
En los 80 se firmó con las Farc un acuerdo de cese el fuego que hacía posible la transformación de la lucha guerrillera en lucha electoral. Pero los intereses militares se atravesaron en ese camino con la retoma del Palacio de Justicia. / Archivo
El acuerdo logrado entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia es sin duda histórico. Quien habla de él le añade el calificativo como para decir que es importante, memorable, trascendental. O sea, inmarcesible. Por fin la rebuscada palabreja de Rafael Núñez tiene significado: el acuerdo no se puede marchitar. Pero es histórico porque cambia –o puede cambiar– el sentido de la historia, el rumbo de sangre que la tragedia del 9 de abril de 1948 le impuso al país. Hay que mirar...
Por Alfredo Molano Bravo
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