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Haciendo País

Un respiro a la paz

Universidad de La Sabana
09 de marzo de 2017 - 03:24 p. m.

El pasado 4 de marzo se conoció la noticia de la reincorporación a la vida civil de un nuevo grupo de niños de las Farc. Se trata de siete menores que se beneficiarán de un programa llamado “Camino diferencial de vida”, dirigido por la UNICEF.

No hay duda que este hecho es un gran acontecimiento, a pesar del enorme halo de misterio que rodea su entrega. Quiero creer que esa actitud es para preservar en el anonimato a los niños y así hacer más fácil el camino de su reincorporación. Reitero, no pretendo especular, pero si queda un ambiente de duda.

Ahora, esta noticia llega en un buen momento para contrarrestar la atmosfera de incredulidad que rodea el proceso de paz, según los últimos sondeos de opinión. Recibir en la sociedad a estos niños es una apuesta por la verdadera paz, la que se va a crear en el camino de la esperanza que significa la niñez, y con todo y los altibajos propios de los procesos de cambio y crecimiento, debe ser reconocida como una gran oportunidad de construcción y revitalización del proceso.

Estos colombianos son un hito en nuestra historia y sin ánimo de poner más peso sobre sus espaldas –que el propio de crecer en libertad– quisiera ver en ellos una luz de esperanza.

Supongo que en el camino que comenzarán a recorrer, el primer gran reto que tendrán es volverse a sentir niños y niñas con el derecho de amar y ser amados sin condición, sin llevar un arma en sus espaldas y sin el peso de una guerra que no les correspondía. Niños y niñas con la ilusión que significa tener una vida por delante, con el derecho a dormir sintiéndose protegidos, con el derecho de gozar de un nombre y de un grupo de adultos que los cuiden y les ayuden a vivir el sueño de crecer sin sobresaltos.

Este camino implicará para ellos muchos retos. Los principales –espero– sean de orden psicológico: Reconstruir una identidad que les permita sentirse humanos y recomponerse reconociendo todas las habilidades que desarrollaron en estos años de militancia, pero identificando también quiénes son lejos de las fuerzas armadas, reconociendo sus rasgos de personalidad únicos, su fuerza interior y sus habilidades en plena potencia.

Otro reto será el de aprender a creer en el otro como la única alternativa de salvar el alma y el cuerpo, brindando de esta manera una salida justa con ellos y con el país que los acogerá. También tendrán que proyectarse desde lo que fueron y lo que podrán ser. Sin duda estos niños serán sinónimo de resiliencia para todo Colombia.

Bienvenidos a la vida civil. 

* Esta columna fue escrita por Neila Stella Díaz, profesora Facultad de Psicología de la Universidad de La Sabana.

 

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