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El silencio del avión fantasma

La aeronave, que desde 2007 voló 28.366 horas para perseguir a las Farc, silenció sus motores y ahora se prepara para ser vehículo hospital o de carga. Así fue su papel en el conflicto y así se vislumbra su participación en la paz.

Edinson Arley Bolaños / @eabolanos
03 de septiembre de 2016 - 06:04 p. m.
El avión fantasma llegó por primera vez a Colombia a principios de los 40, en plena Segunda Guerra Mundial. /  Fuerza Aérea Colombiana
El avión fantasma llegó por primera vez a Colombia a principios de los 40, en plena Segunda Guerra Mundial. / Fuerza Aérea Colombiana

El 13 de abril de 2003 escuché por primera vez esa expresión. “El avión fantasma”, gritaba la gente mientras corría a cerrar las puertas de sus casas. Esa noche se fue la energía en todo el pueblo, a lo lejos se escuchó una ráfaga de metralla y enseguida llegó el zumbido del zancudo gigante. Yo tenía 13 años, jugaba microfútbol en la plaza central de Mercaderes, en el sur del Cauca. Corrí a la tienda de don Adriano, donde nos metimos debajo de las vitrinas; otros intentaron cerrar la cortinilla de lata, que hacía tanta bulla como la misma metralleta punto 50 que disparaba desde el aire.

Eran los años gloriosos de las Farc ejecutando tomas guerrilleras en los pueblos y los de la aeronave ya entrenada para operaciones nocturnas. Lanzaba bengalas de dos millones de bujías e iluminaba a un pueblo entero si quería disuadir al enemigo. Esa noche solo imaginaba que el aparato era tan transparente como un cubo de hielo indestructible.

La semana pasada visité por primera vez el Comando de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) para saber cuándo se habían encendido los motores de ese avión y cómo había librado la guerra contra las Farc durante estos años. El coronel Álex Edwin Tiuso Malagón fue uno de sus pilotos. Voló 11.200 horas y hoy es el director del Centro de Comando y Control de esa dependencia. Tiene 48 años y está aspirando a ser general de la República.

En 1990, cuando el coronel Tiuso ingresó a la FAC, ocurrió el bombardeo (9 de diciembre) a Casa Verde en Uribe, Meta. El presidente César Gaviria ordenó atacar el área de operaciones de los comandantes de las Farc, instalados ahí después de la operación Marquetalia, tres décadas atrás. Desde ese día empezaron a contarse los días de la guerra en el aire de este militar.

“En los años 90, en la guerra contra las Farc, este avión apoyaba a la Fuerza Pública durante las tomas a las poblaciones”, me dijo Tiuso una tarde de agosto de 2016, mientras coordinaba los helicópteros para la visita de la primera dama, María Clemencia de Santos, a María La Baja, Bolívar.

 

El coronel Álex Edwin Tiuso Malagón. / Cortesía

Este tipo de aeronaves empezó a llegar al país como un DC3 artillado, a finales de los años 30, en plena Segunda Guerra Mundial. Una empresa estadounidense fabricó 15.000 unidades y en Colombia aterrizaron seis. Fue el arma favorita de los estadounidenses en la guerra contra Vietnam y para los militares colombianos en la persecución contra las Farc en la tupida selva donde los guerrilleros sobrevivieron más de cinco décadas.

Después los aviones se repotenciaron y se convirtieron en AC47T, adquirieron nuevos motores y renovaron su artillería. Para los pilotos colombianos, desde los 90 se empezaron a llamar “fantasma” porque cuando llegaban de noche a enfrentar las tomas a las poblaciones, la gente luego comentaba que no sabían desde dónde disparaba el avión. De noche no se veía y sonaba como el zumbido de un zancudo.

“Desde el aire, con equipos infrarrojos podíamos ver carros, movimientos de personas, lanchas y hasta animales, pero había momentos en que a mil metros de altura uno no alcanzaba a ver si la persona tenía fusil o no”, recuerda el coronel. Desde esos días el avión fantasma operaba las 24 horas. El oficial cuenta que aterrizaba a las 4 a.m. y a las tres horas era solicitado otra vez, cuando la guerrilla se daba el lujo de hacer ataques simultáneos en diferentes pueblos.

La aeronave combatió a las Farc en las tomas más violentas entre 1995 y 2005. En Mitú (Vaupés), Puerres y Patascoy (Nariño), Puerto Lleras y Puerto Rico (Meta), El Billar (Caquetá), Las Delicias (Putumayo), Miraflores (Guaviare) y en la guerra del nuevo siglo en las tomas a Toribío, Caloto, Jambaló, Argelia y Corinto (Cauca).

A Toribío, en el norte de este departamento, por ejemplo, la Fuerza Aérea lo mandó más de 40 veces. La que aún permanece en la memoria de los pobladores sucedió el 14 de abril de 2005 a las 5:55 de la mañana. En el área urbana y rural caían las pipetas de gas de la columna Jacobo Arenas de las Farc y, desde el avión, la lluvia de las tres ametralladoras punto 50, que disparaban 3.900 balas por minuto. Casi acaban con el pueblo.

El fantasma podía permanecer más de cinco horas girando a la izquierda (el lado donde tiene la artillería) sobre el mismo perímetro. Tenía la posibilidad de durar en el aire más de seis horas, pero con menos munición.

