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¿Venganza o Perdón?

Columnista invitado
05 de mayo de 2017 - 07:52 p. m.

Por: padre Leonel Narváez

 

Recuerda Sancho que los defectos más peligrosos de la vida son la rabia y el rencor.

Dicen los expertos que la construcción de paz sostenible pasa por dar respuesta a dos necesidades claves. Primero, a las necesidades objetivas básicas (salud, empleo, educación, tierra, vivienda entre otros). Segundo: a las necesidades ecológicas de la paz: (verdad, justicia, reparación, inclusión democrática y respeto a los derechos humanos).

Desde la Fundación para la Reconciliación hemos motivado la discusión y reconocimiento de un tercer bloque: las necesidades subjetivas, o las respuestas que transformen la rabia, el odio y el deseo de venganza que las ofensas-violencias generan en las personas.

Históricamente Colombia ha padecido de dos males: por un lado, la economía política del odio – típica de elites que venden odios para ganar votos-  y   por otro, la cultura de la venganza, virus que fluye en las venas de gran porcentaje de colombianos y paraliza el logro de la paz sostenible.

Esta es una tesis recurrente en algunos historiadores y escritores de reconocido talento en la comprensión de la realidad colombiana. Tesis que, en la Grecia Clásica, ocupó a dramaturgos como Esquilo que en la inmortal Oresteia cuenta cómo la Diosa Atenea logró transformar las Furias de la ciudad (seres rabiosos y justicieros que vomitaban coágulos de sangre negra) en Euménides (seres de bondad que sin embargo no abandonaron el sentido de la justicia).

El informe de Memoria Histórica-2013, describió a Colombia como “una sociedad largamente fracturada”, con tendencias a perpetuar “memorias sin futuro que toman la forma extrema de la venganza, la cual a fuerza de repetirse niega su posible superación…”. Al adversario se le vio como el enemigo que hay que eliminar. La cultura de la palabra-dialogo fue sustituida por la cultura de las armas.

Del 1980 al 2005, el paramilitarismo llegó a ser la expresión más violenta de esa economía política del odio. Sagazmente utilizó las estrategias de oferta, demanda, distribución y consumo para vender odios y promover empoderamientos políticos de quienes manipularon esos resentimientos. Carlos Mario Perea, por ejemplo, devela algunos elementos constitutivos de esa economía política: la sacralización de la guerra, los códigos de honor, el llamado de la sangre y en general el nexo entre símbolos y política.

El odio es particularmente peligroso por su capacidad de generar significado. Una vez validado el concepto de enemigo, los cerebros poco documentados justifican cualquier violencia y cualquier arma para eliminarlo. En este sentido, todo trabajo que se haga en pedagogías para la paz deberá contar con estrategias muy bien definidas en la prevención de la manipulación ideológica y emotiva fundamentada en el odio y la venganza.

Transformar las prácticas culturales de la trilogía rabia-odio-venganza es una enorme tarea evolucionaria de los pueblos. Cuando el Global Peace Index califica los países con mayor capital de Paz Positiva, introduce la capacidad de resiliencia que tienen las personas y los pueblos para absorber los golpes-traumas mediante la promoción de capacidades críticas de interpretación de los hechos, asociadas a mayores niveles de participación política ciudadana y comunitaria. A mayor capacidad de absorción crítica,  mayor paz positiva. Esta capacidad de absorción describe en gran parte, una de las funciones centrales de la cultura ciudadana del perdón que es la misma capacidad de tolerancia y participación política que se subraya con frecuencia, como condición indispensable para la paz.

Urgen giros narrativos que en lugar de odio promuevan la producción, distribución, intercambio y consumo de economías políticas del perdón y reconciliación, resaltando esa otra faceta del cerebro humano: la bondad, la compasión. 

Proponemos el Perdón como re-significación de la ofensa y giro narrativo que transita desde la venganza hasta la bondad y la compasión. El perdón no es solamente un recurso religioso sino sobre todo es virtud política, es un derecho humano, es un ejercicio exquisito de democracia y de respeto a la dignidad del Otro. La reconciliación se propone como el ejercicio de recuperación de la confianza entre victima y ofensor al establecer condiciones axiológicas y normativas que orientan y regulen nuevas relaciones. 

Así las cosas, la pregunta correcta no es más si venganza o perdón, mejor, si venganza o justicia. Pero, ¿cuál justicia? Hablar de bondad y compasión nos obliga a hablar de Justicia Restaurativa, otra disciplina que en el campo del derecho complementa a la justicia transicional y es ya ampliamente validada en los países más pacíficos. La justicia comienza a entenderse no como la eliminación del ofensor sino como la recuperación del mismo a la sociedad.

Maravillosamente, miles de personas están diariamente perdonando en Colombia. De ellas  hemos aprendido que quien perdona evoluciona y realiza saltos de crecimiento humano inesperados. Atestiguan ellas que no ha cambiado su pasado pero si su futuro y sobre todo que de victimas han pasado a sentirse victoriosas. No logran explicarlo adecuadamente y solo pueden expresarlo diciendo que contra la irracionalidad de la violencia urge responder con la irracionalidad del perdón. 

La coyuntura política que vive Colombia nos obliga a declarar: primero, que sin perdón no habrá paz sostenible y segundo, que ante el mundo entero que mira a Colombia como un modelo de paz, los colombianos tenemos una responsabilidad histórica.  

Motivamos por la reflexión sobre la disyuntiva entre venganza y perdón, la Fundación para la Reconciliación, la Fundación Ideas para la Paz (FIP) y un grupo de profesores del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional, abrimos un espacio que recoge diversas perspectivas frente a la pregunta ¿venganza o perdón?

El resultado son 12 artículos que presentan reflexiones desde la historia, la ciencia política, la sociología, la teología, la psicología y la comunicación social. Expertos, académicos y periodistas, contribuyen desde el análisis a un tema que involucra a todos los colombianos.  El libro publicado bajo el sello Planeta, estará disponible en las librerías del país.

 

 

 

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