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Universidades sin violencia sexual

Fabiola Calvo
02 de septiembre de 2017 - 02:41 p. m.

Dos denuncias sobre acoso sexual en los últimos días en espacios del saber y distantes el uno del otro, Universidad de Ibagué y Universidad del Atlántico, nos ponen visibles unos hechos que se repiten y repiten en lugares que deberían ser seguros para las mujeres.

La denuncia de la docente Mónica Godoy desde Ibagué hace referencia a su despido. Ella inició por sugerencia de la entonces rectora, una sensibilización y capacitación sobre derechos humanos de las mujeres, motivada por una queja interpuesta por una de las mujeres vigilantes por acoso laboral y sexual de la que era víctima junto con otras compañeras.

Mónica conoció así mismo el abuso sexual de un profesor contra una estudiante. Según su denuncia pasaron meses sin que la Universidad actuara, sólo cuando ella presionó para que se abriera un proceso disciplinario.

En UniAtlántico, una profesora padeció acoso sexual por un colega y hoy su caso hace parte del largo trasegar por la justicia kafkiana, digo, colombiana.

Podríamos decir que estas violencias dentro de los campus y aulas universitarias son un reflejo de la inseguridad para las mujeres en los espacios privados y públicos, con leyes que no se cumplen o se cumplen a medias y con un Estado y unas instituciones que parece que hacen pero que no asumen en profundidad la prevención y sanción contra estas acciones.

¿Por qué el Ministerio de Educación no hace un seguimiento a las universidades sobre el cumplimiento de la Ley 1257 de 2008 para erradicar las violencias contra las mujeres? Es un mandato constitucional, son las convenciones, acuerdos, plataformas,… que Colombia ha firmado o adherido. No dirán sus señorías que por el conflicto.

Todas las instituciones deberían sensibilizar, enseñar, formar a todas y todos sus funcionarios, incluir a todas las directivas y al personal administrativo y de servicios, se trata de procesos de transformaciones de mentalidades y sentimientos patriarcales, machistas, excluyentes y sexistas que para nada sirven a una persona, familia, institución, sociedad salvo que la intención sea regresar a la Edad Media.

No es suficiente una cátedra, casi siempre electiva, no es suficiente una sensibilización con el ABC, es necesaria la concienciación con instrumentos teóricos para que toda la política-acción de la entidad esté atravesada por el respeto al ser humano, con un enfoque de igualdad en derechos, equidad, pluralidad y no discriminación.

A las universidades ingresan menores de edad, jóvenes que llegan con inquietudes y ven en sus profesoras, profesores un ejemplo a seguir o alguien de quien se busca aprender. La enseñanza no es una simple transmisión de conocimientos por lo tanto la manera de relacionarse con las estudiantes es un punto clave. Y me refiero a ellas porque son las que padecen el ejercicio de poder de algunos varones en su condición de profesores, colegas o compañeros.

Pero a los claustros universitarios también ingresan personas como Mónica en Ibagué y “la profe” de UniAtlántico que procuran introducir bien sea el saber para la erradicación de la Violencia Basada en Género o denuncian para ejercer su derecho a la justicia pero todo queda en lo ya expuesto.

Ya tenemos el cacareo para las elecciones y prometerán y prometerán y desde luego van a cumplir al revés y si no se lo preguntamos a Juanpa, digo, al Señor Presidente Juan Manuel Santos porque según el Presupuesto General de la Nación para el 2018, en educación bajará 41.000 millones de pesos y aunque es el presupuesto más alto, la asignación mayor la recibirá el sector de defensa con un incremento es de 8,2 por ciento. ¡Ah! Y falta el futuro: la inversión pública en ciencia y tecnología caerá 41,5 %.

Seguimos escribiendo, diciendo, protestando sobre Derechos para las mujeres, vida libre de violencia donde quiera que estén, educación… parece más una terapia que logros reales. Y así perseguimos la paz. “Obras son amores y no buenas razones”

 

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