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El yoga como camino para reconciliar un país violento

La corporación Dunna apuesta por la construcción de una paz integral y sostenible en Colombia a través del trabajo mente-cuerpo con excombatientes, víctimas del conflicto y jóvenes vulnerables.

Paulina Tejada Tirado / @PauliTejadaT
22 de abril de 2018 - 02:00 a. m.
Esta práctica ha mejorado los niveles de ansiedad, depresión, agresividad y estrés tanto en víctimas como victimarios del conflicto armado. / Cortesía Dunna
Esta práctica ha mejorado los niveles de ansiedad, depresión, agresividad y estrés tanto en víctimas como victimarios del conflicto armado. / Cortesía Dunna

Quizá se habían encontrado antes en combate. Escondidos entre la maleza, con el ruido de la muerte y el olor a pólvora aumentándoles el peso a sus fusiles. Pero esta vez era diferente. El aire tenía notas de incienso y el tiempo corría lento. Había rencor, miedo también. Estaban sentados, intentando una postura con nombre extraño. En silencio. Así, excombatientes de las Farc, las Auc y el Eln recibieron juntos su primera clase de yoga. Pese a la desconfianza, e incluso timidez, recitaron al tiempo el mantra om.

Y las sesiones continuaron. Al cabo de tres meses, aquel espacio pasó de ser un campo de batalla imaginario a encarnar esa palabra que tanto se repite últimamente en el país: paz. Pero no de la que se firma o se da en la iglesia con un apretón de manos, sino la que se incuba desde adentro y se deja ver con cada exhalación. Se gestaron amistades que parecían imposibles, mejoraron los diagnósticos de estrés postraumático y volvieron a dormir sin pesadillas. Los beneficios del satyananda yoga o yoga integral llegaron de la mano de Dunna, una organización sin ánimo de lucro que diseña, implementa y evalúa modelos de promoción de salud mental y atención psicosocial en poblaciones en condición de vulnerabilidad mediante ejercicios que involucran la conexión entre mente y cuerpo.

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Ante los resultados, estadística y clínicamente significativos, medidos por la Universidad de los Andes y publicados en revistas especializadas, el programa se replicó en 35 municipios y se adaptó a otras poblaciones. Ya son ocho años los que lleva Dunna transmitiendo este saber milenario a desmovilizados, víctimas y jóvenes en contextos de violencia.

“Lo que buscamos es poder llevar la paz a la cotidianidad, donde realmente está la hostilidad en este país. Queremos darles a los asistentes, que han estado expuestos a situaciones traumáticas casi siempre como consecuencia del conflicto armado, herramientas para la vida, para resignificar la relación con ellos mismos y con los otros, y empezar procesos de perdón”, cuenta María Adelaida López, su fundadora.

Después de vivir en la India, su formación en psicología, ciencias políticas y sociología cobró sentido. Descubrió que el yoga sana desde el asma hasta el alma y decidió regresar a Colombia para llevar su función transformadora a distintas comunidades junto a otros maestros de la práctica, gracias al apoyo de la Fundación Bolívar Davivienda y entidades estatales.

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Esperanza es una víctima que vive en Santa Marta y solía “coger a sus hijos a chancletazos”. Desde que comenzó a asistir a las clases, prefiere encerrarse en el baño cada vez que sus emociones se apoderan de ella. Respira, como le enseñaron los instructores... y suelta. Por esto, ya no solo dejó de gastar dinero en medicamentos para su dolor de espalda, producto de tensiones atravesadas en sus fibras, sino que sus hijos ya no se escapan de la casa para evitar los golpes y abandonaron las bandas en las que replicaban sus agresiones.

López insiste en que todo se trata de romper el ciclo de la violencia. “Si no se atienden los aspectos psicosociales de las personas que han sido víctimas o victimarios, es imposible lograr la reconciliación interna o desarrollar habilidades para relacionarse con los otros, tener sueños y proyectos de vida libres de odio y realmente ser parte de la construcción de una paz a largo plazo, duradera y sostenible”.

Como semillas germinando, las enseñanzas de Dunna ahora están en manos de casi 4.000 personas beneficiadas. “Y sí que vale la pena sembrarlas”, manifiesta López con amor y seguridad. Ellas, desde sus entornos, hacen honor día a día a lo que una vez dijo Gandhi, “la persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero”.

Por Paulina Tejada Tirado / @PauliTejadaT

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