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Haciendo País

¿Y si nos traicionan, qué?

José Antequera
24 de febrero de 2017 - 01:07 p. m.

Motivos de desconfianza siempre han existido. La historia, que no deja de gritar. Pero hablemos de razones concretas:

La implementación legislativa, que pasa por la unidad y coherencia de la Unidad Nacional, ha querido ser convertida en la continuación de la negociación pero ahora entre políticos guiados por sus intereses electorales hacia el 2018. El Partido Cambio Radical quiere tener un pie en la paz y otro en el uribismo a ver qué le pega más y con qué se salva mejor de los escándalos. El Fiscal Martínez, de esa cuerda, quiere ser la mano firme poniendo debates que ya fueron resueltos en la mesa de la Habana, pero se muestra inepto para hacer algo efectivo contra los asesinos de los casi 140 líderes sociales que han sido objetivo desde el año pasado de los 14 grupos paramilitares que hacen presencia en 149 municipios, según los informes de INDEPAZ.

La adecuación de las Zonas Veredales ha sido tan vergonzosa que parece saboteada a propósito, y si no es así, en todo caso resulta ser funcional al volcamiento de la opinión y de las mismas Farc sobre temas logísticos y de solidaridad con los guerrilleros, mientras se manda a segundo plano el propósito nacional de concretar las reformas en materia agraria o en la política de drogas, que son la razón de ser de la solución política y negociada para salir realmente de la violencia y la guerra. Y para completar, el Centro Democrático no sale de su cuento chino; no bajan a los integrantes de Voces de Paz de terroristas y ponen temas por puro interés mediático, como el de los niños. Salen los protocolos para que se resuelva ese problema y en seguida cambian de tema.

Claro que es muy lógico pensar en una traición bajo estas condiciones. Es lógico pensar que al Gobierno sólo le interesa cumplir con la dejación de armas de las Farc y su conversión en partido político, apostando a dejar el tema de las reformas condicionado a la victoria electoral de alguno de los partidos de lo que queda de la Unidad Nacional. Que los asesinatos de líderes sociales, principalmente de izquierda, seguirán, pero que tranquilos, que asesinatos en pleno aeropuerto El Dorado ya no van a volver a ocurrir.

Aunque se supone que esto lo debimos saber desde el principio, ahora no está claro el plan de contingencia, sobre todo, porque el quiebre del plebiscito del 2 de octubre fue un quiebre inesperado del que la paz salió con vida, pero desgreñada. Lo seguro es que más allá de exigir y esperar el cumplimiento de los Acuerdos, tenemos la obligación de actuar políticamente en función de obligar a un cumplimiento que, claramente, no va a ser producto de la mera voluntad.

La ciudadanía debe exigir a todos los candidatos a 2018, sin excepción, que le cumplan al país con los Acuerdos que fueron refrendados, a pesar de las falacias del Centro Democrático sobre el plebiscito que, valga recordar, resultó viciado por las mentiras.

La generación que ya aprendió a repudiar el genocidio contra la Unión Patriótica tiene que entender ahora que el Fiscal simplemente no va a mover un dedo para evitar que asesinen a los líderes de Marcha Patriótica o de otros movimientos, a menos que condicionemos su puesto y su prestigio a que actúe efectivamente contra la impunidad.

El reto de enfrentar la traición es, además, más grande de lo que parece, porque al mismo tiempo que defendemos la vida y sacamos adelante los asuntos urgentes, hay que evitar una nueva campaña electoral con el mensaje que hoy promueve Roy Barreras, según el cual hay que votar por él o por algún liberal y aceptar lo que sea, si queremos que terminen la tarea que no van a terminar este año. El país quiere ver que la paz son cambios, y si los que tienen el gobierno no los muestran y permiten que queden enterrados en montañas de denuncias, perderán ellos y perderemos todos.

 

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