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Cartas sobre la marcha final: La última marcha con mis dos mujeres, por un guerrillero raso

En esta carta Romaldo Rodríguez cuenta cómo vio partir a sus compañeros hacia la zona veredal de normalización en la cual dejarán las armas. 

Romaldo Rodríguez
11 de febrero de 2017 - 05:00 p. m.
Romaldo Rodríguez con su hija María Camila quien nació hace ocho meses. / Cortesía
Romaldo Rodríguez con su hija María Camila quien nació hace ocho meses. / Cortesía

El 31 de enero llegó la orden del organismo superior que yo y el resto de mis compañeros y compañeras estábamos esperando hace tiempo: este sería el último día en que nos echaríamos el equipo al hombro, para trasladarnos a las llamadas Zonas Veredales Transitorias de Normalización. 

Ese día, luego del desayuno, nos llamó el oficial de servicio al patio, como suele hacer todos los días. Nos hizo formar y nos dijo: - Muchachos, los llamo para darles a conocer unas orientaciones. Tenemos que prepararnos con equipo, chaleco y fusiles para salir a marchar. A las 11:30 los espero para iniciar la marcha.

Mi compañera y yo nos retiramos para la caleta, donde nos estaba esperando nuestra hija María Camila de ocho meses de nacida, que aún pequeña pesa un montón, casi 8 kilos. Me quedé pensando y le dije a mi compañera: - ¿No será que es muy riesgoso salir a marchar con la niña? Ella me contestó: - No, porque vamos para las Zonas Veredales; ahí hay instalaciones para madres gestantes y lactantes, y también un lugar para la atención de nuestra bebé. Acuérdate que eso es un acuerdo firmado con el Gobierno. Un poco dudosos continuamos empacando, pero llegó de sorpresa el oficial de servicio quien nos dijo: - Ustedes dos y la niña se quedan en la casa porque hay rumores que en las zonas no hay nada construido y puede ser riesgoso para la bebé. Luego venimos a recogerlos. Le entregamos las armas que cargábamos, y no pude evitar sentir un poquito de alivio. La verdad es que cuando uno ya carga con esa enorme responsabilidad de cuidar y criar una bebé, uno quiere protegerla con todo lo que tiene a mano. 

El tiempo corría y mirábamos que los compañeros y compañeras iban saliendo con sus equipos. El oficial de servicio dio la orden de formar y contar el personal para iniciar la marcha. Luego del conteo, iniciaron la marcha en compañía de Pablo Catatumbo, quien estaba a cargo de todo el personal. Todos se despedían, diciendo que iban a extrañar muchísimo a nuestra bebé Camila porque aquí todos la quieren, pero dijeron:  - Estos días regresaremos por ustedes. 

Vimos cómo nuestros compañeros iban saliendo; luego nos regresamos a la caleta y dijimos: - Ahora parece que llegó en serio la paz que por mucho tiempo hemos estado esperando. A mí me pareciera que fuera un sueño, porque no hace mucho que estábamos envueltos en una guerra que lo único que nos dejó fue muerte y tristeza. Ahora lo que debemos hacer es apoyar la paz para que el futuro de Camila y de muchos niños y niñas sea en un país sin confrontación, donde todos y todas podamos ser iguales. 
 

Por Romaldo Rodríguez

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