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Ruanda: ¿cómo dignificar a los excombatientes con discapacidad?

Luego de pasar por un genocidio y una guerra que empobreció el país, Ruanda encontró que la capacitación profesional es una fórmula para ayudar a esta población herida por la guerra e históricamente ignorada. Colombia quiere replicar ese modelo de atención a los excombatienes.

Susana Noguera/@011Noguera
17 de agosto de 2016 - 04:30 a. m.
Cortesía APC-Colombia.
Cortesía APC-Colombia.

Este miércoles, en el evento de la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia (APC - Colombia) Saber Hacer Colombia Paz, se escucharán cuatro experiencias internacionales en materia de construcción de paz que son claves para el posconflicto en Colombia.  El siguiente es un vistazo a la experiencia de Ruanda. Vea aquí las experiencias de  Azerbaiyán,  Filipinas y El Salvador

El genocidio contra la etnia africana tutsi en 1994 debilitó toda la estructura social y económica de Ruanda. La sangrienta matanza empezó en abril de ese año después de un atentado que mató al general Juvénal Habyarimana, presidente ruandés perteneciente a la etnia mayoritaria hutu. Después del atentado, un grupo de extremistas hutu se tomó el poder y desató una ola de asesinatos contra la minoría tutsi. A mediados del mes de julio, el Frente Patriótico Ruandés se tomó el poder obligando al gobierno hutu radical a huir del país. Pero el daño ya estaba hecho. En 100 días murieron más de 800 mil personas y miles más quedaron heridas.

El país de África central además vivió, en 1996, una guerra con el vecino país del Congo. Fue así como en pocos años decenas de hospitales, granjas, comercio y otras estructuras para prestar seguridad social y obtener ingresos fueron seriamente dañadas o destruidas por completo. Al final del conflicto, el 60% de la población vivía en la pobreza extrema. Esta precaria situación era más extrema en el caso de los excombatientes, tanto del Ejército como de los grupos rebeldes con discapacidades.

Muchos de ellos se habían unido a las fuerzas armadas o grupos rebeldes siendo aún niños, sin educación formal ni habilidades profesionales. Por eso, cuando los herían en combate, quedaban en estado de discapacidad y debían volver a la vida civil sin tener cómo pagar un alojamiento o conseguir un empleo. Por estas razones el 70% de todos los excombatientes, entre discapacitados y con plena salud, no tenía lo básico para sobrevivir y muchos estaban en la indigencia.

Foto: APC

Cuando el país entró en una etapa de paz el Gobierno reestructuró y disminuyó el Ejército. Además creó programas para reinsertar a los excombatientes. Pero, a pesar de que para 2009 el Gobierno había desmovilizado a más de 60.000 excombatientes, tanto insurgentes como del Ejército, la asistencia que le brindadaba a las personas con discapacidad se limitaba a los tratamientos médicos. Eso condenó a muchas personas a la indigencia y a ser socialmente excluidos porque no tenían los medios para contribuir a su comunidad.

En 2011, 15 años después de terminada la guerra del Congo, la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) y la Comisión Ruandesa para la Desmovilización y la Reintegración (RDRC) se asociaron para responder a las necesidades de las personas con discapacidad en el país africano. Crearon el proyecto Excombatientes y Otras Personas con Discapacidad (ECOPD, por sus siglas en inglés). Le asignaron 1,7 millones de dólares al proyecto que ofrecía capacitación profesional a personas con cualquier tipo de discapacidad.

Lo primero fue eliminar las barreras físicas de acceso a la educación. Seleccionaron los centros de capacitación que llevarían a cabo el programa y los acondicionaron con rampas, baños y otras facilidades para personas con discapacidad. Luego hicieron pruebas para elegir a los ruandeses que participarían en el programa. Los elegidos ayudaron a diseñar el programa identificando sus necesidades y las áreas en las que querían recibir capacitación. Luego capacitaron a los formadores y empezaron las clases.

Para 2012, más de 1000 personas habían participado en el programa y ya estaban consiguiendo trabajos gracias a la capacitación que este les daba. Al final del proyecto evaluaron los resultados por medio de encuestas: el 92% respondió que crearon cooperativas o se unieron a las ya existentes y el 66% de ellos generaron ingresos seis meses después de la capacitación. Ese fue el caso de Eric Nsengiyumva, un ecombatiente ruandés: “A causa de mis discapacidad, no podía trabajar la tierra de mi granja. Me capacité como sastre y ahora con mis ganancias le puedo pagar a alguien que lo haga por mí y así puedo alimentar a mi familia. Todavía estamos aprendiendo a ser más competitivos en el mercado laboral, pero estoy seguro de que lo lograremos si seguimos trbajando y contamos con ayuda”, explica.

En los reportes también quedó establecido que el proyecto ayudó a crear paz en Ruanda dignificando a los excombatientes y a muchos civiles con discapacidad proveyendo condiciones dignas para ellos y sus familias. “Esto cambió la percepción de la comunidad sobre las personas con discapacidad. Estos ya no se identifican como personas incapaces”, explica Jean Sayinzoga, director del proyecto ECOPD.

Ahora Colombia quiere replicar esta práctica que ya probó tener resultados sostenibles en el largo plazo y dignificar a una población que a veces pasa desapercibida. El país sobre todo quiere usar la estrategia que ECOPD encontró para construir políticas públicas que pongan los beneficiarios en el centro de los proyectos y permitan que las personas se ayuden a sí mismas. Esto, explica la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia (APC-Colombia), será determinante para construir un posconflicto exitoso con garantías de no repetición y disminuir la pobreza extrema en el país. 

Por Susana Noguera/@011Noguera

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