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Haciendo País

La autonomía es peligrosa

Fabiola Calvo
14 de junio de 2017 - 04:57 p. m.

¿Qué pasa entonces? ¿Qué pasa con las campañas? ¿Qué pasa con los medios? ¿Qué pasa con la institucionalidad… con todo?.   ¿Por qué a un colega se le ocurre titular en su medio de Tunja sobre un feminicidio la semana pasada:  “La tragedia los volvió a unir”. Él la asesina y luego se suicida. El señor podía decidir sobre su vida pero no sobre la vida de ella. Se sintió dueño de su cuerpo y de su vida. Con semejante titular convierte en positivo el mayor acto de violencia sobre una mujer: un feminicidio.  ¿Romanticismo? ¿Romeo y Julieta? ¡Por favor! Sólo las historias vividas por mujeres saben el daño que les ha hecho el romanticismo.

Ayer, en 1793, una mujer que habló de la igualdad de los derechos de las mujeres con los derechos del hombre y el ciudadano, Olympia de Gouges, fue llevada a la guillotina. Miedo de los señores de la Revolución Francesa frente a tanta capacidad y tanto poderío de una sola mujer que junto a ellos participó en ese acontecimiento de gran trascendencia. "Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta, al menos no le quitarás ese derecho. Dime, ¿quién te ha dado el soberano poder de oprimir a mi sexo?". Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, 1791.

 Hoy las mujeres son asesinadas por sus parejas y exparejas con armas de fuego. ¿Amor? El amor no mata. Es el miedo consciente o inconsciente de perder ese poder sobre las mujeres, es el miedo a su autonomía, es el miedo a que ellas en su “mayoría de edad” hayan conquistado derechos y los hayan convertido, con el apoyo de algunos consecuentes, en  Acuerdos Internacionales, en leyes, en políticas públicas, en poder de decisión sobre ellas.

¿Qué pasa entonces? Las campañas y las políticas no son suficientes, entre otras porque a veces son letra muerta. Mucho tilintilin y nada de paletas porque en el presupuesto los derechos de las mujeres siguen siendo cenicienta. Porque tenemos que hablar con profundidad de cambios reales, de educación como proceso de transformación desde los derechos humanos y no mero discurso políticamente correcto.

Ayer hablé y sigo hablando de revolución de una revolución que mueva de verdad los cimientos profundos en los que nos hemos formado hombres y mujeres para que tengamos la posibilidad de aprender otra manera de relacionarnos,  de sentir, de entender la otredad y la diferencia.

El machismo se ha exacerbado porque las mujeres identificaron que además de la explotación económica, la opresión política de uno u otro sistema, ha existido otra discriminación, la sexual, el sometimiento del sexo femenino por el masculino y que este es el meollo de otro sistema, el patriarcal, que ha tenido por cientos de años a los varones en el centro de las leyes, la filosofía, la vida pública… Esto lo sabemos después de muchas batallas sin armas. Pero esto no tendría por qué aterrorizarlos y por el contrario, considerarlo como lo que es, un avance en las ciencias sociales y en todas las disciplinas que nos permite ser mejores personas que construyen sociedades igualitarias.

Urgen más procesos y menos talleres que podrán seguir cumpliendo una función de sensibilización. Es necesario atravesarlo todo, todo, con los derechos de las mujeres. El sistema educativo, el de salud, las empresas, el Congreso, la prensa…no están preparados aunque ya dan pasos pero necesitan celeridad.

Colombia necesita revolucionar su educación convencional aunque ella sola no es suficiente aún. Son necesarias transformaciones sociales, políticas para que existan unas condiciones que permitan una equidad para el ejercicio de esos derechos; se necesita que los medios se pongan las gafas moradas para que no repitan estereotipos.

Sin engañarnos. Maestros y maestras también necesitan ese curso intensivo contra el machismo. Invertir en educación con un énfasis en derechos, en acciones de libertad, en el reconocimiento de la propia identidad para salir de un mar de conocimientos para ganar en el camino hacia la dignidad y felicidad  para niños y niñas, mañana los hombres y mujeres producto de lo que hoy sembremos.

El proceso de paz no es la panacea y no es para mañana. Es un proceso que necesita de cambios sustanciales en los que toda la sociedad y el Estado debemos apostar sin trampas y en esas apuestas está una mayor inversión en la educación.

¿Cuál ha sido el presupuesto para la guerra en Colombia? Y ¿Cuál para la educación? 317.000 maestros mal pagados y 820.000 efectivos en las Fuerzas militares y policía.

Necesitamos cambios profundos no meras campañas y declaraciones políticamente correctas. Y no lo digo por el concejal de Santa Rosa, Ramón Cardona. Maestro por ejemplo negativo.

 

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