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Haciendo País

Pa’ lante Timo

José Antequera
15 de septiembre de 2017 - 12:39 a. m.

Digo que el contexto es terrible por lo que ya sabemos. En lo referido a la implementación hay una serie de problemas graves atribuibles a la falta de capacidad o voluntad del Gobierno Nacional que nos mantienen en vilo. Entre otros, el Plan Marco para la sostenibilidad económica, las amnistías, la reincorporación y la seguridad, tienen evidentes retrasos o incumplimientos que demuestran mucha improvisación. También son la constatación, en general, de una lectura mezquina de parte de un conjunto de instituciones que prefieren sacar el pecho mediocre sólo por el desarme de las FARC y no asumir la verdadera tarea de enorgullecernos por cumplir la promesa de que la paz son reformas para que ésta sea estable y duradera.

Pero también asistimos a un momento crítico en la configuración de posibles soluciones. El fin de la Unidad Nacional, la ofensiva de Vargas Lleras y la oposición ciega del Centro Democrático, son igualmente la expresión del alistamiento de un populismo de derechas que está dispuesto a consolidar el nuevo “nosotros decimos NO”, sobre la base del resentimiento y el miedo, por un lado, y la corrupción como forma normal de gestión de los recursos del Estado, por el otro. Quienes pueden plantear una coalición siguen más preocupados por su prestigio personal, la mayoría de ellos casi que reservando su carrera futura por si acaso pierden, que dispuestos a jugársela toda por ganar. Sus diferencias son reales, a mi modo de ver, disputándose dos versiones muy distintas del progresismo contemporáneo, entre el que convive con el neoliberalismo responsable de la rabia de la que está alimentándose la derecha y el que se propone reformas económicas serias. Pero es posible alcanzar acuerdos si se pone el peso en la necesidad histórica de consolidar una transición sobre un programa claro y en cambio se liberan un poco de la dictadura del marketing.

En esta maraña pienso en Timo, como ya le llaman muchos de los jóvenes que le escucharon con atención en la Plaza de Bolívar. Pienso en lo difícil que debe estar siendo en este momento mantener el optimismo de la voluntad a pesar de tanto incumplimiento y resultar además en el centro de muchos señalamientos inevitables por un propósito que, siempre lo hemos sabido, depende de muchos sectores más allá de la ex guerrilla. Pienso en él y en la historia de muchos comandantes insurgentes y dirigentes políticos que han tenido que asumir un gran costo por defender proyectos de ofensiva política sorteando los reproches que les llegan desde trincheras de incertidumbre temerosas del riesgo, y más, los que también se producen desde el oportunismo de quienes anuncian el fracaso esperando que su profecía se cumpla para ganar, al menos, la posición de profetas.

A mi modo de ver, si hay una persona que está demostrando grandeza en este momento es Timoleón Jiménez. Y al decir esto no pretendo promocionarlo en la lógica del personalismo como la línea correcta, que fue lo que hizo el columnista Iván Gallo con Jesús Santrich en un artículo de Las 2Orillas, como escogiendo su personaje favorito de una serie infantil. En el papel de este personaje reposa hoy un reto que, creo, necesita una mirada desde la sociedad de respaldo, que no tiene por qué traducirse en simpatía militante pero que sí debe concretarse en apoyo ciudadano. Un desafío que no es la demostración fatua de radicalidad, sino el sostenimiento del Acuerdo de Paz firmado en 2016 como hoja de ruta para un país mejor.

 

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