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"Colombia se puede desarrollar sin venderse a las transnacionales": Rigoberta Menchú

Tras 20 años de la implementación de los acuerdos en Guatemala, la nobel de paz habló de las lecciones de su país para Colombia.

Daniel Salgar Antolínez* / @DanielSalgar1
07 de septiembre de 2016 - 03:01 a. m.
Rigoberta Menchú participó ayer en un foro organizado por la Universidad Autónoma del Caribe.   / / Cristian Garavito
Rigoberta Menchú participó ayer en un foro organizado por la Universidad Autónoma del Caribe. / / Cristian Garavito

Con una amplia experiencia en negociaciones, procesos de paz e implementación de acuerdos para el posconflicto, la premio nobel de paz Rigoberta Menchú explicó en Barranquilla, durante el evento “Construcción de paz en tiempos de incertidumbre, temática de pensamiento del siglo XXI”, realizado en la Universidad Autónoma del Caribe, lo que puede pasar en Colombia tras la firma del Acuerdo Final entre el Gobierno y las Farc.

Este año se firma el proceso de paz en Colombia y se cumplen 20 años de la firma de paz en su país. ¿Cómo han sido esos 20 años de implementación?

En Guatemala se tuvo que crear la Policía Nacional Civil y se eliminó la anterior, que se llamaba Policía Ambulante. La recuperación de la credibilidad es importante: los entes de paz tienen que ser creíbles, porque después de tanto tiempo de la gente intentar que se firme la paz, pero sin respuestas, recuperar la credibilidad toma tiempo. Entonces, el sentido de proceso, la constancia, la coherencia de los actores de la firma, en este caso requiere mucho esfuerzo de las comisiones, negociadores, acompañantes, presidentes, dirigentes y apoyos internacionales. Creo que Colombia no se habría sentado con las Farc sin el respaldo idóneo de la comunidad internacional.

¿Qué hacer con los desmovilizados?

Me temo que sólo están pensando en desmovilizados de las Farc, pero no en los del otro lado. Y en ellos también tiene que haber cambios. En Guatemala hubo varios, pero fue casi trasladar estructuras para que volvieran a ser paralelas al Estado. Me refiero al rol de los exmilitares. La mayoría de los capturados recientemente son exgenerales que se metieron al Seguro Social y terminaron siendo directores de esa institución, jefes del sistema bancario o jefes de hotelerías, por mencionar algunas de las evidencias de que no se desmovilizaron, sino que cambiaron de chance. Se metieron en las estructuras del estado como civiles. Si revisamos los pastores religiosos en Guatemala, encontramos una enorme cantidad que antes eran actores de la guerra y ahora son actores religiosos. Se dio un fenómeno en el que muchos de los poderes ocultos de la guerra pasaron a ser poderes visibles, pero distinguidos, civiles, legales. Entonces, hay que ponerle ojo a eso, porque las mafias corporativas, la corrupción y el narcotráfico son como tres amigos que se asocian y tienden a persistir. Lo que vivimos en Guatemala fue un proceso complicado, en lugar de anular la guerra, se fortalecieron algunos entes de la guerra.

También algunas organizaciones hablan de un rearme en Guatemala…

Hubo más de un millón de armas que se quedaron desperdigadas en la población. Resulta que se tuvo que legalizar la obtención de armas con el objetivo de que uno se defienda a sí mismo. Eso es peligroso, porque finalmente el desarme no solo se cambió de dueño, sino también de casa, se metió en las casas de la gente. Por eso hay una ciudad muy violenta. Hay que diferenciar el área urbana y rural. El área urbana se volvió la cuna de los llamados mareros y asesinos, que provenían del conflicto armado.

¿Qué ha pasado desde entonces?

No se puede pensar en que el torturador de ayer, ahora vaya a ser un santo. El torturador está acostumbrado a hacer lo que hace. Esto también se asocia con el feminicidio: Guatemala es uno de los países donde más hemos documentado descuartizamientos de mujeres, torturas, cadáveres en sitios públicos. Ya no es una guerrilla, no es asunto del Estado y una oposición armada, sino que el crimen organizado siguió siendo una fuerza importante. Ahora, pienso que hoy hay algunas ventajas que estamos tomando, pero esto para decirles que la construcción de la paz no es solo la forma. No se puede prometerle a la gente que mañana amanecerá en paz. Eso no tiene validez.

En Guatemala hubo un punto especial para la identidad y protección de los pueblos indígenas en el acuerdo de paz. ¿Qué experiencia han tenido los indígenas después de la firma?

