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Nuestra violencia de cada día

Columnista invitado
20 de julio de 2017 - 07:16 p. m.

Por: John Anzola Morales*-@john_anzola

La semana anterior el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses presentó los resultados para 2016 de Forensis, la publicación que anualmente recoge las cifras de lesiones por causa externa que tienen lugar en el país. Este informe -que es un referente obligado para el análisis de fenómenos como el homicidio, las lesiones interpersonales, la violencia intrafamiliar y sexual, entre otros-, da cuenta en su última edición de varios aspectos necesarios para entender el actual panorama de la violencia en Colombia.

Uno de ellos es el comportamiento del homicidio, el cual tuvo una leve reducción durante el año pasado. Mientras que en 2015 se registró una tasa nacional de 24 homicidios por cada 100.000 habitantes, en 2016 este indicador descendió a 23,6. Aunque en principio el dato puede resultar desalentador considerando la gran cantidad de asesinatos ocurridos (11.532 casos), no se puede desconocer que este delito ha disminuido en el país de forma progresiva e ininterrumpida durante los últimos 7 años (en 2009, la tasa era de 39,4 por cada 100.000 habitantes).

Sin embargo, Colombia continúa siendo uno de los países con la tasa de homicidios más alta de Latinoamérica, región que a su vez es la más violenta del mundo. Las cifras de Medicina Legal muestran que el 69,1% de las personas afectadas por la violencia homicida en nuestro territorio estaban entre los 18 y 39 años de edad, siendo la mayoría de ellos hombres (9 de cada 10). Así mismo, se evidencia un bajo nivel de escolaridad entre las víctimas (el 75,6 por ciento de ellas tenían estudios de básica primaria o no habían terminado el bachillerato).

Un segundo aspecto relevante -de los muchos que contiene el documento en cuestión-, es el concerniente a la violencia interpersonal, la cual se encuentra estrechamente ligada con el homicidio. En este sentido, se estableció que dicho factor fue la circunstancia que originó el 67,8% de los asesinatos en hombres y el 40,4% en mujeres (también debe mencionarse que un 29,9 por ciento de los homicidios en contra de ellas fueron producto de la violencia intrafamiliar).

Adicionalmente, en 2016 también fueron reportadas 123.298 lesiones no fatales, equivalente a una tasa de 252,9 casos por cada 100.000 habitantes. A pesar de que este indicador también es el más bajo desde 2009, seguimos ante un problema de salud pública con visos de epidemia.

El 63,2 por ciento del total de las víctimas de lesiones personales fueron ciudadanos en el rango de entre 18 a 39 años de edad, siendo posible observar que, por cada dos hombres afectados, se registró un caso en mujeres. ¿Y de donde provienen estas agresiones? El 56,9% de ellas fueron provocadas por conocidos y el 5,1% por amigos, siendo las riñas -en donde por lo general también está presente el consumo de alcohol- la principal circunstancia desencadenante de este tipo de violencia.

Por otra parte, el 13,9% de estas lesiones tuvieron como victimarios a miembros de las Fuerzas Armadas, de policía, policía judicial y servicios de inteligencia, lo que los ubica como el segundo autor más frecuente de violencia interpersonal. Sin duda, un llamado de atención a estas instituciones que los invita a seguir fortaleciendo sus protocolos de reacción e intervención, así como sus programas de respeto a los Derechos Humanos.

Sí, el escenario de la violencia en Colombia sigue siendo complejo. Además de lo mencionado con anterioridad, otros tipos de violencia como la sexual o la que se produce al interior de la familia cada vez afectan más a nuestra sociedad, y se requieren de políticas públicas e inversiones presupuestales en prevención y educación que reviertan esta tendencia. Pero también hemos avanzado.

Ya no estamos hablando del país con una tasa de homicidios de 89 por cada 100.000 habitantes como ocurrió en la época de la guerra contra el cartel de Medellín. Tampoco somos el país que registraba más de 28 mil asesinatos anuales como pasaba en los primeros años del siglo XXI. Podría sonar obvio -aunque parece que para algunos no lo es-, pero quitarle actores al conflicto, llámense carteles, paramilitares o guerrillas, incide directamente en la reducción de las muertes violentas. Y ese debe ser un objetivo primordial para nuestra sociedad, dejar de matarnos entre nosotros.

 

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