con la evolución del proceso de paz, demuestren claramente que no son una organización terrorista.

¿Cómo ve la crisis de los migrantes que vive Europa?

Con mucha preocupación, pero segura de que se hallará una solución. Es uno de los fenómenos que van a moldear el siglo XXI. Millones de seres humanos se juegan la vida, y muchos la pierden, huyendo del hambre y la guerra. Pero no debemos olvidar que la migración siempre engrandece al país receptor. Encontrar el camino es cuestión de inteligencia, de voluntad política, de solidaridad, de trabajo y de tiempo.

Desde la distancia pareciera que la situación se está saliendo de las manos...

Pues, en la solución estamos. Es un tema muy complejo que maneja realidades, percepciones, desconocimiento, mitos. Hay niños ahogados en las playas; alambradas, riadas humanas atravesando países en busca de un futuro. Hay una Europa que se construyó con la base de la prosperidad, la tolerancia, la diversidad y la apertura y que está dando acogida a millones de refugiados. Nadie quiere una “Europa fortaleza”, pero hay que encontrar un equilibrio. La solución no es fácil, pero de situaciones más difíciles ha sabido salir Europa.

¿Por qué el miedo al refugiado en Europa?

Miedo al refugiado, ¡ninguno! El refugiado tiene derecho a ser protegido. Europa, con varios milenios de historia, está hecha de invasiones, guerras, desplazados, refugiados, etc. Lo que existe es lógica imprevisión: no se esperaba la irrupción de millones de personas al mismo tiempo y cierta prevención ante la inmediata disfunción social que crea una avalancha humana de esta envergadura.

El 2015 fue un año difícil para Europa. ¿Cómo ve el 2016?

En lo económico, viendo las cifras recientes, parece que lo peor de la crisis ya ha pasado. El euro está firme, los déficits están contenidos, el Banco Central está ojo avizor y, de hecho, la economía europea está entrando en su cuarto año de recuperación. En lo político, tenemos varios retos, sea el de la migración, la difícil situación que viven los países en nuestro entorno, las amenazas terroristas. Y no siempre es fácil tomar decisiones sobre esto a 28 voces. Pero las crisis se solucionan cuando se enfrentan, se dialogan y se buscan puntos de consenso. Eso es lo que estamos haciendo.

Lleva más de seis meses en el país, ¿qué similitudes ha encontrado entre Portugal, su país de origen, y Colombia?

Ambos países son iberoamericanos. La península Ibérica y el continente latinoamericano son vasos comunicantes. Esto ya, de partida, nos da similitudes básicas de cultura, lengua y de una cierta forma de sentir y de ver el mundo.

¿Qué fue lo primero que averiguó antes de venir a Colombia?

En realidad, antes de venir a trabajar ya había visitado Colombia como turista y tuve la oportunidad de conocer su geografía, que lo tiene todo: los Andes, océanos, ríos, valles, selva y ciudades de vanguardia. Ahora que estoy acá, me causan cada vez más curiosidad su nuevo cine, su gastronomía, las cerámicas de Boyacá, los grafiteros, los diseñadores de moda y su café, que, por cierto, es el mejor del mundo.

Lo más difícil de su adaptación en Colombia.

No ha sido la altitud, ni la gastronomía, ni el idioma, ni la gente. Creo que he llegado adaptada. Quizá, sinceramente, lo que no esperaba es el excesivo trabajo que este país produce cada 24 horas. Esto es de no parar. La sociedad bogotana, y sé que es extensivo a todo el país, tiene una actividad trepidante. Colombia es un país disparado hacia el futuro y hay que sacrificar horas de sueño para seguir su ritmo.

Hace poco cumplió años. ¿Cómo lo celebró?

En Bogotá, recién llegada de Cartagena de Indias, donde celebramos el fin de año. Lo celebré con mucha alegría en un almuerzo en familia y también algo de tristeza porque mi hijo regresaba a San Francisco, donde vive y trabaja, y mi hija para Inglaterra, donde estudia. La vida diplomática también tiene ese punto de tristeza y separación, de saudade, como se dice en portugués.

Quizá sea una de las desventajas de ser embajadora. ¿Qué es lo mejor?

Primero, hay toda una carrera, todo un camino profesional para llegar a ser embajador; luego, una vida familiar en continuo movimiento por el mundo. Diría que lo mejor de ser embajadora es el vértigo que te produce ser el punto del balancín sobre el que basculan en contrapeso dos países, y lo peor, exactamente lo mismo. En resumen, ese vértigo puede ser paraíso o infierno, y la diferencia la marca el resultado de tu trabajo.

Y entre el paraíso y el infierno, ¿siempre ha estado en el mundo diplomático?

Antes de ingresar en el cuerpo diplomático de Portugal trabajé como profesora universitaria. Después de más de 25 años de trabajo al servicio de la diplomacia portuguesa me integré en el recién creado Servicio Europeo de Acción Externa y tuve el honor de representar la Unión Europea en Brasil y ahora en Colombia.

¿Cómo descubrió su vocación?

Creo que los diplomáticos somos un poco de todo: psicólogos, economistas, historiadores, abogados, analistas políticos, pero por encima de todo somos arquitectos: ¡constructores de puentes! Y eso me gusta mucho, hace parte de mi forma de ser.

Se graduó en antropología cultural. ¿Qué la llevó a estudiar esa carrera?

Su atractivo. En mi época era una disciplina nueva, que complementaba mis estudios de derecho y me daba claves para ahondar en la entraña del ser humano en su paso por la tierra, una forma de entender y respetar al otro, de valorar la diversidad. Y me sigue siendo muy útil en mi trabajo cotidiano.

¿Cuál ha sido la causa más justa por la que ha luchado?

Por la que lucho cada día: por un mundo mejor, más justo y en paz, de forma muy pragmática y buscando resultados palpables. Es la lucha por la democracia, por la prosperidad, por la defensa de los derechos humanos, por la libertad, por el respeto de la diversidad, por el medioambiente.

¿Con quién le gustaría trabajar y todavía no lo ha hecho? ¿Por qué?

Me gustaría trabajar más sobre el terreno y con la gente, por ejemplo, con las personas que necesitan ayuda humanitaria y que sufren, sea por violencia, por catástrofes naturales u otro motivo. La gente es esencial en mi vida.

La última vez que tiró la toalla.

Esta mañana, al salir de la ducha la tiré al cesto de ropa para lavar. La verdad, no suelo tirar la toalla en cuestiones de trabajo; ser diplomático es ser paciente y buscar soluciones.

Un “hobby”.

Libros y viajes. Siempre me quedo dormida con un libro en las manos y siempre estoy ansiosa por conocer nuevos lugares en el mundo. Ahora leo Perdonar lo imperdonable, de Claudia Palacios, y apunto en un papel los lugares de Colombia que tengo que visitar. Aborrezco el sedentarismo y la monotonía.

¿Qué extraña de Portugal?

Sin ninguna duda, el mar. Y lo extraño porque me he criado con él y en cierto sentido es consustancial a mi personalidad.

Algo típico de Portugal.

Su apertura al mundo. Teniendo el mar por horizonte, siempre tuvo al mundo como salida. Nuestra cultura y nuestra culinaria son el producto de nuestras andanzas por el mundo, nuestra lengua está en los cuatro continentes. Su identidad se suma a la construcción de una Europa diversa y abierta.

¿Un gusto colombiano?

La gente, gente generosa y que sabe sonreír a pesar del dolor y del sufrimiento. El paisaje, motivo para imaginar el paraíso. Y la sociedad, con una misteriosa personalidad propia.

Por Redacción Colombia2020

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