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Haciendo País

El exilio no es poesía

Fabiola Calvo
26 de enero de 2017 - 07:46 p. m.

Creo que sabemos poco o nada, que era lo que yo sabía, cuando marché al exilio. “El exilio lo conocía sólo por los escritos de Edward Said y novelas de la posguerra, por el testimonio de los argentinos y chilenos que publicaba la prensa o por la biografía de algún filósofo o escritor español que hubiese pisado territorio mexicano.

“Sonaba romántico por más duro que lo describiesen los protagonistas de algunos cuentos y relatos. Sentir que la casa era un ladrillo, sonaba a Benedetti. Cuando me confiscaron la palabra/y me quitaron hasta el horizonte/cuando salí silvando despacito/y hasta hice bromas con el funcionario/de emigración o desintegración/y hubo el adiós de siempre con la mano/a la familia firme en la baranda/a los amigos que sobrevivían/…

Los días eran largos de tanta espera que tampoco se sabe, espera de qué. El lugar exacto en ese primer momento, que los estudiosos llaman primera fase, es el limbo y el estado emocional, la ausencia. Imposible seguir viviendo en mi tierra pero tampoco en la que se está.

Siempre se tiene la esperanza de regresar pronto. Mi amigo Hugo Gómez, lo conocí recién llegué, llevaba años fuera y me mostró la maleta que tenía hacía diez,  en el mismo lugar porque quizá mañana podría volver. No ha regresado y la última vez que lo vi, me dijo: No soy de aquí ni soy de allá. Sumó a la lejanía 40 años y la nostalgia se adhirió a su piel, a su alma.

Llegar al exilio, era y es, convertirse en una persona sin redes, sin familia, sin trabajo, sin…En el caso de Colombia, fue el exilio de soñadores que creíamos que los ricos se acabarían, que tomaríamos el poder para toda la sociedad…llegaríamos al cielo. ¡Qué aburrido! Que aburrido hubiese sido.

El exilio para quienes no tienen dinero es como la ciudadanía de quinta, es dar vueltas y vueltas a las calles y a la cabeza, Y hay días que somos tan lúgubres, tan lúgubres/como en las noches lúgubres, el llanto en el pinar./El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,/y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.  Es posible que Porfirio Barba Jacob, no estuviese en el exilio cuando lo escribió pero casi casi.

El tiempo cuando se quiere es buen amigo, entonces ese momento de la llegada, que dura un año, cinco o toda la vida para muchos y otras tantas, ayuda a encontrar amistades donde menos lo esperas y empiezas a construir otra familia, ya piensas en poner cortinas, en estudiar y claro, hace rato que trabajas en lo que resulte.

Empecé a estudiar sin pensar en título alguno, era una tabla de salvación que poco a poco se convirtió en un espacio de debate, de profundización en conceptos y sobre todo, de analizar el pasado reciente con la distancia, un océano en medio, no estás en el activismo, no ves la gente, no estás dentro. Viéndolo ya muy lejos, fue sanador, creativo y un momento para la reflexión.

¿Cuántas personas hay en el exilio? No lo sabemos. ¿Se ha preocupado el Estado, los gobiernos? Tampoco es posible una cifra real si consideramos que no sólo existen los y las de derecho sino de hecho; si consideramos que los gobiernos que conceden el estatus de asilo, no deben dar a conocer esa información a los gobiernos de origen de los y las solicitantes. Es tarea del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados, ACNUR.

Pensemos que si en ese caminar ideal para Colombia, construir paso a paso la paz, las personas que se marchen del país, sea por placer, por la locura de viajar, por aventura y no por persecución y violencia política, no por la carencia de libertades.

Existen estudios sobre exiliadas y exiliados políticos pero siguen siendo parciales, están en muchos lugares del mundo y habrá que ahondar en la diferencia por razón de sexo y género, en el profundo cambio emocional y la herencia para los hijos e hijas que vivieron-viven algo que no eligieron. ¿Qué pasa con esta juventud desarraigada?  ¿Se quedaron? ¿Regresaron? ¿Qué apoyo han tenido? Asilarse hijo/es/…/continuar viviendo/con el orgullo del ayer,/el coraje del presente./Es abrir fronteras/sentir la alegría y la nostalgia/con tiempo sin espacio./ Asilarse hijo es…

 

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