La guerra más grande a vencer en Guatemala es el racismo, la discriminación, las fobias, porque eso afecta a todo nivel. El desprecio a los pueblos indígenas, la criminalización de estos pueblos, todo lo que pegó en Guatemala en un pensamiento en el cual los indios no valen, se usaron como experimento, como objeto de crímenes de lesa humanidad. Cuesta mucho volver a la normalidad después de eso. Todavía estamos en esa lucha, sólo que ahora también hay una lucha fuerte entre el no a la minería y el sí a la consulta popular. Nos hemos apropiado mucho del Convenio 169 de la OIT y de todos los argumentos que pueda haber. Hay un cambio, tenemos más profesionales mayas mujeres y hombres, hay una red importante de abogados mayas que están litigando ya en procesos penales, hemos ganado juicios contra la discriminación. Ahora la discriminación en Guatemala está tipificada, no solo contra indígenas sino contra cualquier todo aquel que es diferente. También hemos hecho un modelo de educación superior en un contexto multicultural, con la Universidad de San Carlos, y tenemos más afianzamiento de la espiritualidad maya.

¿Esa espiritualidad se fortaleció después del pacto de paz?

Hemos tenido la plenitud del contacto directo con el sagrado calendario Maya. Yo hoy reivindicaba las siete energías. Seguro, en Guatemala hoy mucha gente está agradeciendo por su fortuna espiritual y material. Ya empezó a aflorar esto otra vez y lo bueno es que los Mayas estamos atravesando cultura en Guatemala sin borrar nuestra identidad. Nuestra indumentaria cada vez la lucimos más, esa es una batalla brutal que hemos tenido en la vida diaria: en el restaurante, en el banco, en un puesto público, porque en Guatemala es normal que haya que cambiar de ropa para tener un trabajo. Esos empresarios racistas se chocan con una realidad, deberían tenerle más miedo al que desprecian que al que le permiten que venga a trabajar en su empresa.

¿Cómo avanzan en participación política?

Nosotros logramos que el PNUD creara un consejo para estudiar el desarrollo en Guatemala. En ese consejo enfocamos temas que para muchos gobiernos eran intocables, como la participación política de los pueblos indígenas. En Guatemala esto se tiene que garantizar porque hay un rezago de participación política de los pueblos indígenas. Las mujeres mayas deben participar en puestos públicos, por eso hemos creado la Asociación de Mujeres Mayas y con eso hemos permeado la Secretaría de la Mujer, la Defensoría de la Mujer Indígena, la Comisión Presidencial contra el Racismo y la Discriminación, la Academia de Lenguas Mayas, entre otros que hemos ido creando. Hasta decidimos romper el esquema tradicional de los partidos políticos, por eso yo me propuse durante 9 años crear el movimiento político Winaq, el partido que tuve el honor de formar en mi país con todo mi amor. Espero que Winaq gane elecciones y siga promoviendo a los mayas como yo lo soñé, con equidad étnica, generacional. Con equidad plural de pensamiento, porque no es solo lo físico, sino las ideas.

Para muchas comunidades es una paradoja decirle sí a la paz, porque tienen ese temor de que lleguen las grandes trasnacionales. ¿Cómo buscar un justo equilibrio para proteger a estos pueblos y territorios?

Ese temor es justificado. Por un lado, porque las autoridades locales son los primeros que ejercen la corrupción para ceder los territorios a las transnacionales. En Guatemala afloraron los buitres de la comunidad internacional, que son las empresas transnacionales, para ofrecer soborno local y lograr concesiones de parte de las municipalidades, las gubernaturas y las instituciones del Estado mismo. Cada uno quiso hacer negocio con la paz. Nosotros nos metimos mucho en lo genuino de los acuerdos de paz, y no en la mafia corporativa y económica que hay detrás de esos acuerdos. Creo que la soberanía de Colombia, en el sentido de que no se metan las transnacionales a imponer sus leyes, a sacar el oro, la plata, la riqueza, a devastar este país, es una tarea fundamental de todos. Sé que hay transnacionales, pero Colombia es un país que puede prosperar en su desarrollo integral sin tener que venderse a las transnacionales. Esas transnacionales están contigo hoy, mañana te dejan devastado, enfermo, luego se van a otro lado y, es más, te condenan.

¿Qué pasa con la minería transnacional en Guatemala? 

En Guatemala, el 1% de las regalías de la minería que llevan los canadienses lo regresan a Guatemala como donación. Y cuando lo hacen por donación, eso conlleva una presión política y un intervencionismo brutal hacia el país. Las minerías en Guatemala son saqueadoras, ladronas autorizados por autoridades locales. Eso pasa porque nosotros no nos ocupamos de eso, sino de ver las víctimas, los desmovilizados, y no el modelo económico que venía después. Luego, llegaron los depredadores de la madre naturaleza. Cuando existía la guerrilla, a algunas zonas no entraban las madereras. Después de la guerra entraron y arrasaron lo que encontraron, subordinando comunidades, dando regalías, dando algo a un líder o dos, a exalcaldes, a convertir gente a trabajar para ellas. Se acabó la guerrilla, todos felices a sus casas, pero los que entraron a ocupar el lugar son más estrategas. Entonces, sobre la parte económica, es bueno que la gente sepa en manos de quién van a estar los bienes naturales, las tierras y las concesiones.

Por Daniel Salgar Antolínez* / @DanielSalgar1

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