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Gesto de paz en Montes de María

En un acto simbólico, los integrantes del equipo negociador del Gobierno en La Habana entregarán este domingo las 297 páginas del acuerdo final a las víctimas de una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado.

Marcela Osorio Granados*/@marcelaosorio24
24 de septiembre de 2016 - 03:31 p. m.
La marginada región de los Montes de María es un capítulo que resume, como otras zonas del país, el conflicto armado que desangró a Colombia.  / / El Espectador
La marginada región de los Montes de María es un capítulo que resume, como otras zonas del país, el conflicto armado que desangró a Colombia. / / El Espectador

En la antesala de la paz entre el gobierno Santos y las Farc, está previsto para este domingo, en la plaza central del municipio de El Carmen de Bolívar, un acto simbólico de entrega del acuerdo suscrito en La Habana a las víctimas de los Montes de María. No es asunto de azar que esta región haya sido escogida para la ceremonia. Si alguna zona del país representa la tragedia vivida por las comunidades a lo largo de las últimas décadas, es este territorio de montañas y ríos, de aguacates y gaitas, donde la guerra se asentó para ensañarse con la gente.

Situada entre los departamentos de Sucre y Bolívar, entre la ribera occidental del río Magdalena y el mar Caribe, la región de los Montes de María es un capítulo que resume, como otras zonas del país, el conflicto armado que desangró a Colombia. Aunque inicialmente fue una tierra de zenúes, indios y morenos, con el paso del siglo XX, la expansión de la explotación de ganado o de madera cambió el horizonte y desató la pugna. Vivió, como otras regiones del país, los rigores de la violencia partidista a finales de los años 40 y comienzos de los 50 y, posteriormente, fue escenario de la crudeza de la guerra.

Lea aquí: Mujeres de Montes de María: de víctimas a constructoras de paz

En los años 60, especialmente entre los cultivadores de tabaco, se fueron creando organizaciones campesinas para pelear por los precios. Esa base agraria fue clave para respaldar la reforma agraria impulsada por el gobierno de Carlos Lleras a partir de 1968. Después fue el soporte de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), con el apoyo del dirigente liberal y gobernador de Sucre Apolinar Díaz Callejas. Sin embargo, el Pacto de Chicoral, en 1972, dividió el movimiento, pero en la zona se mantuvo el frente duro, la línea Sincelejo.

Con esta historia de resistencia y confrontación, cuando se asomaron los grupos guerrilleros encontraron un ambiente de lucha. Primero el Ejército Popular de Liberación (Epl) y después el Ejército de Liberación Nacional (Eln), el Ejército Revolucionario del Pueblo (Erp) y las Farc. Como en el resto del país, su principal fuente de financiación fueron la extorsión, el secuestro o el robo de ganado. Aunque la comunidad se opuso a las armas, no faltaron los señalamientos a las organizaciones sociales, tachadas de apoyar la causa subversiva.

Cuando llegaron los años 80, la región ya era una bomba de tiempo. Por la proximidad al mar Caribe, el narcotráfico empezó a comprar tierras y pronto encontró la forma de encarar a la guerrilla por la vía armada: patrocinando la creación de grupos de autodefensa. En los años 90, la población civil ya sobrevivía en medio de los colosos de la guerra. Aunque en la misma zona se concretaron procesos de paz con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en 1991 y la Corriente de Renovación Socialista en 1994, se impusieron los violentos.

Las Farc con sus frentes 35 y 37, apoyados por varias compañías móviles; el Eln con un frente desdoblado en siete estructuras de milicias rurales; y el paramilitarismo, sobre todo a partir de 1996, con la creación de las Autodefensas Unidas de Colombia. De ahí en adelante, los civiles en los Montes de María se convirtieron en blanco móvil de los ejércitos ilegales en pugna. El Estado, incluidas las Fuerzas Armadas, resultó insuficiente para proteger a la población sometida al saqueo, el reclutamiento, el desplazamiento o las masacres.

Los nombres de El Salado, Macayepo o Chengue, pequeños pueblos de la serranía de San Jacinto o la sierra de La Cansona, hoy también son recordados por las masacres perpetradas por el Bloque Héroes de los Montes de María de las autodefensas. También son incontables los crímenes cometidos por la guerrilla. Como el oleoducto Caño Limón-Coveñas cruza por la región, en 2002 el gobierno de Álvaro Uribe la incluyó como zona de rehabilitación y consolidación al amparo de la conmoción interior. Es decir, como zona de guerra.

Hacia octubre de 2007, cuando fue abatido en un bombardeo de las Fuerzas Armadas el jefe del frente 37 de las Farc, alias Martín Caballero, como en otras zonas del país, ya la guerrilla se había replegado ante la ofensiva militar. En cuanto a las autodefensas, al entrar en negociaciones de paz con el gobierno Uribe, bajaron su accionar en la región. El primer capítulo del escándalo de la parapolítica fue Sucre, donde pudo probarse hasta dónde llegó la perversa alianza entre políticos y paramilitares para consolidar su imperio de impunidad.

Todavía en los Montes de María se sienten los ecos de la violencia. En su memoria está vivo el dolor de sus víctimas. Una de ellas es Soraya Bayuelo, pues tanto guerrilla como paramilitares agredieron a su familia. Hoy, ella encarna el reclamo de muchos hogares que quieren ser reparados. Por eso estará presente en el acto en que los niños de los municipios de Bolívar y Sucre azotados por la guerra recibirán de los negociadores del Gobierno y voceros de la guerrilla copias del acuerdo de paz para que sean los responsables de preservarlo y defenderlo.

“Era justo y necesario que se hiciera este reconocimiento por parte de quienes irrumpieron en nuestro territorio, desequilibraron la vida y acabaron en algún momento la esperanza. Ahora queremos la verdad, y después la reparación, las bases de la paz para la nueva Colombia con la que soñamos y apostamos por el perdón”, recalcó Soraya Bayuelo. Como ella, muchos otros habitantes de los Montes de María acudirán a la cita para decir que su región no es una mancha roja donde se hicieron masacres, sino una tierra fértil para que brote la paz.

Vea aquí: “No se puede pedir perdón por obligación”: líder de víctimas

Por Marcela Osorio Granados*/@marcelaosorio24

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