En la toma de las Farc a Mitú, fue difícil apoyar a los 120 policías que resistieron el ataque de 1.500 guerrilleros, porque el avión estaba lejos. Por eso, la capital de Vaupés duró ocupada 72 horas por la guerrilla, que había quemado la pista aérea. Fue el avión fantasma el que coordinó la recuperación militar de esta población. “Quedé triste porque fui a defender a ese pueblo, pero terminaron secuestrados todos los policías (61 en total)” y hubo 37 muertos.

Según el libro Memorias olvidadas, escrito por el presidente de la época, Andrés Pastrana, la toma a Mitú se dio porque la guerrilla quería someter a ese municipio e instalarse hasta conseguir el estatus internacional de beligerancia. Ese municipio era importante por ser la capital de Vaupés y frontera con Brasil. Para recuperar el control, el gobierno ejecutó la operación “Vuelo de Ángel”, que se hizo desde una pista brasileña llamada Querari.

Esa operación dio un giro importante en la modernización de las Fuerzas Militares. Llegaron los aviones A29 y otras aeronaves con armas de precisión y mejores visores. Hubo entrenamiento a las tropas para defenderse de la mayoría de ataques de las Farc, que eran nocturnos. “No estábamos bien capacitados para visores, que hicieron más eficientes las operaciones”, me contò el coronel.

Los seis aviones permanecen todavía en bases estratégicas. Barranquilla (Atlántico), Cali (Valle), La Dorada (Caldas), Tres Esquinas (Caquetá) y en Villavicencio (Meta). “Indudablemente hubo momentos en que fue difícil y no siempre podía estar todo el tiempo apoyando a las tropas. Muchos soldados y policías que estuvieron en la guerra le deben la vida a este avión”, relatò Tiuso.

La operación más triste para este piloto y para el gobierno de entonces, fue la emboscada de las Farc a las tropas del batallón contraguerrilla de la Brigada Móvil Nº 3 en El Billar, Caquetá, el 1 de mayo de 1998. De los 153 hombres, 64 murieron, 19 quedaron heridos y 43 fueron secuestrados.

“Cuando me comuniqué con el comandante de terreno, me dijo: ‘solamente estoy con 11 personas de la compañía’. Eso fue muy triste para mí. Luego regresé a la base y al reportarme ante mi superior no pude decirle nada, se me escurrieron las lágrimas de ver tantos hombres capturados. Las tropas que apoyaba siempre habían salido bien libradas de las tomas guerrilleras”.

Tener tanta puntería desde 7.000 pies de altura era ventaja para los pilotos. Sin embargo, en zonas como Toribío, por ser montañosa, se hacía más complicada la operación. Explicò el coronel que "había que estar más atentos, éramos más vulnerables porque el avión quedaba más cerca del terreno".

En 52 años de guerra, solo en dos ocasiones se han caído aviones fantasma. Una, en 1989 cuando una de estas aeronaves se estrelló contra la cordillera oriental. La otra, cuando cruzando la cordillera occidental para apoyar a las tropas en la toma al cerro de Patascoy (Nariño), uno de estos aviones cayó a tierra y se mató toda la tripulación. El gobierno afirmó, en su momento, que se trató de un accidente, pero aún persiste la duda de que haya sido derribado por las Farc. El hecho sigue en investigación. El resultado de la toma: 10 soldados muertos y 18 secuestrados.

Después, "la efectividad del avión fantasma disminuyó cuando los guerrilleros aprendieron a evitar los sensores, a quedarse quietos al escuchar el zancudo que les rugía en el oído y a meterse entre la población civil", recordó Tiuso. 

El último día que el avión fantasma sobrevoló los cielos colombianos fue el pasado 28 de agosto, un día antes del cese al fuego bilateral entre las Farc y el Estado. Lo hizo en Cauca y pasó por Toribío en una misión de patrullaje, “porque hasta el último día buscamos a las Farc. Estuvo haciendo reconocimientos de áreas y trabajando por la paz del país”.

El viernes 26 de agosto, luego de que el presidente Juan Manuel Santos decretara el cese el fuego definitivo contra las Farc, el coronel Tiuso dijo: “Se acabó esto”. “La intensidad del conflicto ha disminuido, por eso estos aviones se utilizarán menos y es posible que tres queden para defender la soberanía del país y otros tres se conviertan en aviones hospital, de pasajeros o de carga para los sitios más apartados”, me comentó Tiuso esa tarde.

¿Y qué piensa del acuerdo final?, le pregunté. “Y quién no quiere la paz. Todos la queremos”, refutó. “Quiero ver que mis hijos y las siguientes generaciones puedan caminar por tantos paisajes hermosos que sobrevolé durante la guerra”.

Trece años después de escuchar al avión fantasma sobrevolando sobre mi pueblo, lo conocí como quería, a través del relato de un coronel que vivió 30 años de su vida en guerra y que aspira a ser general en tiempos de paz. Me lo seguiré imaginando, como aquella noche en Mercaderes, sin ver sus poderosas armas, para olvidar los fatídicos días en que los jóvenes pedíamos, a gritos y en la mitad de la calle, ver a nuestras mamás.

Por Edinson Arley Bolaños / @eabolanos

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